Ya va a hacer tres años que no escribo sobre Proverbios,
concretamente la última vez fue en julio del
2017 y me pregunto si es que el
tiempo pasa demasiado rápido o si es culpa de mi pereza para escribir. No me
hace ninguna gracia pensar que puede ser esto último, así que me propongo
luchar contra esa señora que nos anima a no salir de la “zona de confort”,
buscar lo fácil y lo placentero, y dejar la pluma, el papel y el tintero a buen
recaudo porque supone mucho esfuerzo. Por eso hoy, cuando he pensado que
debería trabajar un poco para el Blog, he buscado dónde había dejado los
proverbios para retomarlos y disfrutarlos como lo que son, una colección de
dichos sabios que, en los tiempos que nos ha tocado vivir, tienen una
aplicación práctica para hacernos tomar decisiones sabias inspiradas desde el
Cielo por nuestro Dios.
“Vé a la hormiga, oh perezoso; observa sus caminos y sé
sabio.” (Proverbios 6:6).
En los comentarios a los primeros capítulos de Proverbios,
vemos que el Autor dedica muchas líneas a aconsejar a los jóvenes,
especialmente haciendo énfasis en lo importantes que son los consejos de los
padres. Luego se centra en algunos temas que son auténticas tentaciones para
apartar a los jóvenes de la Sabiduría, protagonista de los primeros capítulos
de este Libro Y una de esas tentaciones es “la pereza”. Y como ejemplo gráfico,
el autor de Proverbios elige un ejemplo gráfico en la naturaleza: las hormigas.
Nos dice que observemos lo que hace porque su ejemplo nos puede guiar a tomar
decisiones sabias. La hormiga siempre ha sido ejemplo de alguien laborioso,
aplicado, dispuesto a trabajar para prever. De todos es conocida la fábula “la
cigarra y la hormiga”: “Un caluroso verano, una cigarra cantaba sin parar
debajo de un árbol. No tenía ganas de trabajar; sólo quería disfrutar de sol y
cantar, cantar y cantar.” Así comienza esta fábula con la cigarra “sin ganas de
trabajar” porque está en verano, pero, sin embargo si tiene un deseo: disfrutar
del sol y cantar continuamente. Una actitud necia que sirve muy bien para
señalar a los vagos, las personas perezosas que, por su actitud, toman
decisiones de poco peso, no son previsoras, son necias y su actitud y su
pasividad les lleva a situaciones difíciles y peligrosas.
Cuando ya hemos conocido a la cigarra, aparece la hormiga,
pasando por enfrente de la perezosa cigarra, cargando con un grano de trigo
que, para el tamaño de la hormiga, es un peso considerable; así que ahí vemos a
la pobre hormiga, sudando la gota gorda por el calor del verano, pero, no por
ello, dejando de trabajar. ¿Por qué? Todos los sabemos, luego llegará el
invierno cuando no se puedan recoger alimentos, llegará el frío, la nieve y el
que ha sido previsor tendrá su almacén perfectamente lleno de provisiones y no
tendrá necesidad de salir del acogedor hogar, como le va a pasar a la hormiga,
mientras que la insensata cigarra “se encontró sin casa y sin comida. No tenía
nada para comer y estaba helada de frío.” Lo curioso de esta historia es que el
ejemplo del buen comportamiento de la hormiga se atribuye a su sabiduría y
laboriosidad en contraste con el perezoso que actúa neciamente por disfrutar de
los placeres momentáneos sin prever lo que está por venir por sólo querer
divertirse sin organizar un tiempo también para trabajar.
En el pasaje de Proverbio 6, vemos que la hormiga no
necesita que nadie le mande para llenar su almacén de provisiones “Ella no
tiene jefe, ni comisario, ni gobernador” (Proverbios 6:7), pero si tiene la
sabiduría de la que debe tomar ejemplo el diligente de preparar “su comida
en el verano, y guarda su sustento en el tiempo de la siega” (Proverbios
6:8).
Por el contrario, el autor de estos Proverbios nos muestra
al perezoso, el holgazán que no sale de su cama: “Perezoso: ¿Hasta cuando
has de estar acostado? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de dormir, un
poco de dormitar y un poco de cruzar las manos para reposar.” (Proverbios
6:9-10). Oyendo estas palabras parece que se nos vienen los bostezos a la boza,
se cansa uno de estar tan cansado y pasivo. Pero la Sabiduría que protagoniza
los Proverbios, es muy consciente de la existencia de este problema y advierte
a nuestros jóvenes y a nosotros de la tentación que supone el echarse en la
cama o el sofá por evitar enfrentarse, como mínimo, a las responsabilidades que
debemos de tener para el día que se nos presenta por delante. Lo fácil siempre
es retrasar nuestras obligaciones: si se pueden eludir las responsabilidades y
dejar que pase el tiempo, mejor. Pero eso no le agrada en absoluto al Señor. Si
dejamos las cosas que podemos hacer hoy para mañana, podemos estar seguros que
no se van a hacer solas y lo único que habremos conseguido es tener más cosas
atrasadas y menos tiempo para hacerlas con el consiguiente fastidio que supone
aparte del mal testimonio que estamos dando a los no creyentes, cuando que el
Señor dice que todo lo que hagamos, lo hagamos como para Él (Colosenses 3:23).
Lo que prevé este proverbio es que el perezoso acabará por
descubrir que su pereza aboca a la pobreza: “Así vendrá tu pobreza como un
vagabundo, y tu escasez como un hombre armado.” (Proverbios 6:11). Tanto la
imagen del vagabundo como la del hombre armado, no parecen traer muy buenas
perspectivas, pero el consejo está ahí: la persona diligente es sabia y
prudente, es alguien en la que se puede confiar, a la que se le puede dar un
trabajo, una responsabilidad, alguien con quien se puede contar. Con el
perezoso no va a contar nadie. Termino con una frase que se le atribuye a
Benjamín Franklin que dice así: “"La pereza camina tan despacio que la
pobreza la alcanza muy pronto."
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