Estoy leyendo el libro “Fuego
extraño” de John MacArthur (Grupo Nelson), un libro que toca el tema de los
pentecostales y carismáticos en el “mundo protestante”, y no dejan de
asombrarme las cifras que se manejan sobre el “crecimiento” de las iglesias
protestantes en los últimos años: Más de 500 millones de pentecostales y
carismáticos en todo el mundo, repartidos en Norteamérica con 80 millones, 141
millones en América Latina, 135 mill. en Asia, 126 mill. en África y 38 mill.
en Europa, de manera que “el cristianismo carismático representa una cuarta
parte de la cristiandad mundial.” ¿Qué origina este impresionante crecimiento?
¿Hay “algo” detrás que lo produzca?
Efectivamente hay “algo”,
lo que en Gálatas 1:6-7 se denomina “un evangelio diferente. No que haya otro, sino
que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo.”
Está muy bien este
libro para aquellos que se quieran asomar a la triste realidad de estos
movimientos y lo haga con humildad, curiosidad y mucha prudencia. Seguramente
ya sabes con lo que te vas a encontrar, lo que me sorprende es que haya
tantísima gente que no lo sepa. “Evangelio de la prosperidad”, “lenguas”,
“sanaciones milagrosas”, todo esto te puede resultar familiar pero para
millones de ingenuos se trata de un cebo difícil de sortear porque se trata de
un cebo muy apetecible porque, ¿a quién no le interesa conseguir dinero con
facilidad, o abastecer los apetitos personales sin esfuerzo, o acercarse a una
vida llena de experiencias espirituales totalmente impensables en una vida
normal de las que, además, se puede sacar beneficio, a veces material, a veces
de satisfacción espiritual (temporal)?
A mí lo que me apena es
el concepto que se genera en la calle respecto a los “protestantes”, porque la
gente en la calle no va a entrar en detalles: para ellos son protestantes y ahí
entran todos en el mismo saco. Cuando Jesús estuvo en la Tierra pasaba algo muy
parecido: si había más de 5000 personas siguiéndole y alimentándose
gratuitamente, para los observadores podrían tratarse de más de 5000 cristianos
(seguidores de Cristo). Pero cuando Jesús empezó a hablar de compromiso, de
tomar la cruz para seguirle, de empezar a actuar conforme a lo que predicaba,
la gran mayoría dio media vuelta y ¿Cuántos seguidores de verdad quedaron? Poco
más de 100 auténticos creyentes de verdad.
La pregunta surge
rápidamente: ¿Qué sucede? ¿500 millones de personas en todo el mundo están
equivocados? Pienso que a lo mejor los 500 millones no, pero sí la gran
mayoría, y no quiero pecar de creerme el amo absoluto de la verdad como en
seguida nos acusan cuando que no de cosas peores como integristas o radicales,
pero es la lucha que el verdadero cristianismo ha tenido desde el principio y
que seguirá teniendo mientras estemos en este mundo. Cuando Jesús habla de Sus
seguidores les llama “manada pequeña” y cuando se refiere al acceso a su discipulado
lo describe como un camino angosto o una puerta estrecha por el que entra muy
poca gente porque seguir a Cristo no tiene como objetivo la felicidad material
y el éxito en el mundo, sino el gozo interno y la victoria contra lo que nos
rodea imitando a Jesucristo en su victoria en la cruz, la más grande imagen de
humillación y obediencia para obedecer a Su Padre y conseguir así romper la
barrera que impide al hombre reconciliarse con Dios desde el capítulo 3 de
Génesis, ese capítulo en el que se narra la triste historia de la caída del
hombre y la mujer en el pecado y la separación consiguiente con Dios el cual no
puede tener comunión con el pecado.
“Pues me propuse no
saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y
estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra
ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con
demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la
sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.” (1 Corintios 2:1-5) Ésta
es la actitud que tenía Pablo a la hora de presentar el Evangelio del Reino de
los Cielos a sus contemporáneos, mensaje que no se parece en nada al de los
telepredicadores y apóstoles y profetas que de repente han aparecido en los
últimos tiempos predicando éxito, salud, riquezas y no sé cuántas cosas más.
¿En que se parece eso al mensaje de la cruz que habla de sufrimiento, tortura,
dolor, humillación, obediencia? En nada. Esta gente ha quitado la cruz de sus
mensajes porque, como dirían los contemporáneos de Jesús “Dura es esta palabra;
¿quién la puede oír?” (Juan 6:60).
Si lees la Biblia
deberías estar avisado de que todo esto ocurriría, todo esto me refiero a la
aparición de “falsos profetas” y “falsos maestros”: “Pero hubo también falsos
profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que
introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que
los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán
sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será
blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas.”
(2 Pedro 2:1-3). “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que
desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que
convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único
soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.” (Judas 4). “Guardaos de los falsos
profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son
lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.” (Mateo 7:15-16).
Como también dice el
Señor: “El que tenga oídos para oír, oiga”.