“En cuanto a lo demás, hermanos,
todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo
lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si hay algo que
merece alabanza, en esto pensad.” (Filipenses 4:8)
¿Podemos controlar nuestros
pensamientos? Cuando el apóstol Pablo escribió la carta a los filipenses, entre
otras cosas, les envió este consejo acerca de la vida del pensamiento. ¡Qué
contraste ¿verdad? para los tiempos en que vivimos! Lo honorable, lo que es de
buen nombre… suena a tiempos lejanos,
suena a costumbres perdidas. Bueno, esta carta se cree que fue escrita entre
los años 60 y 63 d. C., pero, como está escrita inspirada por el Espíritu Santo
de Dios, podemos decir que es atemporal porque lo que está escrito en ella,
aunque en principio iba dirigida a los cristianos filipenses, hoy va dirigida a
todos los verdaderos cristianos, los que han creído en Cristo de verdad y
quieren vivir como cristianos, esto es, seguidores de Jesús.
Pero, ¿podemos conseguir pensar
solamente de la manera que nos aconseja este texto en el tiempo que nos ha
tocado vivir? Muchas veces mi mente se llena de las cosas que no quiero y lucho
para conseguir quitarlas de ella porque me llevan a otra época y a otras
situaciones que he dejado atrás, con las que ya no quiero tener nada, pero, sin
embargo, vienen a mi mente.
En otras ocasiones, consciente o
inconscientemente, provoco que la mente se llene de cosas distantes u opuestas
a las del consejo de Pablo. ¿Cómo? Pues con una película, un programa de tv, un
debate en la radio, un artículo en la prensa. Hay mil “entradas” a nuestra
mente que buscan exactamente lo contrario a “todo lo puro”. Los psicólogos
están de acuerdo en los peligros que arrastran los ‘pensamientos negativos’ y
en este consejo lo que vemos es una invitación a pensar positivamente.
Todo lo que es verdadero.
“¿Qué es la verdad?” le dijo
Pilato a Jesús y hoy podríamos decir: “¿Quién dice la verdad?” en un mundo
donde se utiliza la mentira constantemente como si fuese verdad. Ha llegado a
ser tan corriente el uso de la mentira que en el trabajo, por ejemplo, lo toman
como un requisito normal para sacar adelante un proyecto, un problema, una
situación. ¿Mentira? Es una mentirijilla, una mentira ‘piadosa’, un ‘salir del
paso’… ¿cómo? ¡mintiendo! A veces los cristianos nos sentimos tan acorralados
con esta situación que nos encogemos de hombros y miramos para otro lado ante
un problema que creemos insalvable. Entre las personas se justifican muy
fácilmente: ¿qué problema hay? todo el mundo lo hace, si no mientes ¿eres
tonto? ¿te quieres meter en un problema con tus superiores? Sin embargo lo
verdadero forma parte de la forma correcta de vivir de un cristiano porque todo
lo que encierra ese texto es la mente de Cristo, justamente al que queremos
seguir e imitar. Todo lo verdadero es aquello que no es falso, es aquello en lo
que se puede confiar, es sincero, es real. ¿En quién se pude confiar plenamente hoy en día? La respuesta debería
ser ¡en un verdadero cristiano! Porque piensa y busca lo verdadero, porque es
seguidor de la Verdad con mayúsculas porque Jesús aseguró que Él es la Verdad.
Entonces ¿cómo vamos a guiar nuestros pensamientos a lo falso, a la mentira?
Satanás es el príncipe de la mentira y, lógicamente, sus seguidores mienten
porque lo imitan bien, fielmente. Pero todo lo que es verdadero está
relacionado con la verdad, no con la mentira. Un cristiano verdadero no debe
perder tiempo en pensar en el engaño, debe huir del engaño, de la hipocresía…
la verdad es parte de la armadura del cristiano.
Todo lo honorable.
Mira lo que dice el diccionario
por honor: “Cualidad que lleva a una
persona a comportarse de acuerdo con las normas sociales y morales que se
consideran apropiadas: un hombre de honor.”
Lo que sucede que esas normas
sociales y morales se han ido manipulando y “adaptando” a la llamada modernidad
que busca la plena libertad del hombre en lo que concierne a esas normas y a
esa moralidad, se huye de las normas y se las llama represivas en el momento en
que frenan la ambición y el deseo del hombre marcado por el estigma del pecado,
guiado por el instinto pecaminoso de huir de la presencia de Dios, de no
obedecer sus mandamientos.
Jesús dice que los cristianos
somos la luz y la sal de la tierra, así que pensar y actuar respetablemente,
decorosamente, seriamente, traerá como consecuencia el decoro perdido en la
conversación, en los modales y en las costumbres. Al menos, mientras haya
cristianos, se mantendrá el sabor de la sal.
Todo lo justo.
Hasta los no creyentes saben y
ven que la injusticia campa en el mundo a sus anchas. Quiero creer que todavía
hay jueces y responsables de la ley que quieran, honradamente, implantar
justicia, ser justos; ese es el pensamiento que conducía el actuar de Jesús.
Tanto para los hombres como para
con Dios, justo significa recto ¿y
qué es lo recto? Lo que es conforme a la Voluntad de Dios, expresada en Su
Palabra, aquello que Dios aprobaría.
Todo lo puro.
En un mundo donde reina la
impureza, pensar en lo puro es como gozar de una bocanada de aire fresco en un
lugar lleno de humo. En la misma línea de los pensamientos anteriores, puro se refiere al elevado carácter
moral de la vida de una persona. En el diccionario da hasta diez acepciones,
pero en el tema que nos ocupa, señalaría dos: Libre y exento de toda mezcla de
otra cosa. Libre y exento de imperfecciones morales.
Pensar en todo lo puro en el caso
del cristiano tiene que ver con alejarse de mezclas con lo contaminado, tiene
que ver con nuestra vida de santidad, tiene que ver con nuestra decisión de
seguir a Jesucristo, tiene que ver con nuestro alejamiento del pecado.
Todo lo amable.
Cuánto se agradece la respuesta
amable de una persona. Cuanto se agradece una sonrisa en respuesta a un
sencillo gesto de amabilidad en la calle, en el transporte, en el trabajo…
Parece que las prisas, los agobios de tiempo, los problemas, las ambiciones, el
egoísmo, el YO, parece que todo se ha confabulado para dejar de lado la
amabilidad.
¡Qué gestos de amabilidad
encontramos en la Biblia! “Más bien, si
tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; pues
haciendo esto, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido
por el mal, sino vence el mal con el bien” (Romanos 12:20-21). ¡Está
hablando de nuestro enemigo! ¿Seremos capaces de llevar esto a la práctica? No,
si nuestro corazón no está renovado por el poder de Dios; no si Cristo no es el
centro de nuestra vida; no si el Espíritu Santo no mora en nuestro corazón y lo
va transformando, poco a poco, en un corazón de carne cuando antes era de
piedra. El comportamiento amable que llega a estas alturas, refleja amor.
Todo lo que es de buen nombre.
Lo que es de buena reputación,
también se ha traducido por lo que es de buena fama, o sea, lo que impacta al
mundo por su vida correcta, ejemplar, educada, sencilla, humilde, buena. En
esto pensad. Cuán alejado de la triste realidad del mundo que ya no le da valor
a nada de esto, que se vive en una confusión de pérdida de valores y de sentido
ético.
Si hay virtud alguna, si hay algo
que merece alabanza, en esto pensad.
El consejo queda escrito y
comentado. Es responsabilidad del cristiano luchar para que sus pensamientos
vayan encaminados según la Palabra de Dios. El mismo apóstol Pablo se pone de
ejemplo, v.9.- “Lo que aprendisteis,
recibisteis, oísteis y visteis en mi, esto haced; y el Dios de paz estará con
vosotros.”
Nuestro deseo es ese, que el Dios
de paz esté siempre a nuestro lado para cobrar fuerzas ante tanta oposición. El
mundo va camino al precipicio pero Dios no quiere que la gente caiga en él, por
eso ha enviado a Su Hijo, por eso ha preservado a la Biblia para que a través
de las edades nos fuese avisando del Plan bendito de Dios y también de lo que
habría de venir y lo que sucederá cuando se presente el juicio final y
definitivo. Lo que habría de venir, ha venido, estamos viviéndolo aunque no
sabremos cuando será el final porque solo el Padre lo sabe, pero, por nuestra
parte, estamos deseando que llegue para que se termine la injusticia, la
barbarie, el hambre, las guerras, los abusos, y todo lo que ha contaminado el
pecado, la desobediencia a Dios.
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