“No se aparten de ti
la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello. Escríbelas en las tablas de tu
corazón” (Proverbios 3:3)
Hay palabras como “misericordia” que hoy apenas se oyen y
otras como “verdad” que parece se han quedado relegadas en el olvido.
“La misericordia es la disposición a compadecerse de los
trabajos y miserias ajenas.”, leo en la Wikipedia, pero ¿quién se compadece hoy
en día de las miserias ajenas? Gracias que alguno aún lo hace, especialmente
aquellos que se esfuerzan por ayudar a los demás por los diferentes medios
(ONGs, Médicos, Grupos Misioneros, etc.). Pero las instrucciones que se
reproducen en el texto de Proverbios son para todos, son el consejo de un Padre
amantísimo hacia su hijo con un objetivo muy claro: “…y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres.”
Este Padre se desvive por guiar a su hijo para que reciba los mejores
consejos, las mejores instrucciones de comportamiento, los valores y la
dignidad que parece se hayan perdido entre las brumas del olvido.
El llamado es muy especial para los creyentes, para los
hijos de Dios, porque se espera que ellos actúen así: “Oíd la palabra de Jehová, oh hijos de Israel: “Jehová tiene pleito con
los habitantes de la tierra, porque no hay en la tierra verdad, ni lealtad, ni
conocimiento de Dios.” (Oseas 4:1). Para ser escrito esto unos 700 años
antes de Cristo, suena muy actual. Algunas versiones traducen misericordia
donde leemos ‘lealtad’. En ese tiempo el profeta denunciaba con palabras
inspiradas lo que Dios no hallaba en la tierra ¿y qué de hoy?
Estoy escuchando las respuestas: “¿Misericordia? Suena muy
sensible ¿no? Hoy esos conceptos se han quedado anticuados, es verdad que hay
ongs y esas cosas, pero la mayoría vamos a lo nuestro.”
El corazón del hombre, estemos en el siglo que estemos,
sigue igual. Solamente Jesucristo puede producir ese cambio en las personas, un
cambio que introduce el amor de Dios en el corazón de la persona y la
transforma de tal forma que la misericordia y la verdad fluyen del interior,
así como otros frutos como el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la
benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre y el dominio propio (Gálatas
5:22). La Biblia dice que estas cosas son fruto del Espíritu Santo que entra en
la persona cambiada por Jesús.
El padre que escribe a este hijo debe tratarse de una
persona así y por eso quiere lo mejor para su hijo. Desea que su hijo halle
gracia ante Dios y buena opinión ante los hombres.
“Confía en Jehová con
todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia inteligencia” (Proverbios 3:5)
El escritor inspirado va desgranando perlas cultivadas para ayudarnos en
nuestro crecimiento madurez espiritual de forma que agrademos a Dios, los
hombres tengan buena opinión de nosotros, y la vida nos sea de bendición… ¡pero
para eso, debes confiar en Dios, no en tus fuerzas! Un poco más delante en este
pasaje, se le va a reiterar: “No seas
sabio en tu propia opinión” (Pr.3:7)
A la gente le cuesta mucho aceptar esto. Nos consideramos
muy inteligentes y nuestra opinión se pone por delante de cualquiera que quiera
ocupar ese lugar… incluso aunque ese lugar lo quiera ocupar Dios mismo.
Es curioso echar un rápido vistazo a este capítulo 3 para
ver cómo se va repitiendo, como se va insistiendo, en este principio: “Confía en Jehová” (v.5); “Teme a Jehová” (v.7); “Honra a Jehová” (v.9); “No deseches la disciplina de Jehová” (v.11).
No son exhortaciones vanas, pueriles, obsesivas, de un padre obstinado y
enfermizo con la religión. Son las exhortaciones de un Padre que ama y que
tiene argumentos de experiencia personal que le han ido demostrando a lo largo
de su vida que esas condiciones tienen bendición, y si no, veamos unas cuantas
en el mismo texto: “hallarás gracia ante
los ojos de Dios” (v.4) (esta ya la habíamos visto); “Él enderezará tus sendas” (v.6); “será medicina para tu carne y refrigerio para tus huesos” (v.8, o
sea, salud física); “tus graneros estarán
llenos con abundancia y tus lagares rebosarán de vino nuevo” (v.10); “Jehová disciplina al que ama, como el padre
al hijo a quien quiere.” (v.12).
Casi podríamos hacernos un manual de estos de “Cómo
conseguir una vida de éxito” ¿verdad? Las librerías están llenos de estos
manuales prácticos pero sólo la Biblia está inspirada directamente por el único
y sabio Dios ¿De quién nos vamos a fiar?
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