Estamos asistiendo estos días con total impotencia, a la
puesta en libertad de terroristas, violadores y no sé cuantas más personas
tristemente conocidas por sus delitos: asesinatos a sangre fría o por medio de
bombas, asesinatos al fin y al cabo, violaciones, abusos, en fin, están
saliendo de las cárceles de España estas personas poseedoras de un currículo
tan triste que las personas honradas no quieren ni imaginar cómo hay que
pensar, ya no razonar, para alcanzar estas cotas de miseria y degradación.
Estas personas salen como consecuencia de la derogación de
la llamada “doctrina Parot” que las obligaba a estar más tiempo en la cárcel
entendiendo que las penas que hasta ahora habían cumplido, y que siempre
suponían una parte proporcional muy baja (a mi entender) de la pena con la que
habían sido castigados (alguno salía cumpliendo 20 años habiendo sido condenado
a medio siglo de cárcel, pero hay otros condenados a miles de años en las
mismas condiciones), no llegaba para cumplir, al menos, el máximo de 30 años de
cumplimiento efectivo previsto en el Código Penal anterior.
El Tribunal de Estrasburgo derogó esa doctrina que hasta
ahora había evitado las excarcelaciones de decenas de terroristas. Consideró
que su aplicación era inconstitucional.
Claro, las situaciones que se están dando ahora en algunos
lugares, en los que los familiares de los cientos de víctimas, se pueden cruzar
con los asesinos por la acera, es sobrecogedora. A mí me recordó esas escenas
de las películas en las que una banda de malhechores asalta una prisión por
medio de explosivos o como sea, abre las puertas y salen a la calle en bandada
toda clase de delincuentes.
¿Qué consecuencia va a resultar de todo esto? Parece que
nadie lo prevé porque ahora están soltando a violadores y asesinos que se
reconocen “no curados” y que pueden volver a recaer en los mismos delitos por
los que han sido encerrados.
La noticia de hoy es la expulsión de un famoso político
italiano del Senado, acusado de fraude fiscal aunque todavía tiene cuatro
causas más pendientes a las que enfrentarse en los tribunales, entre las que
destaca la de incitación a la prostitución de menores y abuso de poder. Pues
bien, este famoso personaje ha sido aclamado por una multitud de seguidores de
su partido cuando se supo la sentencia, recordándome la escena, salvando las
distancias, a aquella otra en la que el gobernador Julio César presentó a la
multitud de los judíos a Jesucristo y a Barrabás:
“En el día de la
fiesta el gobernador acostumbraba poner en libertad a un preso, el que el
pueblo quisiera. En aquel momento tenían un preso muy famoso, llamado Barrabás.
Pilato se reunió con ellos y les preguntó: “¿A quién quieren que les suelte: a
Barrabás, o a Jesús, al que llaman el Cristo?” Y es que Pilato sabía que ellos
lo habían entregado por envidia. Mientras él estaba sentado en el tribunal, su
mujer mandó a decirle: “No tengas nada que ver con ese justo, pues por causa de
él hoy he tenido un sueño terrible»”. Pero los principales sacerdotes y los
ancianos persuadieron a la multitud de que pidieran a Barrabás, y que mataran a
Jesús. El gobernador les preguntó: “¿A cuál de los dos quieren que les suelte?”
Y ellos dijeron: “¡A Barrabás!” Pilato les preguntó: “¿Qué debo hacer entonces
con Jesús, al que llaman el Cristo?” Y todos le dijeron: “¡Que lo crucifiquen!”.
Ya ven, el mundo no ha cambiado tanto. Barrabás salió libre
y Jesucristo, el único hombre justo que ha pisado esta tierra, fue martirizado
e injustamente crucificado. Vivimos una situación en la que los malhechores están
en la calle y los justos que cumplen con sus pagos, con sus recibos, con
hacienda y se preocupan por un euro arriba o abajo que se mueve en su
declaración de la renta, los que trabajan honradamente por una nómina, los que
todavía no tienen la conciencia completamente cauterizada, esos, ciudadanos
honrados, tienen que correr con los gastos, por medio de los impuestos, de los
que ya ni conciencia tienen, que roban millones a mansalva y que no devuelven
ni uno aun reconociéndolos culpables en los juicios contra ellos. Duelen esas
sonrisas ante las cámaras, al salir de los edificios de los juzgados, diciendo
con todo el cinismo que son inocentes, cuando todo el mundo ha visto el tren de
vida que llevaban a pesar de, ‘oficialmente’, vivir del sueldo de una nómina de
funcionario. Y cuanto más subimos en el escalafón, peor.
Parece que, poco a poco, se está volviendo a “la ciudad sin
ley” aquella famosa de las novelas de vaqueros.
Como cristiano veo la mano de Satanás detrás de todo esto.
Las escenas de la película se están volviendo reales, auténticas. Está soltando
a los malhechores utilizando todos los subterfugios habidos y por haber y en el
pueblo estamos atónitos, pasmados, sin reacción porque no podemos menos que
preguntarnos ¿qué está pasando? “pues
como ellos no creen, el dios de este siglo les ha cegado el entendimiento”, nos
dice la Biblia. Así actúa el “dios de este siglo”, poco a poco va moviendo sus
hilos y la vida en este planeta cada vez se está volviendo más peligrosa si
eres honrado y más fácil si estás de su lado porque a él se le conoce por
muchos nombres, bíblicamente hablando, pero uno que tengo presente viendo lo
que veo, es con el que le acusó Jesús: “padre de mentira y engaño”. “Ustedes son de su padre el diablo, y
quieren cumplir con los deseos de su padre, quien desde el principio ha sido un
homicida. No se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla
mentira, habla de lo que le es propio; porque es mentiroso y padre de la
mentira.”
La buena noticia es que Cristo ya lo ha vencido (“Desarmó además a los poderes y las
potestades, y los exhibió públicamente al triunfar sobre ellos en la cruz.”
(Colosenses 2:15)), pero tienen que cumplirse las cosas escritas y todavía falta
un poco hasta que el tiempo de Dios se cumpla, Cristo vuelva para reinar y el
demonio sea encadenado y enviado al abismo (“El diablo, que los había engañado, fue lanzado al lago de fuego y
azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta. Y allí serán atormentados
día y noche por los siglos de los siglos.” (Apocalipsis 20:10)). Amén.
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