martes, 5 de junio de 2012

Titubean los reinos

Me escribe un hermano desde EEUU preguntándome por la situación en España. Las noticias que llegan allá son alarmantes y, claro, las cosas desde lejos no se ven en su justa medida, aunque desde cerca también, solo vemos lo que nos dejan ver..., lo demás lo intuimos con más o menos acierto.
Cuando uno solo tiene como base para su vida el dinero, es fácil que cuando ve tambalearse todo a su alrededor busque algo a lo que agarrarse para que en el más que probable derrumbe, no lo lleve a él por delante. Se vive un poco al compás de las noticias financieras; cada día nos bombardean con palabras y tecnicismos que a fuerza de oírlos una y otra vez, han llegado a hacerse familiares: deuda pública, prima de riesgo, recortes, economía sostenible, un montón de siglas... PIB, FMI, BCE, etc. Y especialmente todo lo relacionado con los números rojos de la Bolsa con unos gráficos descendentes que producen miedo cuando nos muestran esos perfiles con forma de precipicios vertiginosos que perforan el suelo y se pierden en el abismo...

Bramaron las naciones, titubearon los reinos;
Dio él su voz, se derritió la tierra.
Jehová de los ejércitos está con nosotros;
Nuestro refugio es el Dios de Jacob.


La semana pasada fue especialmente pesimista y, curiosamente, uno de los días abrí la Biblia en el pasaje que me indicaba mi lectura diaria y me encontré con el Salmo 46. A raíz de leerlo ese día lo he adoptado para estos tiempos de incertidumbre, porque mi refugio es Dios. Y eso te da seguridad. No consiste en agarrarse de una utopía desesperadamente como se agarra un supersticioso a su amuleto. Consiste en reconocer que Dios está por encima de todas nuestras circunstancia y al que nos ama tanto como para dar a Su Hijo por nosotros, le importa también nuestra situación en la circunstancia que sea que nos haya tocado vivir.

Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida,
Y se traspasen los montes al corazón del mar;

El mundo está enfermo con pronóstico grave y la Palabra de Dios asegura que un día pasará a formar parte del recuerdo porque Dios ha previsto crear nuevos cielos y una nueva tierra, sin contaminación de pecado, sin corrupción, sin muerte... pero, mientras esto sucede, a los que nos toca estar aquí solo tenemos 2 opciones: o estamos solos ante lo que venga o estamos con el que se ofrece ser nuestro amigo... y nuestro Padre. Dice Pablo en sus cartas: Si Dios está con nosotros ¿quién contra nosotros? No siquiera las circunstancias, aunque a veces pensamos que todo nos va en contra. Siempre nos demuestra que su Palabra es fiel, sus promesas se cumplen, su Plan tiene propósito y los que por fe nos acogemos a Él, podemos decir como el salmista:

Dios es nuestro amparo y fortaleza,
Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.

No son palabras fútiles, vanas o dichas por decir. Son palabras de Dios, el Creador de los Cielos y la Tierra, el Creador del hombre y la mujer, el Todopoderoso y al mismo tiempo el cercano Dios. La experiencia de los días pasados a su amparo, te dan la certeza de que nuestro Dios es un Dios vivo, real, todo amor, todo gracia, todo misericordia.

Como Él prevé todo, ante el asomo que cualquier tipo de duda nos sugiere:

Estad quietos, y conoced que yo soy Dios.

No os asustéis, no perdáis la calma, no gastéis fuerzas inútilmente... ¡estad quietos! ¿Se ha movido la tierra? ¿Titubean los reinos? ¿Tenemos amenaza de inseguridad? “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios.”
Conoced, conoced, conoced... “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová”, dice el libro de los Proverbios. Ese temor reverente ante la grandeza de Dios proviene de conocerlo, de saber más de Él, de vivir en su amparo. Quisiera que todos hiciésemos nuestras las palabras de Pablo poco antes de morir: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Esa expresión es la seguridad y esperanza que él sentía ante la vida y que Dios nos da a nosotros hoy ante cualquier temor o inseguridad que nos quiera contagiar como a aquellos que no tienen esperanza. “Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras” (Salmo 73:28).

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