miércoles, 2 de septiembre de 2020

Tormenta a la vista

Cuando vemos asomar esas nubes negras en el horizonte, los presagios no son nada buenos, vemos la

amenaza y nos encogemos instintivamente adivinando el frío que vamos a tener… Esa es la sensación del cuadro que vemos actualmente: pandemia, economía mundial tambaleándose, falta de recursos, necesidades básicas que no se cubren, “las colas del hambre”… Vulnerabilidad: “Cualidad de lo que es vulnerable.”, dice el diccionario. Vulnerable: “Que puede ser vulnerado o dañado física o moralmente.”, insiste. Dañados físicamente ya estamos y moralmente también, aunque sea solo por cansancio. Depresiones, tristeza, pesimismo, ansiedad, son muchos los síntomas de los que oigo hablar fruto de la inseguridad, el miedo y el descubrir que somos más vulnerables de lo que creíamos al sentirnos amenazados por un enemigo invisible, microscópico, que se ha revelado como un enemigo de proporciones gigantescas y letales.

Los creyentes buscamos en la Palabra de Dios referencias a las que agarrarnos, revelaciones que sólo podemos conocer porque Dios quiere que lo sepamos; y es así como en el Salmo 11 puedo leer en el verso 4: “Pero el Señor está en su santo templo; el Señor aún gobierna desde el cielo.” En la versión de la Reina Valera, dice en la segunda frase: “Jehová tiene en el cielo su trono”. ¿Sabes que significa esto para mí? Seguridad, firmeza, garantía, esperanza, consuelo, certeza de que el trono de Dios en los cielos es inquebrantable. Me trae al pensamiento la parábola de Jesús sobre los dos cimientos: el que construyó su casa sobre la arena y el que la hizo sobre la roca. Dijo Jesús: “Aunque llueva a cántaros y suban las aguas de la inundación y los vientos golpeen contra la casa, no se vendrá abajo porque está construida sobre un lecho de roca.” [NTV] La inundación y los vientos impresionan; nunca los he vivido en persona pero se ven muchos vídeos en los noticieros cuando hay algún desastre climatológico de esta envergadura y es impresionante ver la fuerza que pueden desarrollar los elementos cuando están alterados de esta manera. La inundación y los vientos descubren nuestra vulnerabilidad y en esta parábola Jesús los usa para representar a la depresión, la tristeza, el pesimismo, las malas noticias. No quiero decir con esto que un creyente no pueda sufrir alguno de estos ataques; evidentemente sí. Jesús nos avisó: “Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas” (Mateo 16:33). Pero dijo a continuación: “Pero anímense, porque yo he vencido al mundo.” ¿Y eso que significa si estoy pasando por una inundación de ese calibre? Que en medio de la tormenta, si confiamos en nuestro Dios y Salvador, él nos promete paz en medio de nuestras aflicciones. Así nos lo dice una y otra vez en Su Palabra: “Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque Él cuida de ustedes” (1 Pedro 5:7). Podríamos extendernos en el tema porque da mucho de sí; podríamos hablar de Job, de todo lo que le pasó y lo que sufrió, pero solamente me voy a detener en algunas de las cosas que dijo en medio de toda la tormenta que le asolaba: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo estaré cuando me vaya. El Señor me dio lo que tenía, y el Señor me lo ha quitado. ¡Alabado sea el Nombre del Señor!”; “¿Aceptaremos solo las cosas buenas que vienen de la mano de Dios y nunca lo malo? A pesar de todo, Job no dijo nada incorrecto”; “Pero en cuanto a mí, sé que mi Redentor vive y un día por fin estará sobre la tierra. Y después que mi cuerpo se haya descompuesto ¡todavía en mi cuerpo veré a Dios! Yo mismo lo veré con mis propios ojos. ¡Este pensamiento me llena de asombro!” (Job 1:21; 2:10; 19:25-27). Las palabras y la actitud de Job nos enseñan que aunque las cosas se vean imposibles y super difíciles, nos queda Dios, que siempre estará con nosotros como nos ha prometido. Amén.

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