domingo, 24 de febrero de 2013

MENTIRAS

La mentira se ha adueñado de nuestras vidas influenciando en todo.

Satanás es mentiroso y padre de mentira.

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Esta semana escuchaba esta frase en un contertulio en la radio: “Se han dicho muchas mentiras”. El tema del que estaban tratando era la corrupción y el descrédito en el que está viviendo la llamada clase política y ese comentario me hizo pensar hasta qué punto la mentira se ha adueñado de nuestras vidas influenciando en todo y cómo lo ha hecho sutilmente, colándose sin demasiado ruido, pero siendo el embrión de la deshonestidad y malas mañas que ambientan el devenir diario en esta situación de incertidumbre y desconfianza que nos toca vivir.
Hay un texto en el Salmo 116 que dice: “Y dije en mi apresuramiento: Todo hombre es mentiroso”. Aunque la expresión fue dicha con “apresuramiento”, como poco meditada, la razón es porque el escritor está viviendo una situación difícil, a vida o muerte, tiene que clamar a Dios por si situación desesperada y Dios le responde y es en ese contexto cuando, recordando lo que le ha llevado a esa situación, se da cuenta que la confianza indebida en las personas nos hace llegar a esas conclusiones, sobre todo cuando por medio hay una situación trágica que produce que nuestro espíritu este trastornado y presuroso y, buscando salida, encontramos lo infieles que son los hombres en general.
Una afirmación similar la leemos en el capítulo 3 de la carta a los Romanos: “Antes bien, sea Dios veraz, aunque todo hombre sea mentiroso, como está escrito: para que seas justificado en tus palabras y venzas cuando seas juzgado.” Esta respuesta es consecuencia de la pregunta del texto anterior: “¿Acaso podrá la infidelidad de ellos invalidar la fidelidad de Dios? ¡De ninguna manera!” No hay duda respecto a la primera afirmación: La verdad absoluta y completa está en Dios. La mentira está en la condición del hombre que es infiel y rompe con las demandas de Dios en lugar de perseverar en ellas. En este contexto de la infidelidad del hombre, que es en el que se está desenvolviendo David en su salmo, y con respecto a la mentira en el hombre, ninguno podemos quedar excluidos ya que todos hemos transgredido la voluntad de Dios, o sea, todos hemos pecado (vs.23). Este es el gran contraste que encontramos en estos pasajes: frente a la mentira de los hombres está la fidelidad inquebrantable de Dios.

Pero la mayoría de la gente en el mundo sigue viviendo de espaldas a Dios y esto con el beneplácito del “Príncipe de este mundo: Satanás”. Claro, esto no se lo digas a nadie que te tratará de loco y de fantasioso: “¿De qué me estás hablando? ¿Satanás? ¡Bah! ¡Fábulas de viejas!” Pero los que creemos en lo que Dios nos ha revelado en Su Palabra, entendemos muy bien la astuta maniobra y sus consecuencias. En palabras de Jesús suena así: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y queréis satisfacer los deseos de vuestro padre. Él era homicida desde el principio y no se basaba en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de lo suyo propio habla, porque es mentiroso y padre de mentira.” Contundente ¿verdad? Jesús lo conoce bien, desde el principio, prueba evidente de su divinidad. Pero para nosotros es una revelación de su trabajo y de las consecuencias que estamos sufriendo ahora como consecuencia de la permisividad de la justicia hecha por los hombres que, desemboca penosamente en injusticia, casi siempre, para los más desprotegidos.
El “padre de mentira” ha ido introduciendo la idea, poco a poco, con mucha sutileza, de que una mentira a tiempo siempre es una buena solución para “salir del paso” y lo que al principio se trataba de una ‘pequeña mentirijilla’, con el tiempo se ha convertido en una forma de vida, hasta el punto de que cuando oyes las declaraciones de cualquiera, especialmente la gente que ostenta el poder, la dirección, los hilos de una empresa o de un país, nunca puedes asegurar que lo que está diciendo es verdad o mentira. Y esto no creo que nos lo vaya a discutir nadie y, si alguien lo hace, es por defender ese modelo de vida que ya es norma dentro de la mentira.
Siempre recordaré la angustiosa situación en la que se encontraba un hermano de la iglesia por causa de su trabajo. Él, como inspector, no podía firmar la inspección de una obra a causa de las anomalías que había detectado: piezas de inferior calidad y espesores, anomalías en la infraestructura… Pero, si no daba su visto bueno, era amenazado con el despido inmediato. ¿Qué imperaba? La mentira y como consecuencia, el fraude y el engaño. ¿Qué hacer cuando un jefe te ordena que contestes con una mentira a una pregunta que lo pone en evidencia o que lo aboca a una situación que desea evitar? Los cristianos solo tenemos una respuesta: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.” Pero esa no es la norma de vida del resto que, ¿inconscientemente?, desean satisfacer los deseos de su padre quien no les pone trabas para mentir, cosa que nuestro Padre sí: Dios aborrece la mentira.

Lo curioso es que la gente comienza a estar harta de esta situación. Esta semana ha habido el debate sobre la nación, un buen ejemplo gráfico del uso de la mentira al servicio de los intereses del orador, esté en el bando que esté. ¿Consecuencia? Hastío. Cada vez escucho con más frecuencia: “Yo ya ni veo las noticias. Estoy harto de sus mentiras y engaños. Y, además, por mucho que se demuestre que son ladrones, mentirosos y corruptos, nunca devuelven el dinero ni les pasa nada.” ¿Por qué? Porque están viviendo en la sociedad que hemos creado entre todos, en la que mentir es moneda de uso corriente y como consecuencia cada vez es más difícil para los jueces averiguar donde reside la verdad en todos esos entramados de maldad. Al mismo tiempo los demás, los de nómina y los sin nómina, estamos viviendo las apreturas que nos deja la falta de trabajo, de oportunidades, de futuro y, encima, el despilfarro y abuso que se está haciendo con el dinero público. Cansa vivir con la soga al cuello sin margen de movimiento. Cansa la injusticia. Cansan los abusos.

Pero lo aceptemos o no, esta situación es la consecuencia de la forma de vida a la que se ha llegado y en la Biblia encontramos amonestaciones al respecto. Vayamos de nuevo al libro de Proverbios. “Acumular tesoros mediante la lengua de engaño es vanidad fugaz de los que buscan la muerte.” (Prov.21:6) No es muy alentador ¿verdad? Se está jugando con la vida y se está demasiado próximo a la muerte. Y ya no solo de la muerte física, sino de la muerte espiritual. Pero eso, dirán algunos, ¿a quién le preocupa? La ambición, la soberbia, el deseo de poder a cualquier precio, nubla la vista de los que buscan su beneficio a costa de la miseria de los que le rodean. La corrupción no ha alcanzado solamente a las financias, o a los amasadores de fortunas. La corrupción ha llegado a la moral de las personas y la carrera hacia la muerte es ya una carrera hacia la degradación y la basura que se esconde detrás de la máscara del pecado. Pero claro, ¡esos conceptos se han quedado anticuados!
“Si el gobernante atiende a palabras mentirosas, todos sus servidores serán unos impíos.” (Prov.29:12). ¿Por qué los servidores? Porque ‘cuando llueve todos se mojan’. Y este es el peligro que amenaza a nuestra sociedad. Que se produzca el contagio y que el comportamiento de los gobernantes, influya en los demás. ‘Los gobernadores suelen rodearse de hombres de su propia índole; si a ellos les gusta la mentira, siendo ellos mentirosos, sus ministros serán lo mismo; si ellos no saben distinguir qué es mentira, fácilmente serán engañados’, dice Carroll Gillis en su Comentario al A.T.
Como vemos es una cadena, un torbellino, un alud provocado por la mentira.

Por el contrario, los cristianos debemos vivir en la verdad y practicarla, aunque nos cueste el desprecio de los que nos rodean. Con la verdad se va a cualquier parte y nosotros como pueblo de Dios, NO mentimos. “El justo aborrece la palabra de mentira”. “Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí”. Esa es nuestra oración. Hemos conocido la Verdad y esa verdad nos ha hecho libres. No volvamos de nuevo a las cadenas del pecado. Las consecuencias de esta situación las estamos viendo a diario y es triste y desesperante. Tenemos la respuesta en Cristo. El murió por ser quien era y por decirlo, por decir la verdad. Pero en Él no se halló mentira ni falsedad. Y Él es nuestro modelo a seguir. Sabemos a dónde conduce la forma de actuar del mundo. Debemos avisarles de que ya están al borde del precipicio. Tristemente están ciegos. El príncipe de este mundo les ha cegado el entendimiento. Cristo nos ha quitado la venda.  ‘Hay un camino que al hombre le parece derecho,  pero que al final es camino de muerte.’ Hay un sólo camino para llegar al Padre, y ese camino no es una doctrina, ni una filosofía: es una Persona. Cristo no se presenta a Sí mismo como un gran maestro que, mapa en mano, puede mostrarnos la ruta al Padre. No. Él es el camino, el único camino; nadie más hubiera podido hacer lo que Él hizo: hacerse Hombre siendo Dios para dar Su vida en una cruz y así saldar nuestra deuda con la justicia divina. ¡Bendito sea Su santo Nombre!

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