Habacuc es el nombre de uno de los libros de la Biblia en el Antiguo Testamento. Seguramente si preguntásemos en la calle, nadie sabría decirnos qué o quién es Habacuc, a menos que entre los encuestados nos encontrásemos con un estudioso de la Biblia. Aún entre los que tenemos por buena costumbre el leer o estudiar la Biblia, reconocemos cierta dificultad para encontrar sus humildes páginas en medio de los 39 libros que componen la biblioteca del Antiguo Testamento.
Sin embargo, el profeta Habacuc fue el que escribió algunas de las citas más conocidas hoy entre los creyentes, especialmente por estar incluidas en las cartas de Pablo o, más recientemente, en los cánticos que entonamos en nuestros cultos. Por ejemplo: “”El justo por la fe vivirá” (Hab.2:4). “La tierra estará llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar.” (Hab.2:14).
Pero la razón principal por la cual me he acordado de este profeta, es porque estamos viviendo tiempos difíciles en los que, si solo descansamos en el ‘dios’ de este mundo, el dinero, descansamos en una base resquebrajada, inestable, que solamente se siente fuerte cuando abunda, pero que nos produce inestabilidad cuando escasea e incertidumbre cuando ponemos nuestra esperanza en él.
Habacuc escribió:
“Aunque la higuera no florezca
ni en las vides haya fruto,
aunque falle el producto del olivo
y los campos no produzcan alimento,
aunque se acaben las ovejas del redil
y no haya vacas en los establos,
con todo, yo me alegraré en Jehová
y me gozaré en el Dios de mi salvación.”
(Habacuc 3:18).
O sea, la situación que plantea Habacuc es que aunque no haya nada material sobre lo que sostenerme, cuando las “cosas” escasean, mi confianza y mi esperanza está en Dios. Escribe también el autor de los Salmos: “Cuando los fundamentos son destruidos ¿qué le queda al justo?” (Sl.11:3). Bueno, el justo es aquel que ha creído a Dios y confía en él y por tanto ha sido hecho “justo” porque ha sido justificado por la fe por medio de nuestro Señor Jesucristo; es alguien que no pone su confianza en ninguno de los débiles e ilusos dioses que nos ofrece el mundo, es alguien que exclama: “Dios mío, fortaleza mía, en Él confiaré” (2 Samuel 22:3).
Dios quiera que la fe de Habacuc sea una realidad en nuestra vida, de manera que podamos asegurar con firmeza: “¡Jehová, el Señor, es mi fortaleza!” (Hab.3:19).
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