jueves, 5 de junio de 2014

La Fe

La fe es la constancia de las cosas que se esperan, la comprobación de los hechos que no se ven.
Creemos por fe

Creemos por fe; creemos en lo que Dios nos cuenta en Su Palabra por medio de la fe… es más, la fe viene al leer esta Palabra Sagrada de manera que se produce una obra de Dios en nosotros por medio del Espíritu Santo. La fe es un don del Espíritu. Es la que nos hace tener esa constancia, ese convencimiento de que Dios está ahí. Los apóstoles le dijeron a Jesús: “Auméntanos la fe”. Cómo será de pequeñita nuestra fe que Jesús les/nos respondió: “Si tuvieseis fe como un grano de mostaza, diríais a este sicómoro: ¡Desarráigate y plántate en el mar! Y el árbol os obedecería.” ¡Mucho nos queda por ver y aprender!
Lo grande de todo esto es que somos salvos por medio de la fe ¿Cómo es esto? Bueno, el Señor nos salva por gracia (favor inmerecido), por medio de la fe según dice en Efesios 2:8. ¿De qué nos salva? De la muerte eterna. Ser salvado es pasar de muerte a vida y esto sólo nos lo puede regalar Dios gracias a que Jesús pagó por nosotros el precio de nuestro pecado. Ahí actúa la gracia infinita de Dios, la gracia perdonadora de Dios porque la salvación es de Dios.
Pero entonces ¿qué significa que es “por medio de la fe”? Bueno, la fe es el instrumento que Dios nos da para alcanzar la salvación. La fe es el medio, no la causa, y es también un don de Dios. De Él viene todo para que podamos ser salvos: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es DON de Dios. No es por obras para que nadie se gloríe.”
La fe es el instrumento, el canal por medio de la cual se reciben los beneficios de la obra de Cristo y, además, es el único medio. Jesús predicó esto con insistencia: “El que oye mi palabra y cree…” Oír… la Palabra, creer… a consecuencia de Ella. Nada puede proceder de nosotros para alcanzar la salvación. La confianza de que lo que leemos procede de Dios mismo y la aceptación de que lo que hizo Jesús (narrado en esa Palabra), nos salva, es una demostración de que ese regalo de Dios, esa fe, ha entrado en nuestro corazón. “…para vosotros (esta fe) es indicio de salvación; y esto procede de Dios.” (Fil.1:28) “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.” (Ro.5:1). Además, es imposible agradar a Dios sin fe (He.11:6), porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe…” No se trata de aceptar la existencia de Dios así, sin más, como un pobre crédulo. Es por medio de la fe que, casi podríamos decir, “vemos” al Invisible: “A Dios nadie le vio jamás; el Dios único que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.” (Jn.1:18) “Tanto tiempo he estado con vosotros, Felipe, ¿y no me has conocido? El que me ha visto, ha visto al Padre (Jn.14:9).
Entonces vamos entendiendo la función de la fe porque es imposible intentar acercarse a Dios para adorarlo, pensando que no existe. Es imposible. No puedo tener comunión personal con alguien como si estuviese inventándome un “amigo invisible”. La fe, dada por Dios, me revela su existencia. Es como una combinación de todo. Tu coges la Biblia y lo primero que lees es “En el principio creó Dios…” y ¡ya está Dios ahí! La Biblia comienza haciendo esa tremenda declaración que el hombre rechaza de plano: ¡Dios es el creador de todo cuanto existe! ¡Y ya está! Él estaba ahí, y en otros pasajes nos dice que ya estaba antes de ese principio de la creación porque Él es eterno, no hay tiempo ni influencia de tiempo en Él. ¿Cómo podemos explicar nosotros a Dios con nuestras cortas palabras? ¿Cómo medirlo? “En el principio… Dios” y… ¡gracias, Señor, porque por fe creo que fue así!


La realidad de esta fe es tan evidente en el verdadero cristiano que ¡puede ser probada! “Hermanos míos, tenedlo por sumo gozo cuando os encontréis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.” (Stg.1:2-3) Los creyentes tenemos que ser conscientes que nos aparecerán dificultades, situaciones difíciles y muchas veces dolorosas que pondrán a prueba nuestra fe. Es normal en la vida del cristiano. Se predica demasiado por ahí que la vida del creyente es como un camino de rosas… ¡Eso es falso! Jesús nos avisó con antelación: “En el mundo tendréis aflicción…” Las aflicciones producen tristeza, preocupación, ansiedad… sin embargo es curioso leer lo que nos dice el apóstol “¡tenedlo por sumo gozo!” ¿Cómo es posible esto? La respuesta viene a continuación: Dios permite que pasemos por pruebas (y recordad, dolor, tristeza, aflicción…) para recibir consecuencias beneficiosas para nuestra santificación, para nuestra madurez como creyentes en Cristo. Es en esas pruebas donde se pone de manifiesto la pureza y verdad de nuestra fe. Y lo más importante: ¡Detrás de esas pruebas esta Dios mismo! Para nosotros no existen las casualidades. Existe Dios que, muchas veces comparamos con un alfarero moldeando un vaso de barro. El vaso somos cada uno de nosotros. Y tal como vemos forjarse y retorcerse e, incluso, romperse ese barro, el motivo final es la creación de un buen vaso “en el que otros puedan beber”. Es en las pruebas donde somos forjados y aprendemos experiencia y a valorar, y a reconocer, la gracia de Dios.

El Dr. James Dobson es el autor del libro “Cuando lo que Dios hace no tiene sentido”. Lo estoy leyendo por segunda o tercera vez y se lo aconsejo a cualquiera que quiera leer sobre Jobs contemporáneos que han soportado, soportan y soportarán las pruebas más duras y difíciles de entender y que podamos imaginarnos. Pruebas que hacen que hermanos pastores, ancianos, maduros en la fe, estén a punto de rendirse y pensar que Dios los ha abandonado en medio de la tempestad. No tenemos por qué derrumbarnos ahora ni echarnos a temblar. Tenemos una promesa que conocemos bien: “No os ha sobrevenido ninguna tentación (prueba) que no sea humana; pero fiel es Dios, quien no os dejará ser tentados (probados) más de lo que podéis soportar, sino que juntamente con la tentación (prueba) dará la salida, para que la podáis resistir.” (1 Co.10:13) Así que como seguidores de Jesús que hemos hecho la firme promesa de seguirle tomando la cruz, tenemos que saber que esa cruz, a veces, puede ser muy pesada e incomprensible, pero sabemos, por la fe, que Dios está ahí con un propósito, propósito que con el tiempo podemos llegar a conocer o que, en algunos casos, lo llegaremos a conocer cuando estemos en el cielo: “Ahora vemos oscuramente por medio de un espejo, pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, así como fui conocido.” (1 Co.13:12).
Siempre ponemos a Job como el ejemplo extremo de prueba y sufrimiento, pero también podemos mirar para nuestro Señor Jesucristo: Jesús empieza su ministerio maravillosamente, en el bautismo oye la voz del Padre como respaldo, ve descender sobre Él al Espíritu Santo, Juan el bautista lo reconoce como el Mesías esperado… pero, una vez que experimenta este inicio tan estimulante, es enviado por el Espíritu al desierto a sufrir tentaciones durante cuarenta días. ¡Vaya! ¡ya no es tan maravilloso el peregrinaje en este mundo!
Empieza a predicar, a sanar enfermos, a anunciar el Evangelio de Salvación y es aclamado, seguido, lo quieren nombrar rey, caudillo, líder de la revuelta contra los ocupantes de la nación, lo reciben como al Cristo, el Mesías entrando en Jerusalén… ¿y que sucede después? Comienza un terrible descenso hacia el valle de sombra y de muerte en donde Jesús llega a decirle a Dios ¡¿por qué me has dejado solo en esta durísima prueba?!... ¿vemos la situación? Pero el Señor descansó en Dios y confió en Él hasta el momento de entregar su alma: ¡hágase tu voluntad y no la mía! ¿Había propósito detrás? Había un santo e indescriptible propósito: la salvación de toda la humanidad que creyese que ese sacrificio se hacía por ellos, se hacía por cada uno de nosotros para que creyendo, por fe, fuésemos salvos y liberados de la condenación eterna.
Igualmente solo que a nuestro “pequeño” nivel, aunque no entendamos porqué nos pasan a veces cosas, que parece que Dios nos ha abandonado, que parece que estamos solos ante las situaciones más inverosímiles, Dios tiene un propósito que puede que no lleguemos a conocer aquí, mientras estemos en la tierra. “Dios usa cada acontecimiento (leo en el libro del Dr. Dobson), para cumplir sus propósitos. Por ejemplo, los cinco misioneros que fueron matados con lanzas por los indios huaorani en el Ecuador, un sacrificio que pareció ser solamente una terrible tragedia y un completo desperdicio de vidas humanas… Sin embargo, en el plan de Dios había un propósito. En los años siguientes, cada uno de esos indios llegó a conocer a Jesucristo como su Salvador personal y el Evangelio fue firmemente sembrado entre todos los miembros de su tribu. Así que aquellos misioneros se regocijarán por toda la eternidad junto con los hombres que les quitaron la vida.”

He empezado hablando de qué es la fe y he terminado explicando que esa fe que Dios nos ha regalado, será probado en nuestra vida, en algún momento. Recordad: “Porque todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe.” (1 Jn.4:4). Amén.


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