La intención de los pensamientos…
Muchos pensamientos se agolpan en
nuestra mente; pensamientos para bien, pensamientos confusos, pensamientos para
mal. Éstos surgen fácilmente, tenemos facilidad para idear mal; ideamos un mal
y automáticamente, a continuación, la disculpa o la mentira para justificar ese
mal. Es más difícil enfocarnos al bien, nuestra rebeldía natural nos pone más
impedimentos, aun cuando la experiencia nos recuerda el descanso que nos deja
el hacer el bien… ¡ay! ¡pero nuestra rebeldía…!
“Porque cual es su pensamiento en
su mente, tal es él” (Prov.23:7) Incluso si su pensamiento es escaso, tal es
él, alguien que dedica poco tiempo a pensar, plano, previsible, burdo, tal vez
fácil de convencer, o difícil, porque no se va a aplicar a los argumentos que
oiga. Sencillamente seguirá su ritmo. El caso contrario nos impone un poco: ¡el
de muchos pensamientos! Si es alguien que es capaz de coordinarlos, ordenarlos,
analizarlos, es alguien de peso, inteligente, con personalidad definida. Porque
si no es así, seguramente tendrá un embrollo en su mente y su confusión,
seguramente no le lleve a ninguna parte.
Mi mente es de las que trabajan
continuamente. Filosofa, analiza, inventa, curiosea, se frena en un nudo, se
suelta respirando aliviada en un desenlace aclaratorio, se aturulla, se
despereza, quisiera tener la capacidad de la de Salomón, se conforma, más bien,
se resigna. Bueno, otros ni llegan aunque haya muchos que me sobrepasen con
generosidad…
David escribió cosas interesantes
sobre los pensamientos en sus salmos, por ejemplo en el 139, claro que, lo que
nos revela podría inquietarnos… por ejemplo: “… desde lejos entiendes mi
pensamiento”, y se lo está diciendo a Dios. Habla de su omnisciencia, de su
conocimiento que para nosotros es inalcanzable: “Tal conocimiento me es
maravilloso; tan alto que no lo puedo alcanzar.” Quizá David dedicase tiempo a
pensar en intentar comprender ese Conocimiento divino y, como nosotros, se
resignaría al llegar a esa conclusión: ¡no lo puedo alcanzar! ¡Ya sería mucho!
¿No?
Pero el hecho de que Él entre en
mi mente y conozca mis pensamientos… No me voy a poner histérico porque sé que
Él sabe, me conoce como soy y, posiblemente, se sonría cuando ve mi pobre
madeja de pensamientos intentando sacar algo en limpio, algo práctico, algo en
claro. Porque es una constante que se repite en la Biblia: “Jehová escudriña todos los corazones y entiende toda la intención de los pensamientos.” Tiene
medios y conocimiento para juzgar como el Juez justo y perfecto que es, porque,
de antemano, entiende y conoce la intención. Ya les gustaría a nuestros jueces
terrenales tener esa posibilidad…
No estamos continuamente
recordando esto porque si no tendríamos más cuidado con lo que pensamos.
Imagínate. Estar pensando mal sobre algo o sobre alguien y recordar: Dios está
leyendo mis pensamientos y viendo mi intención. Bueno, tiene una parte
positiva. Creo, si nos importa lo que Dios vea, que dejaríamos de pensar con
maldad, al menos en ese momento. Algo bueno sacaríamos ¿no?
David toma una postura
beneficiosa y bendita, cuando dice: “¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus
pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!” Ha pasado de “sus”
pensamientos personales a “tus” pensamientos, los revelados en la Palabra
Sagrada. ¿A qué pensamientos se estará refiriendo? Porque el mismo Dios nos
dice: “Mis pensamientos no son vuestros pensamientos”, aunque también conocemos
otros versículo revelador: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de
vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que
esperáis.”
Pero quiero ahondar un poco más
en lo que dice David: “¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos!” ¿Qué
dijo el gran Charles Spurgeon sobre esto? “¡Qué contraste es todo esto con la
noción de los que niegan la existencia de un Dios personal, consciente!
¡Imaginémonos un mundo sin un Dios personal, pensante! ¡Concibamos una
providencia gris, como una máquina, la paternidad de una ley! Una filosofía así
es dura y fría. Lo mismo podría un hombre buscar reposo para su cabeza sobre el
filo de una navaja en vez de una almohada. Pero un Dios que está pensando siempre en nosotros hace un
mundo feliz, una vida rica y un cielo después.”
“Si los enumero, se multiplican
más que la arena.” (v.18) “La tarea de contar los pensamientos de amor sería interminable. Si intentáramos contarlos,
fracasaríamos porque lo infinito no cae dentro de la capacidad de nuestro pobre
intelecto… Tus pensamientos de amor son tantos que mi mente nunca puede
apartarse de ellos; me rodean a todas horas. Me acuesto, y Dios es mi último
pensamiento; me levanto, y hallo mi mente rondando por las puertas de su
palacio; Dios siempre está conmigo, y yo siempre estoy con Él. Esto es vida
verdaderamente.” C.H.S.
Ahí quería yo llegar. La
meditación del gran evangelista Spurgeon se mezcla y armoniza con las palabras
del escritor inspirado David y ¡que grandeza! ¡Cómo me gustaría hacer mías sus
palabras, pero, me falta tanto! Que Dios fuese mi último pensamiento al acabar
el día y el primero al iniciar una nueva jornada. ¿Qué sucede? Que unas veces
la ansiedad, otras veces el problema que adivino en la cercanía; unas veces
aquel trabajo que está pendiente de resolverse, otras veces la preocupación por
la salud propia o de un ser querido… Pensamientos, inquietudes, razonamientos, soluciones
alejados del Único que se preocupa por mí… ¡Menos mal que conoce las
intenciones de esos pensamientos y la debilidad de su propietario! Puede que
David llegase también a este tipo de conclusiones porque termina el salmo
escribiendo esto: “Examíname, oh Dios y conoce mi corazón; pruébame y conoce
mis pensamientos. Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame por el camino eterno.”
Guíame Señor. Amén.
Amen!
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