Este capítulo suele aparecer con el título “Todo tiene su
tiempo” que es como empieza el versículo 1 en la versión Reina Valera de 1960;
pero según la versión que estés leyendo, puedes encontrar otros títulos como
“Un tiempo para todo”, “Todo a su debido tiempo”, “La demostración continúa: el
tedioso ciclo de la vida” o como el que aparece en la Biblia con la que escribí
esta meditación: “La rutina fastidiosa de la vida”. Estos títulos nos dan una
idea de lo que trata el capítulo: el autor está viendo y analizando todo como
un hombre normal, no como un creyente; casi simula ser un filósofo observador
sin tener para nada en cuenta a Dios. ¿Cómo sabemos que no tiene en cuenta a
Dios? Por la frase que se repite a lo largo del capítulo y del libro: “debajo
del sol” o como la traduce la Nueva Traducción Viviente, una traducción más
popular, “actividades bajo el cielo”, o sea, su observación es ‘horizontal’, un
punto de vista humano. Veamos algunos ejemplos en este capítulo para ver este
enfoque:
“Hay una
temporada para todo, un tiempo para cada actividad bajo el cielo.”
“He
visto [Yo] la carga que Dios puso sobre nuestros hombros.”
“Así que llegué a la
conclusión [Yo] de que no hay nada mejor que alegrarse y disfrutar
de la vida mientras podamos.”
“También sé que todo lo
que Dios hace es definitivo. No se le puede agregar ni quitar nada. El
propósito de Dios es que el ser humano le tema.”
“También noté que, bajo el
sol, la maldad está presente en el juzgado. Sí, ¡hasta en los tribunales de
justicia hay corrupción!”
“También reflexioné acerca de
la condición humana, sobre cómo Dios les hace ver a los seres humanos que son
como los animales.” (Eclesiastés 3:1, 10, 12, 14, 16 y 18).
Es muy interesante observar a qué conclusiones llega el observador
que se detiene a analizar la vida desde esa perspectiva. Si leemos este
capítulo tres de Eclesiastés, veremos que desde el versículo 1 al 8 menciona 28
actividades que podrían representar “la rueda de la vida” (nacer, morir,
sembrar, cosechar, sanar, matar, etc.); de esas 24 actividades que menciona, 14
son positivas y 14 negativas; las dos primeras que menciona son sobre las que
no tenemos control: el nacer y el morir. El sufriente Job, en su desesperación,
llega a decir: “Por qué nací? ¿Por qué no morí al nacer?” Conociendo el final
de la historia de Job, es hermoso saber que Dios conoce nuestra vida desde el
momento en que empieza a latir nuestro corazón en el feto de la madre: “Mi
embrión vieron tus ojos” (Salmo 139:16).
Pero sigamos al ‘Predicador’ que es como se le llama también a este libro de Eclesiastés, y lo seguimos en sus razonamientos ‘horizontales’, sin tener en cuenta la realidad de Dios en el devenir de la vida. Dice en el versículo 2: “Un tiempo para sembrar y un tiempo para cosechar”. Los agricultores saben mucho de esto, saben que tienen su tiempo para cada cosa ya que la única forma de recoger una cosecha es respetando las estaciones. Podrá ser mejor o peor, dependiendo de como se haya portado el tiempo, pero si pretendiesen alterar el tiempo adecuado para cada cosa, la cosecha sería un desastre. Y eso, aunque no lo pretendamos, empieza a hablarnos de un orden, de un control, como que el tiempo, las estaciones, no son un espacio descontrolado: se aprecia un orden y una premeditación detrás.
“Tiempo para llorar, para reír, entristecerse, bailar…”
(Vs.4). Aquí podríamos decir que el observador ha detectado que, en muchos
casos, el tiempo borra las penas: las mismas personas que hoy están llorando en
un entierro, al poco tiempo los vemos bailando en una boda, por ejemplo ¡hay un
tiempo para cada cosa!
“Un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz”
(Vs.8). A finales de los años 60, con los movimientos por la paz, parecía que
aquella juventud iba a cambiar el mundo, que no habría más guerras, que la
humanidad había cambiado y que las nuevas generaciones, escarmentadas y
enseñadas por la historia, no las iban a repetir. Pero la rueda siguió girando
y volvimos a ver más guerras, sí, más sofisticadas porque se mata a distancia,
pero el objetivo es el mismo: muerte y destrucción. El corazón contaminado del
hombre no ha cambiado. Y la rueda gira y gira y la historia se repite con
ciclos de guerra y de paz.
Y por todos estos ‘tiempos’ va pasando nuestra vida… y si
los vamos mirando, con este punto de vista ‘horizontal’, sin tener en cuenta a
Dios, vemos que hemos tenido tiempo de llorar, reír, trabajar, descansar,
buscar, perder, romper, coser, amar, odiar… El Predicador plasma la realidad de
la vida y acaba preguntándose lo que todo el mundo: “¿Qué es lo que en
verdad gana la gente a cambio de tanto trabajo?” (Vs.9) ¿De que aprovecha?
¿Qué sentido tiene todo esto? ¿hacia dónde va la vida repitiendo ciclo tras
ciclo? El mundo no nos da ninguna respuesta con esperanza: Se encoge de hombros
y aplica la filosofía: “Así que llegué a la conclusión de que no hay nada
mejor que alegrarse y disfrutar de la vida mientras podamos. Además, la gente
debería comer, beber y aprovechar el fruto de su trabajo, porque son regalos de
Dios.” (Vss.12 y 13). Es curioso que en esta observación tan horizontal,
tan tremendamente humana, el escritor percibe que Dios nos da todas las cosas
para que las disfrutemos: es bueno, especialmente los creyentes así lo sienten,
dar gracias a Dios por todo lo que nos da (comida, trabajo, campo, playa,
salud, etc.), aunque nosotros, los creyentes, debemos llegar más lejos y dar gracias
también por lo que no nos da…
Como digo, es interesante apreciar como el sabio observador,
aunque no quiera (parece), aunque trate de dar un punto de vista material, no
puede evitar meter a Dios en lo que pasa, reconociendo que Su intervención en el
mundo, hace que haya un tiempo apropiado para cada actividad: “Dios lo hizo
todo hermoso para el momento apropiado” (Vs.11). Y no se está refiriendo
tanto a la creación, sino al hecho de que cada cosa tiene su tiempo asignado y
además, aunque el hombre quiera renegar de la existencia de Dios, lleva Su
marca: “El sembró la eternidad en el corazón humano” (Vs.11), por eso el
hombre no se resigna a pensar que todo acaba en la tumba porque esa eternidad
que Dios le ha puesto en su corazón, le habla del “otro lado”. Algunos se
inventan una segunda vida (reencarnación); otros hablan de “otras formas de
vida por descubrir”; muchos sienten la necesidad de descubrir “el mundo
espiritual”, porque Dios nos ha dado curiosidad, ha puesto eternidad en nuestro
corazón y el hombre busca una respuesta a esa curiosidad. Claro que muchos
llegan a la conclusión que apunta el Autor de Eclesiastés: “También sé que
todo lo que Dios hace es definitivo. No se le puede agregar ni quitar nada. El
propósito de Dios es que el ser humano le tema.
Los sucesos del presente ya ocurrieron en el pasado, y lo que sucederá
en el futuro ya ocurrió antes, porque Dios hace que las mismas cosas se repitan
una y otra vez.” (Vs.14-15). En otras palabras, como Dios es inescrutable y
sus maravillas incomprensibles, lo mejor es disfrutar de todo lo que venga y
“no comerse demasiado el coco”.
Si decidimos observar de verdad la vida, hay cosas que no se
pueden pasar por alto tan fácilmente: la injusticia (vs.16), la impiedad y la
muerte con la que el Predicador se enfrenta en los últimos versículos de este
capítulo, cosas que aparecen como la más fría realidad con la que nos
encontramos todos como broche final… ¿broche final? Tal como lo ve el autor
desde su YO es entendible porque se trata de sus conclusiones, sus opiniones
horizontales, humanas, hasta el punto de que ve que la muerte iguala a los
animales y a las personas: “Pues tanto las personas como los animales tienen
el mismo destino: ambos respiran y ambos mueren. Así que las personas no tienen
una verdadera ventaja sobre los animales. ¡Qué absurdo! Ambos terminan en el
mismo lugar: del polvo vienen y al polvo vuelven.” (Vs.19-20). Y remata:
“Pues, ¿quién puede demostrar que el espíritu humano va hacia arriba y el
espíritu de los animales desciende al fondo de la tierra?” (Vs.21)
Afortunadamente en la Biblia encontramos respuestas; otra
cosa es que las queramos creer o no. Hemos estado siguiendo un punto de vista
horizontal, pero los que creemos en la Palabra de Dios, tenemos un punto de
vista “vertical”, en conexión con las cosas espirituales, en conexión con Dios,
el Único que puede cambiar nuestro enfoque. Y cuando ponemos a Dios en nuestras
vidas, todo cobra un significado más profundo, por ejemplo, cuando dice en el
versículo 11: “Dios lo hizo todo hermoso para el momento apropiado.”, en
seguida me viene a la mente: “Y sabemos que Dios hace que todas las cosas
cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él
tiene para ellos.” (Romanos 8:28). Dios todo lo va a hacer hermoso, lo va a
hacer en su justo momento y, como dice este texto, especialmente para los que
le aman. La experiencia diaria del creyente es esa y eso que nuestro alcance
para ver las cosas es muy cortito. Pensemos que Dios piensa para la eternidad…
De modo que, incluso en situaciones dolorosas, en hospitales, en entierros, en
momentos que no podemos comprender, recordamos que todas las cosas están
incluidas en esa intención de Dios de cuidarnos como a sus hijos que somos. Esa
es su expresión de amor y ese es su regalo.
Y cuando llegamos a enfrentarnos con la muerte, por Su
Palabra sabemos que el cuerpo va a la tumba, pero el espíritu va con Cristo (“Pues,
para mí, vivir significa vivir para Cristo y morir es aún mejor. Pero si vivo, puedo realizar más labor
fructífera para Cristo. Así que realmente no sé qué es mejor. Estoy dividido entre dos deseos: quisiera
partir y estar con Cristo, lo cual sería mucho mejor para mí;” (Filipenses
1:21-23).
En el caso de los que no creen, su cuerpo igualmente va a la
tumba pero su espíritu va al Hades que es un lugar donde se encuentran
esperando los espíritus hasta el día de la resurrección (“Y el mar entregó
los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que
había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.” (Apocalipsis
20:13).
Cuando Cristo vuelva a por su Iglesia, los cuerpos de los
creyentes muertos resucitarán en forma glorificada y se reunirán con el
espíritu (“Pues el Señor mismo descenderá del cielo con un grito de mando,
con voz de arcángel y con el llamado de trompeta de Dios. Primero, los
creyentes que hayan muerto se levantarán de sus tumbas. Luego, junto con ellos,
nosotros, los que aún sigamos vivos sobre la tierra, seremos arrebatados en las
nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Entonces estaremos con el
Señor para siempre.” (1 Tesalonicenses 4:16-17).
Por el contrario, los cuerpos de los que no han creído
resucitarán, se reunirán con su espíritu y estarán presentes en el día del
juicio final (“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él. La
tierra y el cielo huyeron de su presencia, pero no encontraron ningún lugar
donde esconderse. Vi a los muertos, tanto grandes como pequeños, de pie delante
del trono de Dios. Los libros fueron abiertos, entre ellos el libro de la vida.
A los muertos se les juzgó de acuerdo a las cosas que habían hecho, según lo
que estaba escrito en los libros. El mar entregó sus muertos, y la muerte y la
tumba[a] también entregaron sus muertos; y todos fueron juzgados según lo que
habían hecho. Entonces la muerte y la tumba fueron lanzadas al lago de fuego.
Este lago de fuego es la segunda muerte. Y todo el que no tenía su nombre
registrado en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.”
(Apocalipsis 20:11-15).
Como he dicho antes, en la Biblia encontramos respuestas… y
también profecías. En Apocalipsis 21:5-7 menciona el inicio de las “nuevas
cosas” (“Y el que estaba sentado en el trono dijo: «¡Miren, hago nuevas
todas las cosas!». Entonces me dijo: «Escribe esto, porque lo que te digo
es verdadero y digno de confianza». También dijo: «¡Todo ha terminado! Yo soy
el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. A todo el que tenga sed, yo le daré
a beber gratuitamente de los manantiales del agua de la vida. Los que salgan
vencedores heredarán todas esas bendiciones, y yo seré su Dios, y ellos serán
mis hijos.” (Apocalipsis 21:5-7), algo que ya ha comenzado con la
resurrección de Jesucristo, experimentada por todos los creyentes en el tiempo presente:
“Esto significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una
persona nueva. La vida antigua ha pasado; ¡una nueva vida ha comenzado!” (2
Corintios 5:17).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Hola! anímate a dejar tu comentario ¡Bendiciones!
Toda opinión es respetada pero comentarios que difamen el nombre de Dios serán ELIMINADOS.