La razón de incluir este
pensamiento, es la de hacer un pequeño homenaje a nuestros padres desde el
deseo de honrarlos y agradecerles su esfuerzo para criarnos y educarnos como
mejor han sabido. El quinto mandamiento dice: “Honra a tu padre y a tu madre”,
y añade una promesa de bendición: “para que tus días se prolonguen sobre la
tierra que Jehová tu Dios te da.” Me entristece ver que a las nuevas generaciones,
no solo no se les enseña a honrar a sus padres, ni a los padres de sus padres,
sino que además se les enseña con urgencia, la posibilidad de denunciarlos ante
la justicia, de exigirles tributo y sostenimiento de manera tiránica y de hacer
de la convivencia en la familia, un infierno, si esto le viene bien al capricho
del hijo consentido.
Gracias a Dios que este
comportamiento no es genérico, pero se repite más de lo que quisiéramos
precisamente como consecuencia de una educación permisiva, ausente de valores,
ausente de principios que ahora se consideran antiguos pero que estaban a
poyados en los consejos que el propio Dios nos da desde Su Palabra: “Escucha,
hijo mío, la disciplina de tu padre, y no abandones la instrucción de tu madre;
porque diadema de gracia será a tu cabeza y collares a tu cuello.” ¿Qué clase
de persona puede ser el padre que no desea lo mejor para su hijo? Ese padre es
el que clama: ¡Escucha hijo mío!
Si los jóvenes prestasen atención
a los consejos paternales, a los consejos de los padres que quieren lo mejor
para sus hijos y que, basándose unas veces en la experiencia, y otras veces en
la propia Escritura que nos ayuda en esto, de cuantas trampas se verían
librados y cuanta destreza adquirirían para los problemas diarios. Cuando el
sabio escritor describe poéticamente el resultado de escuchar y atender a los
consejos de los padres, lo hace comparándolo a “un adorno de gracia en la
cabeza y en collares alrededor del cuello”, o lo que es lo mismo, semeja honor
y belleza moral en la vida del hijo sabio.
Cuando un joven arruina su vida,
la explicación que más se oye es que “se juntó con malas compañías”. Fíjate lo
que dice Proverbios 1:9 y ss.- “Hijo mío, si los pecadores te quisieran
persuadir, no lo consientas…, no andes en el camino de ellos; aparta tu pie de
sus senderos, porque sus pies corren al mal y se apresuran a derramar sangre.”
Pero, ¿qué joven al que le gusten
las malas influencias, que satisfacen su corazón y su rebeldía innata, propia
de un corazón contaminado por el pecado que reina en este mundo, va a hacer
caso de un proverbio bíblico? Únicamente los pocos jóvenes piadosos y fieles a
Cristo que perseveran en el Evangelio como un ejército de escogidos, como un
ejército de valientes. Jóvenes dispuestos a decir NO muchas veces a lo largo de
la semana.
Pero la sociedad, el mal, la
contaminación moral, todo se confabula contra ese tierno corazón ávido de
aventura, ávido de experiencias, tal vez hastiado de una vida protegida y,
cuando se presenta la ocasión, acepta la invitación de la pandilla, sintiéndose
halagado por ser invitado por esos brutos que ya lo consideran uno de los suyos
para hacer el mal… ¡Los pecadores aman la compañía para hacer el mal! Se
vanaglorian entre ellos, presumen de su “valentía” para correr riesgos, juegan
con el fuego y, tristemente, muchas veces, terminan quemándose. Los pecadores
siempre están ahí, al acecho, tentándonos y buscando la manera de atraparnos.
Detrás, hay un trabajo meticuloso y sutil de Satanás, el enemigo del bien, el
enemigo de los creyentes que lo son de verdad. El que es más simple, o más
incauto, está siempre en el centro de su objetivo. Un joven inexperto está
terriblemente expuesto a esas trampas.
Por eso el buen padre da
instrucciones a su hijo, porque él sabe que se enfrentará a todo tipo de
situaciones malas y tentadoras, y por eso quiere instruirle para que esté
preparado y sepa a lo que se va a enfrentar. “Hijo mío, no andes en el camino
de ellos; aparta tu pie de sus senderos, porque sus pies corren al mal y se apresuran a derramar sangre.” La
violencia que transmite la frase “derramar sangre” podría parecernos exagerado
sin embargo la violencia está implantada en la sociedad de una manera espeluznante,
casi sin darnos cuenta, en las películas, en los juegos de acción de las vídeo
consolas y demás artilugios, en las noticias cada día, en el ambiente de
competencia que se respira en los trabajos. Parece que los directores de todos
estos medios no se cansan de mostrar con detalle las diversas formas de matar a
una persona hasta el punto de que está en el ambiente el hecho de que matar es
fácil. Esta muestra pervertida y cruel del asesinato fácil, aunque siempre estemos
negándolo, afecta de manera especial a personas ingenuas, o a jóvenes inmaduros
sin un criterio formado. Se consiente esta dura divulgación sin percatarnos del
daño que está haciendo en mentes jóvenes y con poca preparación… “se apresuran
a derramar sangre”. Las palabras escritas hace tantos siglos siguen vigentes en
una sociedad que no ha cambiado nada sino que se ha endurecido de manera
brutal.
En el medio de esta jungla, la
voz del padre sabio clama desesperada buscando el oído de su hijito, de aquel
niño que ha criado desde su nacimiento, de aquel jovencito que se introduce en
la selva creyendo que ya lo sabe todo siendo una víctima fácil de la malicia
imperante: “Hijo mío, no andes en el camino de ellos; aparta tu pie de sus
senderos”.
Que Dios proteja nuestros jóvenes,
les ayude a ser valientes para perseverar en la fe y hagan oídos sordos a las
malas compañías por muy puritana que parezca su actitud. Con el tiempo comprenderán
que los consejos de sus padres estaban impregnados de sabiduría y de
experiencia pero, especialmente, de amor.
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