No me gusta nada que me rechacen. ¿Y a quién le gusta?
En general empleo tiempo y
esfuerzo en medios para no ser rechazado. Me gusta caerle bien a la gente. Soy
extrovertido por naturaleza y disfruto conociendo gente y escuchar sus
historias. Por eso llevo muy mal el rechazo, las “malas caras”, las malas
miradas o las miradas desconfiadas. Me gusta ser afable con las personas y
llevo muy mal la mala educación, el anti-civismo dominante o las malas formas
ante una actitud de amabilidad o cortesía.
Sin embargo, es un riesgo que
corremos los cristianos. Es fácil ser rechazados por lo que creemos o por la fe
que profesamos. Es curioso. No me había dado cuenta hasta hoy, mientras leía mi
meditación diaria, de que Jesús fue una víctima continua del rechazo. Empezó
sufriéndolo en su mismo pueblo, por su creación, por lo que es suyo por
naturaleza: “A lo suyo vino, pero los
suyos no le recibieron” (Juan 1:11). Luego ese rechazo fue extensible a sus
mismos discípulos: “Desde entonces,
muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Jn.6:66).
Preferían rechazarle ante la espada de sus palabras que los obligaba a
comprometerse con Él responsablemente. Es verdad que este rechazo estaba profetizado:
“La piedra que desecharon los
edificadores ha venido a ser la principal del ángulo” (Salmo 118:22). “Fue despreciado y desechado por los
hombres, varón de dolores y experimentado en el sufrimiento. Y como escondimos
de él el rostro, lo menospreciamos y no lo estimamos” (Isaías 53:3). Jesús era rechazado porque no era
conforme a las ideas y a los gustos que reinan en la humanidad. Si él fue
rechazado así ¿qué podemos esperar sus seguidores? Pedro escribió sobre este
desprecio a Jesús: “La Piedra Viva, que
fue ciertamente rechazada por los hombres, pero delante de Dios es elegida y
preciosa…” y “De manera que, para
vosotros que creéis, es de sumo valor; pero para los que no creen: La piedra
que desecharon los edificadores, ésta fue hecha cabeza del ángulo, y piedra de
tropiezo y roca de escándalo.” ¿No nos alienta su sufrimiento? Él, que es
el Señor de todos, fue desechado y no le tuvieron en nada, amontonaron
desprecio sobre él. El Padre, al resucitarle, le exaltó para ser la cabeza de
la Iglesia, Piedra principal del ángulo sobre la que se sustenta todo el
Edificio, bien coordinado y firme.