lunes, 7 de septiembre de 2020

El Evangelio

Leo en la hojita del calendario de hoy una definición del Evangelio que me hace pensar el concepto que se tiene del Evangelio en general.

En la hoja del calendario (Editorial La Buena Semilla), dice en el enunciado: “El Evangelio, poder de Dios para dar vida”. Y me vino a la mente lo que a veces he oído en alguna ceremonia de la iglesia Católica Apostólica Romana: “El Evangelio del día”, y con este enunciado se procede a leer algún pasaje de los Evangelios o del Nuevo Testamento. Investigando un poco, observo que la idea que se tiene de lo que significa y lo que representa el Evangelio, no es la correcta; en primer lugar la traducción del griego dice: “buenas o gratas nuevas”, por eso solemos decir que el Evangelio son buenas noticias. La Buena Noticia que comenzó a proclamar Jesús cuando inició su ministerio en la tierra fue la llegada del Reino de los Cielos: “Jesús viajó por toda la región de Galilea enseñando en las sinagogas, anunciando la Buena Noticia [el Evangelio] del reino…” (Mateo 4:23). Más adelante proclamó que este Evangelio del Reino sería anunciado en todo el mundo (Mateo 24:14). Los israelitas rechazaron las Buenas Noticias que les traía Jesús aunque no todos las rechazaron, de hecho los discípulos que le seguían fueron la base del inicio de la Iglesia que comenzó su andadura en Pentecostés y hasta hoy, esa Iglesia que edifica Jesús, tiene como misión primaria y fundamental el anunciar esas Buenas Nuevas, el Evangelio que dice que tenemos el perdón de nuestros pecados y el acceso a la presencia de Dios gracias a la muerte de Jesucristo, si creemos que esto es así, si le aceptamos como nuestro Salvador y Señor, entramos a disfrutar de los beneficios del Evangelio de la Gracia de Dios, como dice en Hechos 20:24: “…pero mi vida no vale nada para mí a menos que la use para terminar la tarea de contarles a otros la Buena Noticia acerca de la maravillosa gracia de Dios”. Por eso cuando escucho en la enseñanza de la Iglesia Católica que “El término evangelio hace referencia al relato de la existencia, los milagros y los postulados de Cristo.”, creo que esa definición se queda corta porque es verdad que en los evangelios se narra como Dios se acercó a la tierra y habitó en medio de los hombres en la persona de Jesús, enseñando, haciendo milagros, sirviendo a los demás, pero también encierra un mensaje tan bueno y tan grande como que con Jesús entró en la tierra el Plan Redentor que servía para rescatarnos de las garras del pecado y de la muerte, el Plan Redentor que llevó a cabo Jesucristo y que supone la mejor noticia ya que Jesús cumplió ese Plan en su Persona, muriendo por nosotros y resucitando como prueba de que todo el plan se había cumplido perfectamente y ahora podemos ser salvos de una condenación eterna si aceptamos que la muerte de Jesús sirve para que nuestros pecados sean borrados y entremos a formar parte de la familia de Dios creyendo que Jesús ha hecho todo lo necesario para nuestra redención. Así que podemos afirmar que el Evangelio, la Buena Noticia, es la proclamación de este gran acontecimiento y recibir el Evangelio conduce al arrepentimiento, o sea, reconocerse pecador y volverse a Dios del cual estábamos alejados por causa del pecado, ya que Dios no pude ver ni tener relación con el pecado en ninguna de sus manifestaciones ya que Él es Santo en toda la amplitud de la palabra.

Tampoco podemos pensar que el Evangelio es algo que ha pasado hace dos mil años y que por lo tanto se ha quedado antiguo, obsoleto. No, el Evangelio es la Buena Noticia que se mantiene hoy en día con la misma vigencia que cuando se comenzó a predicar al inicio de la Iglesia ya que todavía hoy Dios está obrando en aquellos que creen, librándolos del mal para que vivan según los caracteres de Su Reino que, como dice en Romanos 14:17.- “no se trata de lo que comemos o bebemos, sino de llevar una vida de bondad, paz y alegría en el Espíritu Santo.” Cuando habla aquí de “lo que comemos o lo que bebemos” viene a querer decir que el Reino de Dios no trata de las cosas “materiales”, sino de las “espirituales” y para ello se mencionan algunas de las manifestaciones que se dan en el Reino sublime de los Cielos como bondad (en otras versiones traduce justicia), paz y alegría o gozo. Es muy interesante entender que desde el momento en que aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador, también lo aceptamos como el Señor de nuestras vidas, ya que pasamos a formar parte de ese Reino anunciado en el Evangelio, o como dice Pablo, somos desde ya ciudadanos del cielo: “…nosotros somos ciudadanos del Cielo, donde vive el Señor Jesucristo; y esperamos con mucho anhelo que Él regrese como nuestro Salvador” (Filipenses 3:20). Y es muy interesante también comprender que la vida en ese Reino de los Cielos sólo es posible, como dice el texto de Romanos al final, en el Espíritu Santo, o sea, hace referencia a los creyentes que viven en el Espíritu, le dejan ser Su conductor en la vida buscando esa vida de santidad que desea Dios para los suyos: “Sed santos como Yo soy Santo”.

El gran predicador John Stott dice: “Todos concuerdan en que una sola palabra, Jesús, constituye las buenas nuevas de Dios. En el día de Pentecostés, después de citar a Joel, Pedro dio comienzo a su discurso diciendo: ‘Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús…’ (Hch. 2:22). Su primera palabra fue Jesús, y ella debe ser nuestra primera palabra también. Cristo Jesús es el todo—cuerpo y alma—del evangelio.”

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