A veces se nos trata a los
creyentes como a persona ingenuas por creer en la existencia de
Dios; a veces
se no compara con esos niños que como fruto de su fantasía, se inventan un
amigo imaginario con el que juegan, hablan…
La Biblia dedica muchos textos
para explicar las evidencias de la existencia de Dios, pero también nos revela
la reacción divina ante la incredulidad humana, por ejemplo cuando dice: “Porque la ira de Dios se revela desde el
cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la
verdad” (Romanos 1:18).
Partiendo de la base de que Dios
es un Dios de Verdad porque la Verdad forma parte de su esencia (“Dios de verdad y sin ninguna iniquidad en
él” (Deuteronomio 32:4)), algo que reafirmó Jesús cuando dijo: “Yo soy la verdad”, es duro ver que hay
hombres que dedican sus esfuerzos en detener esta Verdad mientras que no se
inmutan ante el avance del poder de la mentira en el mundo.
“Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo
manifestó. Porque las cosas invisibles de Él, su eterno poder y deidad, se
hacen claramente visibles desde la
creación del mundo, siendo entendidas por
medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos
1:19-20). La misma creación habla de diseño, orden, denota sabiduría, son
evidencias visibles que el hombre trata de encubrir con una espesa niebla de
argumentos humanos interesados en ocultar Su presencia. Claro, tienen un
problema: si Dios lo ha manifestado ¿cómo ocultarlo? Pues utilizando todas las
artimañas posibles de las cuales se vale con gran destreza el príncipe de este
mundo, el padre de mentira, Satanás, que en un esfuerzo titánico y concienzudo,
riza el rizo consiguiendo poner en duda su propia existencia, de manera que
puede aún trabajar en las mentes y en las conciencias de las personas como si
ellas mismas fueran las inventoras de sus argumentos. “Cuando habla mentira de suyo hable; porque es mentiroso, y padre de
mentira” dijo Jesús que lo conoce bien.
La misma conciencia humana
denuncia la existencia de una Ley escrita en nuestros corazones que nos indica
claramente lo que está bien y lo que está mal ¿De dónde saldría sino esta
lógica para distinguir lo correcto de lo que no lo es si Alguien infinitamente
superior y sabio no lo hubiese estipulado desde el principio de manera que
nuestras propias conciencias nos acusan o defienden nuestros propios
razonamientos?
Nuestra propia creatividad… ¿Qué
decir de la música que componemos, de la belleza impresa en la poesía, de la
sensibilidad y grandeza de los maestros pintores, de los que esculpen la piedra
y reproducen auténticas maravillas…? ¿Cómo explicar esta explosión de belleza,
de plástica, de armonía? ¿No será que estamos reflejando atributos del propio
Creador? ¿Ha desarrollado el hombre esta maravilla evolucionando desde cero o
será que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y de ahí su capacidad?
Fijémonos como habla la Biblia de
algunos artistas: “Besaleel… lo ha
llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en ciencia y en todo arte, para proyectar diseños,
para trabajar en oro, en plata y en bronce…”, “Aholiab… y los ha llenado de
sabiduría de corazón, para que hagan toda obra de arte y de invención, y de
bordado en azul, en púrpura, en carmesí, en lino fino y en telar, para que
hagan toda labor e inventen todo diseño” (Éxodo 35:30-35).
Cuando leo como el Espíritu de
Dios llenó a estos hombres en sabiduría, inteligencia, ciencia y en todo arte,
recuerdo que lo primero que noto ante una buena obra de arte es la evidencia de
la existencia de Dios. No hace mucho tiempo, visitando una exposición del
pintor Sorolla en el Prado en Madrid, me quedé como hipnotizado por uno de sus
cuadros, no podía seguir viendo los siguientes cuadros de la exposición, sentí
una emoción que me embargaba porque me había “enganchado” la sencillez y la
belleza de aquel cuadro. Y lo pensé: ¿Cómo el hombre ha podido desarrollar una
sensibilidad tan especial simplemente evolucionando? Es evidente que el haber
sido creados a imagen de Su Creador se denota en sus obras artísticas y en
otras sin ser dentro del arte que hablan de un genio y una sabiduría superior.
La epístola a los Hebreos en su introducción,
hace un repaso sobre las diferentes maneras en que Dios se nos ha dado a
conocer: Primero, hablando. Dios es un Dios de comunicación y quiso revelarse
desde el principio hablando a los hombres. Me gusta esa descripción que se hace
en Génesis 3 cuando dice que Adán y Eva oyeron
la voz de Jehová que se paseaba por el jardín en la brisa del día… Esa era
la comunión perfecta que Dios había pensado, que el hombre pudiese tener
conversaciones naturales con Dios, conversaciones jugosas para aprender
sabiduría y conocer más a nuestro Padre, sin obstáculos, sin interferencias, de
tú a tú… ¡Qué maravilla! “Dios, habiendo
hablado en otro tiempo muchas veces y de muchas maneras a los padres por los
profetas” (Hebreos 1:1). Solo el Antiguo Testamento desde el libro más
antiguo, probablemente Job, hasta el último Malaquías, fue escrito en un arduo
trabajo conjunto del Espíritu Santo y los profetas durante siglos, revelando
las palabras que Dios les decía (“para
que recordéis las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas…”
(2ª Pedro 3:2)), de manera que cada uno de los textos proféticos es Palabra
inspirada por Dios y contienen toda la autoridad de la voz de Dios de la voz de
Dios hablando en ellos.
“En estos últimos días, sigue diciendo Hebreos 1, nos ha hablado por el Hijo. Cristo
revela cómo es Dios en forma humana. Dios ha estado enviando mensajes a través
de mensajeros a los que se ha despreciado, perseguido e incluso matado. Eran
mensajeros con Su mensaje enviados a un “campo enemigo” que nunca quiso
confraternizar con Él, de manera que se presenta Él mismo en persona, en forma
humana, en la segunda persona de la Trinidad, el Hijo: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y contemplamos su
gloria, como la gloria del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan
1:14). Es la máxima revelación, es la evidencia definitiva de la existencia de
Dios. Jesús hace visible a nuestros ojos al Invisible. Juan de la Cruz, un
religioso y poeta místico del renacimiento español, escribió sobre Hebreos 1 en
su obra ‘Subida del Monte Carmelo’: “En lo cual (Hebreos 1:1) da a entender el
apóstol que Dios ha quedado como mudo y no tiene más que hablar porque lo que
hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en él todo, dándonos al
Todo que es su Hijo. Por lo cual el que ahora quisiese preguntar a Dios, o
querer alguna visión o revelación, no solo haría una necedad, sino hará agravio
a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa
o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera diciendo: ‘Si te
tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo
otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los
ojos sólo en Él, porque en Él te lo tengo dicho todo y revelado, y hallarás en
Él aún más de lo que pides y deseas. Porque tú pides locuciones y revelaciones
en parte, y si pones en Él los ojos, lo hallarás en todo; porque Él es toda mi
locución y respuesta, y es toda mi visión y toda mi revelación’.”
La última evidencia que tenemos
los creyentes de la existencia de Dios es la comunión y la participación del
Espíritu Santo en nuestro corazón. Josh McDowell escribe en su libro ‘Evidencia
que exige un veredicto’:
“Las declaraciones de gran número
de personas que confiesan a Cristo son asombrosamente similares, a pesar de las
diferencias de lugar, tiempo, medio ambiente o formación cultural. Ellos
confirman que Cristo satisface las más profundas necesidades mentales y
espirituales de todos los intelectos, edades, razas y nacionalidades. Las
siguientes citas apoyan estos puntos.
Bernard Ramm: “Nosotros los cristianos sentimos que hemos tenido
las mismas experiencias esenciales… No solamente decimos cosas similares, sino
que nos sentimos del mismo modo respecto de ellas, y las valorizamos de la
misma manera. Es el espíritu el que da testimonio al espíritu. La razón que
está debajo de todo es que hemos sido salvados por el mismo Dios, mediante el
mismo Salvador, y por el mismo Evangelio.”
E. Y. Mullins: “Yo tengo, al menos para mí, evidencia irrefutable
de la existencia objetiva de la Persona que me mueve de este modo. Cuando yo
añado a esta experiencia personal la de las decenas de miles de cristianos
vivientes, y una línea ininterrumpida de ellos que se remonta hasta Cristo, y
cuando encuentro en el Nuevo Testamento un registro múltiple de experiencias
semejantes, junto con un relato claro del origen y causa de todos ellos, mi
certidumbre llega a los límites de lo absoluto. Una de las tareas más urgentes
que descansa sobre la moderna cristiandad es declarar con claridad y vigor las
cosas ciertísimas de la experiencia cristiana.”
Gordon Allport: El cristianismo “… lo tiene todo. Para la mente
teórica, él puede acomodar todo lo que la ciencia puede descubrir y aun desafía
a la ciencia a cavar cada vez más profundamente. Para la mente social, contiene
todas las carreteras que conducen a las relaciones sociales exitosas y justas,
aun hasta la solución a los problemas de la guerra. Para la mente estética, le
da una concepción absolutamente satisfactoria de la armonía y de la belleza.
Para las mentes económicas y políticas, les da un significado a la producción y
al poder, y una guía de conducta.
Sus metas e ideales están siempre
más allá de lo que cualquier ser humano puede lograr plenamente. El
cristianismo nunca puede hartar, pues aun para los más santificados, la
perfección cristiana es una meta que está delante de ellos. Los objetivos
cristianos son demasiado altos como para hacer posible un logro completo.
Habiendo experimentado una vez la bendición de la certidumbre, aunque sea por
un momento, uno jamás estará satisfecho, sino que será impulsado a buscar ganar
de nuevo esta experiencia y extenderla durante toda su vida.”
En el análisis final, se ve claro
que es el contenido de la fe cristiana lo que la hace única. Robert O. Ferm
concluye: “Es por esta razón que debe insistirse en que es necesario estudiar
el fenómeno completo de la conversión, no desde el punto de vista del
psicólogo, sino desde el del estudiante de las Escrituras, pues el psicólogo
como tal, no tiene medios por los cuales juzgar su genuinidad. Debe, por
consiguiente, convertirse en un estudiante de las Escrituras, y plenamente
informado en ellas, y renacido por el Espíritu de Dios, estará equipado para
estudiar el fenómeno tal como se aplica a los evangélicos.””
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Hola! anímate a dejar tu comentario ¡Bendiciones!
Toda opinión es respetada pero comentarios que difamen el nombre de Dios serán ELIMINADOS.