Del 12 al 19 de Enero se celebra
la Semana Unida de Oración auspiciada por la Alianza Evangélica Europea. Como
todos los años, muchas iglesias en toda Europa celebran esta semana con
reuniones de estudio y oración sobre un mismo tema, tema que se difunde en el
programa que la Alianza Evangélica edita para la ocasión y que este año tiene
como lema: “Camino a Casa ¿a dónde pertenezco?”.
Este programa ofrece para cada
día un pasaje bíblico y una meditación; el de este lunes es Filipenses 1:21-24
y el hermano Timoteo Glasscock ha escrito una breve meditación con el título: “Un
apóstol tiene morriña”. No sé si influenciado por su ministerio pastoral en
Marín (Pontevedra (Galicia)), Glasscock emplea esta palabra ‘morriña’
que procede del galaico-portugués y que se refiere a la melancolía que se
siente cuando se está lejos de la tierra en la que se nace. Pero, refiriéndose
al pasaje mencionado, no es esta la ‘morriña’ que siente Pablo; Pablo tenía ‘morriña’
de estar con Cristo: “Estoy dividido entre dos deseos: “quisiera partir y
estar con Cristo, lo cual sería mucho mejor para mí” (vs.23), quería llegar
a Casa, nuestra casa celestial, nuestra morada en los cielos que Jesús nos ha
prometido, por la que tenemos esperanza y que nos está esperando allí para
cuando entremos en la Ciudad Celestial.
Aquí el apóstol está planteando
un dilema entre dos cosas buenas: por un lado desea continuar viviendo “en la
carne”, o sea, con la vida de cada día pero libre de la cárcel y por otro lado,
morir que según dice en el vs.21 es “ganancia”. ¿Por qué es ganancia? La
respuesta está en el vs. 23: “partir y estar con Cristo, lo cual sería mucho
mejor para mí”. Los creyentes tenemos la seguridad de la vida eterna con
Cristo por sus mismas palabras: “Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la
vida. El que cree en mí vivirá aun después de haber muerto. Todo el que vive y
cree en mí jamás morirá” (Juan 11:25-26). “No dejen que el corazón se
les llene de angustia; confíen en Dios y confíen también en mí. En el hogar de
mi Padre, hay lugar más que suficiente. Si no fuera así, ¿acaso les habría
dicho que voy a prepararles un lugar? Cuando todo esté listo, volveré para
llevarlos, para que siempre estén conmigo donde yo estoy. Y ustedes conocen el
camino que lleva a donde voy” Juan 14:1-4). “Queridos amigos, ya somos
hijos de Dios, pero él todavía no nos ha mostrado lo que seremos cuando Cristo
venga; pero sí sabemos que seremos como él, porque lo veremos tal como él es” (1
Juan 3:2).
Pablo está diciendo aquí que
morir es ganancia, no tanto porque nos libremos del sufrimiento, sino por el
encuentro con Cristo. Hasta ahora tenemos una relación limitada, pero entonces
le veremos cara a cara, tal como él es y estar con él es lo que ansía Pablo y
ansiamos todos los salvos por él.
Pero volviendo al dilema del
vs.22, la primera opción que plantea el apóstol, he dicho que también es buena,
la de seguir viviendo ¿por qué? Porque seguir viviendo le permite seguir
llevando fruto para el Señor, guiando a los primeros cristianos, visitando las
iglesias fundadas, exhortando y enseñando a los hermanos, en fin, seguir vivo
suponía para Pablo seguir trabajando en la Obra.
La decisión para Pablo es difícil,
pero lo que me llama la atención de este dilema es que, salga por donde salga,
hay una seguridad, una certeza, una firmeza en lo que le espera, que es algo
que solo nos puede dar Dios y que habla de la esperanza que los hijos de Dios tenemos
para el futuro; como dice el corro que cantamos basado en Romanos 14:8: “Sea
que vivamos o que muramos, somos del Señor”. En palabras de Timoteo Glasscock:
Este contentamiento en cualquier circunstancia es posible para el creyente en
Cristo porque su manera de ver la vida va más allá de su existencia en la
tierra y abarca su estancia eterna en la presencia de Dios, de la cual la
muerte física no es más que la puerta de entrada”.
Para el apóstol, cualquiera de
las dos cosas que le plantea al Señor, le son profundamente atractivas: “Estoy
dividido entre dos deseos: quisiera partir y estar con Cristo…” (vs.23a).
Este deseo, como dice, es muchísimo mejor, es el deseo de ir por fin al hogar,
al cielo desde la cárcel (que es desde donde está escribiendo la carta). Pero,
en su afán de servir a Dios, estaba también su deseo de continuar sirviéndole,
trabajar en Su Obra, y edificar a los hermanos que tanto amaba. Y esa parece
ser la decisión a la que el Señor lo guía: “Pero por el bien de ustedes, es
mejor que siga viviendo. Al estar consciente de esto, estoy convencido de que
seguiré con vida para continuar ayudándolos a todos ustedes a crecer y a
experimentar la alegría de su fe” (vss.24 y 25). Cuando Pablo visitaba una
congregación, era un verdadero provecho en el crecimiento y en la confirmación
de la fe de los oyentes.
En cuanto a nosotros, Glasscock
nos plantea 3 preguntas y un versículo para nuestra respuesta personal: ¿Y
nosotros? ¿Cómo contemplamos el futuro? ¿Aguardamos la esperanza bienaventurada
y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús?
(Tito 2:13). Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Hola! anímate a dejar tu comentario ¡Bendiciones!
Toda opinión es respetada pero comentarios que difamen el nombre de Dios serán ELIMINADOS.