Me acerqué a mi escritorio triste, preocupado; acababa de recibir el presupuesto de un gasto médico inesperado y mi mente divagaba en cómo iba a afrontar ese gasto y de cuantas cosas me tendría que privar este verano para amortizarlo…
Cogí mi Biblia y mi librito de lecturas diarias y lo abrí por la página correspondiente. El título del comentario saltó ante mis ojos como un anuncio inesperado e impactante: “CONFÍA EN MÍ”. Un calambre recorrió mi cuerpo y las lágrimas se amontonaron en mis ojos. Seguía diciendo la hojita devocional: lectura Salmo 121: “¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra.” leí. Entre lágrimas leí el resto del salmo y me incliné en oración ante mi Dios: “Perdóname Señor por tener tan poca fe y confianza en ti. Gracias por estar siempre ahí.” ¿Cómo es que tan fácilmente me hundo en mis preocupaciones sin tener en cuenta a mi Dios? Gracias que Él siempre está. Sus palabras son un bálsamo para sus hijos y su consuelo llega en el momento justo y necesario. Aunque a veces nos desesperemos aguardando una respuesta. Hace unos días leía un pensamiento sobre los “silencios de Dios” apropósito de esto. Ese tiempo en que esperamos la respuesta a una oración y que, aparentemente, no llega en el momento que nosotros lo deseamos. Y empiezan las dudas y la ansiedad. Creo que a veces esos silencios están motivados para probar nuestra confianza en Su Fidelidad. B.G. escribe: “Durante un período sombrío en mi vida, pasé mucho tiempo orando, pero me parecía que Dios me dejaba solo con mis pruebas y mi carga. Era la noche oscura para mi alma. Entonces escribí a mi madre para exponerle mi problema. Jamás olvidaré su respuesta: Hijo mío, muy frecuentemente Dios se aparta para poner a prueba nuestra fe. Él quiere que confiemos en él incluso en la oscuridad. Ahora, hijo mío, extiende tu mano en la niebla y verás que su mano está ahí para asirte”.
“No permitiré que resbale tu pie, ni se adormecerá el que te guarda.”
Escribe Cindy Hess en el pensamiento que acompaña a esta lectura: “¿Alguna vez estuviste tan desesperado que te parecía que estabas hundiéndote en el agua profunda? Las dificultades de la vida pueden ser agobiantes. Dios no promete que escaparemos de los mares turbulentos de la vida, pero sí que no nos desamparará ni nos abandonará (Hebreos 13:5).” Quiero ahondar en este versículo porque es uno más de los muchos que encontramos en la Biblia, sea el AT como el NT, que nos insisten en algo que a veces nos cuesta asimilar: El cristiano debe estar satisfecho con lo que tiene en cada momento. El Señor, en su oración ejemplo, nos enseñó a pedir sólo ‘el pan de cada día’, recalcando en nuestra necesidad de CONFIAR EN DIOS cada día, en cada instante, suceda lo que suceda, Él va ahí en nuestro barco, no ha evitado que se desate la tormenta, aparentemente está ausente, dormido, ¿tenemos derecho a temer con el Creador en nuestro viaje? Enseguida creemos que sí, que Él en su “ausencia” no se está enterando del peligro que estamos corriendo y clamamos: ¡Señor, ayúdanos, que perecemos! ¿Cuál es su reacción? “¿Por qué estáis miedosos, hombres de poca fe?” ¿Acaso no va Él Creador de los Cielos y la Tierra con nosotros? ¿No puede Él con una palabra retener a su propia creación?
“Jehová es tu protector; Jehová es tu sombra a tu mano derecha.”
Las promesas de Dios deben servirnos de aliento y CONFIANZA. Necesitamos descansar en estas promesas divinas que nos aseguran ayuda, protección y consuelo permanentes. Veremos pasar los años, veremos cambiar las circunstancias, estaremos en mejor o peor situación pero… el poder de Dios es el mismo siempre y sus promesas inmutables. Él dice: “Yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida” (Isaías 49:15-16). Leo en la hojita del calendario: “Sí, los planes de Dios pueden comprender tiempos de espera que nos parecen interminables, antes de verlo intervenir. Quizá a veces digamos, al igual que Habacuc: “¿Hasta cuándo, oh Señor, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti… y no salvarás?” Pero el silencio no es sinónimo de ausencia, y menos de abandono. La fidelidad de Dios es indefectible. ¡Tengamos fe en Dios! Incluso si nos hallamos en un túnel muy oscuro, sepamos que él está realmente ahí a nuestro lado.
“Jehová te guardará de todo mal; él guardará tu vida.”
Ayuda, oh Dios, nuestra incredulidad. Día a día das muestra de tu presencia, de tu cuidado, de tu bondad y nosotros, como demostró muchas veces el pueblo de Israel, perdemos de vista esta realidad enseguida. ¿Cómo los vamos a criticar si reaccionamos igual? No podemos. No debemos. Debemos aprender de nuestros errores y también de los suyos. Y darte gracias por tu paciencia con nosotros. Gracias Señor y perdónanos. Amén.
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