– “¿Existe Dios?”
– “Sí”.
– “¿Por qué estás tan seguro?”
– “Por las evidencias”.
– “¿Qué evidencias?”
– “Las evidencias que prueban su existencia. Es verdad que nadie ha visto a Dios (excepto Su Hijo), pero, utilizando el ejemplo más popular, cuando yo compro un reloj, aunque no haya visto al relojero que lo montó, la perfección de sus engranajes, su exactitud, su orden, su precisión, etc., son evidencias que me hablan de que hay alguien detrás que ha logrado eso que estoy viendo: el reloj, aunque yo nunca vea a su creador, veo, por las evidencias, la realidad de su existencia. François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, escritor, historiador, filósofo y abogado francés, famoso por su irreligiosidad, dijo: “Si un reloj prueba la existencia de un relojero, pero el universo no prueba la existencia de un gran arquitecto, entonces consiento en ser llamado loco”.
A este argumento se le llama “argumento teleológico”: todo cuanto nos rodea y nuestro propio ser revelan orden y finalidad. Lo que vamos conociendo del universo, de la vida, de lo que se ve y de lo que no se ve, no demuestra ser fruto del azar como se nos quiere hacer creer. Otro ejemplo popular es el del cuadro: Ninguna obra de arte puede ser concebida sin un artista detrás de ella. Cuando tienes la oportunidad de estar en un lugar sin contaminación lumínica y puedes contemplar el cielo estrellado en toda su belleza, si no crees, sientes como muchos han sentido que “tiene que haber algo”.
Hay otros argumentos famosos como el cosmológico, el ontológico y el moral. El cosmológico se basa en el hecho de que todo cuanto se mueve ha de ser movido por la fuerza de otro ser diferente. Todo lo que existe y todo cuanto sucede se debe a una sucesión de movimientos o cambios; pero esa sucesión, considerada regresivamente, no puede ser infinita, ha de haber una primera causa no causada. Esa causa es Dios.
El argumento ontológico fue sugerido por Agustín de Hipona, doctor de la Iglesia Católica, y desarrollado por Anselmo de Canterbury, teólogo, filósofo y también doctor de la Iglesia, quien concibió a Dios como un Ser incomparable: “Nada puede concebirse mayor que Él”. La idea está basada en una realidad porque si el Ser perfectísimo solo existiese en el pensamiento y no en la realidad, ya no sería el Ser perfecto porque sería absurdo decir: “puedo pensar en un ser perfecto que no existe”.
Inmanuel Kant, filósofo prusiano de la Ilustración, llegó a la conclusión de que Dios existe usando el argumento moral: El cumplimiento de la ley moral es la base de la felicidad pero como el hombre no llega a cumplir esa ley cabalmente mientras está en el mundo, cabe pensar que el progreso moral del ser humano ha de tener continuidad en otra esfera, lo que implica la inmortalidad del alma, y que si muchas acciones no tienen retribución en la tierra, han de tenerla después de la muerte, de ahí que se necesita un Juez y, por consiguiente, la existencia de Dios.
No obstante, ni estos argumentos ni otros elaborados por la mente del hombre aportan evidencias sólidas que demuestren la existencia de Dios, de la misma manera que no hay argumentos que demuestren que no existe. Aunque como he dicho antes, la Creación y sus maravillas, lo que se ve y lo que no se ve, hablan de su sabiduría y poder, ningún razonamiento puede llevarnos a conocer a Dios ni estar seguros de su existencia. Solo hay una forma: si Dios se revela, si Dios dice que existe, que está ahí, que es una Persona real”.
– “¿Y lo ha hecho? ¿Se ha revelado?”.
– “Sí, fíjate lo que ha escrito uno de los escritores de la Biblia: “En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas; y ahora, en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de Su Hijo”. Dios se ha revelado, ha hablado, se ha comunicado con los hombres. Antes he dicho que hay una “revelación genérica” por medio de la naturaleza, por medio de lo creado que nos habla de “Alguien” sabio y poderoso, pero hay un paso más y decisivo: Dios nos ha hablado y lo ha hecho a través del tiempo, de la historia de este mundo, en muchos lugares y muchas veces”.
– “Si eso es verdad, ¿de qué forma ha hablado? ¿En persona, directamente, de otra forma…?”
– “Lo ha hecho de diferentes modos: en visiones, sueños, por medio de éxtasis, de forma especial como en el caso del apóstol Pablo, por medio de ángeles y también directamente. Todas esas intervenciones han quedado registradas en la Biblia, un registro de mil quinientos años, en un trabajo conjunto de los escritores y el Espíritu Santo. Cuando habla de “los padres” se refiere a los antepasados de la nación hebrea, el pueblo que Dios escogió para que la Biblia se conservase íntegra a través de los siglos. Todo lo que contiene el llamado Antiguo Testamento procede del pueblo judío, hombres escogidos por Dios para recibir su revelación, revelación que Dios hizo por medio de los profetas, las personas que Dios utilizó para pasarnos Sus palabras. Muchos de los acontecimientos históricos que se han ido cumpliendo, han sido anunciados antes por los profetas, lo que supone otra evidencia de la existencia de Dios. El apóstol Pedro escribió: “Acuérdense de lo que los santos profetas dijeron antes”. La venida de Jesús fue anunciada con siglos de antelación por los profetas como recordó Esteban en su discurso antes de morir: “¿A cuál de los profetas no maltrataron los antepasados de ustedes? Ellos mataron a los que ya antes habían hablado de la venida de aquel que es justo, y ahora que vino, ustedes lo traicionaron y lo mataron”.
– “O sea, que según lo que me estás explicando, cuando Dios ha hablado, lo que ha dicho, ha quedado registrado en los libros de la Biblia”.
– Sí, de ahí que también se la llame “La Palabra de Dios” porque ha sido escrito porque Dios así lo ha querido y su preservación a través de los siglos, a pesar de todos los intentos de destrucción para que desapareciera, es otra evidencia contundente de la existencia y provisión de Dios.
En el Antiguo Testamento se registra más de 300 veces la frase: “Vino a mí palabra de Jehová”, haciendo referencia a la transmisión que Dios ha hecho a estas personas escogidas. En muchas ocasiones, el propio Jesús cuando estuvo en la Tierra, certificó el Antiguo Testamento como la Palabra de Dios que es eterna y verdadera.
La llegada de Jesús marca una nueva etapa de la revelación de Dios; el escritor de Hebreos la llama los últimos tiempos y Dios nos habla por medio de Su Hijo Jesucristo. Los profetas habían anunciado que vendría, el Mesías, el Cristo, de tal forma que Dios no solo nos habló por medio de Él sino en Él, por eso Jesús pudo decirle a Felipe: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre”. Para nuestra mente, para nuestra capacidad y conocimiento, Dios es incomprensible pero en el sumun de su bondad y misericordia, Su Hijo lo revela en el lenguaje de los hombres y en la demostración de su vida, relacionándose con la humanidad, Dios hecho hombre perfecto”.
– “Entonces las evidencias de las que me hablas son la Creación, la Biblia y Jesús. Basándote en esto, ¿puedes afirmar que Dios existe?”
– “Sí, la Biblia afirma que el que busca encuentra y Dios está siempre muy cerca de aquellos que tienen interés por Él. No es que yo lo haya encontrado, sino que Él me ha encontrado a mí. Cuando tienes una relación con Él, leyendo lo que ha hablado, hablando con Él por medio de la oración, creyendo y confiando en Él, esa relación es personal. La Biblia afirma que “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues el Espíritu que ustedes recibieron no es un espíritu de esclavitud que les haga tener miedo otra vez, sino el Espíritu que los hace Hijos de Dios. Y este Espíritu nos hace decir: “Padre nuestro”. Este mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para decir que ya somos hijos de Dios”. Por eso esa relación personal es real, se palpa, se siente, se vive en las circunstancias de la vida y debido a esa relación, como cualquier otra relación con una persona, vamos conociendo más a Dios y de ahí que lo adoremos, admiremos, y deseemos servirle y amarle siempre.
Este es el testimonio de todos los que, a la luz de la santidad de Dios, hemos comprendido nuestra situación pecaminosa, hemos entendido las consecuencias terribles de esta situación de alejamiento y condenación, nos hemos arrepentido y apartado de nuestro pecado, hemos aceptado el perdón de Dios hecho posible gracias a la muerte y resurrección de Jesucristo. Todos los verdaderos cristianos hemos recibido el Espíritu Santo de Dios y por tanto tenemos la seguridad de que hemos sido hechos hijos de Él y podemos estar seguros de que tenemos la vida eterna: “Los que lo recibieron y creyeron en Él, Dios les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios” (Juan 1:12); “Ustedes que creen en el Hijo de Dios, sepan que tienen vida eterna” (1 Juan 5:13).
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