Ya he escrito alguna vez sobre el cáncer del miedo que nos
quiere dominar, pero a medida que sigo avanzando en edad y por tanto en
experiencia, a medida que avanzo de la mano de Dios, aprendo cada día algo
nuevo y esta vez he aprendido que el tener miedo es opuesto a llamarse
cristiano ¿Por qué? Porque los cristianos vivimos por fe, creemos en nuestro
Salvador por fe, le seguimos por fe y esperamos una salvación y una vida eterna
por fe ¿Por fe en qué? En la palabra y las promesas de Dios. Y si Dios nos está
prometiendo que pase lo que pase todo va a ir bien porque Dios tiene el control
de nuestras vidas, el miedo está diciéndonos o queriéndonos convencer
exactamente de lo contrario: “tengo miedo porque las cosas no van a ir bien”.
Por lo que llego a la conclusión de que el miedo también es
una tentación de Satanás y para el cristiano una prueba de su fe en la fidelidad
de Dios.
Yo creo que una de las frases que más se repite en la Biblia
es la promesa de Dios de que “no te dejaré ni te desampararé” y la diferencia
entre Dios y nosotros es que lo que él promete lo cumple siempre; el problema
es que nosotros no parece que le queramos creer y ahí es cuando nos ataca el
miedo, el temor a lo que va a pasar ante algo a lo que nos vamos a enfrentar
solos… porque así lo hemos querido. ¿Cómo es que así lo hemos querido? Desde el
momento en que hacemos frente a cualquier problema como cristianos sin contar
con las promesas y la ayuda de Dios, es que, evidentemente, no le estamos
creyendo y, además, estamos pecando de incredulidad porque Dios quiere que
tengamos fe en Él y sin fe es imposible agradar a Dios (He.11:6).
Precisamente esa es una de las grandes diferencias entre los
que verdaderamente han creído en Jesucristo y en su salvación y los que no. En
esta vida todos tenemos problemas, dificultades, enfermedades, en fin, un sinfín
de contratiempos fruto del distanciamiento y la enemistad entre el hombre y
Dios. El hombre natural se enfrenta a todo eso solo, con sus principios, su
capacidad, sus conocimientos y todos aquellos recursos humanos de los que pueda
echar mano. El hombre espiritual, el verdadero cristiano, se enfrenta a los
mismos problemas… pero no solo porque Dios nos ha prometido “no te dejaré”, o
en palabras de Jesús cuando estuvo en la tierra: “no os dejaré solos” y su
presencia más cercana y tangible se personó en la persona del Espíritu Santo
morando en nuestro interior (2 Ti.1:14).
Como consecuencia de esto, hay algunos textos muy
interesantes que nos recuerdan que el miedo no tiene justificación en nosotros
y, tal vez el más claro, sea 2 Timoteo 1:7.- “Porque no nos ha dado Dios
espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” Si el
Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu que nos incite al temor
entonces en nuestra vida no debería haber temor… debería haber fe, fe en la
seguridad y en la certeza de que las promesas de Dios se van a cumplir en
nosotros y la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida nos va a proveer la
ayuda y los recursos necesarios para hacer de nuestra vida un servicio prioritario
a las cosas de Dios ¡sin temor!, sabiendo que esos recursos son divinos,
producen hechos extraordinarios en el Nombre de Jesús a través y en nuestra
vida y nos animan a vencer el miedo y,
por supuesto, a no avergonzarnos (como dice el texto siguiente), de dar
testimonio de nuestro Señor, ya que el miedo es el obstáculo mayor para testificar
a los demás de lo que ha hecho Cristo en nuestras vidas.
El apóstol Pablo insiste mucho en este asunto: “Si Dios está
conmigo ¿quién contra mí?”, o, en otras palabras, “Si Dios está conmigo a donde
quiera que yo vaya ¿Cómo podría tener miedo?” Es la respuesta lógica de
aquellos que han comprendido que Dios no miente, no falla porque cada día se
renueva su fidelidad y que, por tanto, podemos tener la plena certeza de que lo
que Dios ha prometido que va a cumplir ¡ya está hecho!
Entiendo que es una lucha innata porque parece como que el
miedo formase parte de nuestra naturaleza, como una emoción primaria igual que
puede ser otra emoción cualquiera: tristeza, alegría, pena, angustia… Pero hay
emociones que vienen lógicamente como consecuencia de las circunstancias que
nos rodean como, por ejemplo, he mencionado en primer lugar la tristeza. Se nos
va un ser al que queríamos mucho ¿Cómo reaccionamos? Con tristeza… hasta que
nos hacemos a la idea y nos acostumbramos a su ausencia.
¿Alegría? Pues lo contario ¿no? Esa persona que estaba tan
lejos que hacía tantos años que no veíamos y que, de repente, te dice que viene
unos días a verte… ¡qué alegría! O la noticia de que nuestra hija, nuestro hijo
va a ser madre-padre… ¡Qué alegría! Y así sucesivamente con todas nuestras
emociones… pero ¿el miedo? El miedo en un hijo de Dios no tiene cabida porque
es una equivocación pensar que Dios nos va a fallar, porque, en el caso de que
pensemos eso, le estaremos haciendo a él mentiroso y “Dios no es hombre para que
mienta”, ni para que actúe como si se tratase de un débil ancianito: “No
permitirá que resbale tu pie, ni se adormecerá el que te guarda. He aquí, no se
adormecerá ni se dormirá…” (Sl.121:3-4).
Voy a terminar este comentario con otro hermoso pasaje: “Porque
él mismo ha dicho: Nunca te abandonaré ni
jamás te desampararé. De manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi socorro y no temeré. ¿Qué me
podrá hacer el hombre? (He.13:5-6). Las dos citas que da aquí la Carta a
los Hebreos están sacadas del Antiguo Testamento y como promesas de Dios, se
han venido repitiendo a lo largo de la historia de la humanidad, como Palabra
de Dios, invariable, fiel. Estas palabras han ayudado a miles de cristianos a
lo largo de los siglos y de las diferente edades y llegan incólumes,
intachables, vivas, hasta nosotros. Son la fuerza, la roca en la que nos podemos
sustentar, firmemente, más que firmemente, diría yo, porque Dios es el mismo
ayer, hoy y por los siglos y al ser sin variación sus promesas también son
invariables. Nuestra confianza y nuestro contentamiento se basan en las
promesas de Dios. Si Dios nos ha librado del temor a la muerte ¿cómo entonces
es que podemos temer a cosas menores? Los hombres pueden quitarnos nuestras
posesiones materiales; pueden quitarnos incluso el cuerpo material que
habitamos pero no nos pueden tocar la vida y la riqueza eterna que tenemos en
Jesucristo, nuestro bendito Salvador. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Hola! anímate a dejar tu comentario ¡Bendiciones!
Toda opinión es respetada pero comentarios que difamen el nombre de Dios serán ELIMINADOS.