miércoles, 7 de octubre de 2020

Ánimo

El 11 de septiembre se cumplió el 19 aniversario del atentado a las Torres Gemelas en el emblemático
‘Centro Mundial del Comercio’ (World Trade Center) en la ciudad de Nueva York. Creo que todos tenemos esas terribles imágenes grabadas en nuestra memoria de esos dos aviones Boeing 767 estrellándose contra esas torres en un ataque terrorista perfectamente planificado y coordinado; se registraron 2996 muertes incluyendo los ocupantes de los aviones (ninguno sobrevivió); entre las víctimas hubo más de 400 trabajadores de emergencias (bomberos, policías), por lo que en honor a ellos, el Senado de los Estados Unidos declaró el 12 de septiembre Día Nacional del Ánimo. Puede parecer extraño que un gobierno decrete un día así, pero viendo lo que estamos viviendo estos días con la pandemia del Covid-19, la historia se está repitiendo: los profesionales, además de darnos instrucciones para intentar evitar los contagios, también dedican muchas palabras a darnos ánimo, algo muy necesario especialmente pensando en los que son propensos a la depresión y a los que repiten esa triste frase de que todo va a ir de mal en peor.

En su primera carta a los tesalonicenses, el apóstol Pablo les dice a los cristianos de aquella joven iglesia: “Anímense unos a otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:18) ¿Qué palabras? Las que escribe en el capítulo 4 referentes a la esperanza de resurrección de los creyentes en Cristo. Esta iglesia estaba pasando momentos duros de persecución y como se trataba de una iglesia joven recientemente fundada por el apóstol Pablo, había doctrinas que no tenían claras y les producían alguna confusión hasta el punto de que algunos pensaban que el regreso de Cristo era inminente ya que como estaban sufriendo con lo de la persecución, pensaban que tal vez estuviesen viviendo ya la tribulación anunciada al final de los tiempos y que por tanto Jesús vendría pronto a buscar a su Iglesia. Por eso Pablo les dice: “Ustedes saben muy bien que el día de regreso del Señor llegará inesperadamente, como un ladrón en la noche. Cuando la gente este diciendo: “Todo está tranquilo y seguro”, entonces le caerá encima la catástrofe tan repentinamente como le vienen los dolores de parto a una mujer embarazada; y no habrá escapatoria posible.” (1 Tesalonicenses 5:2-3). Evidentemente esa catástrofe que menciona Jesús se refiere a ‘la gente’ no creyente que estarán viviendo en paz, como dicen otras versiones, pero no la paz de Cristo, sino “la paz que el mundo da”, como dice Jesús; cuando más seguros crean que están vendrá sobre ellos “destrucción repentina” (versión Reina Valera) algo que no se entiende por una aniquilación total ya que analizando lo que dice el Nuevo Testamento lo que se puede entender es que para los no creyentes el regreso de Jesús significará el comprobar que lo que se decía de Jesús era cierto pero, a esas alturas ya no podrán acogerse a la salvación ofrecida actualmente y, por el contrario, les tocará sufrir la realidad de una eternidad sin Dios, o sea, muerte, porque el no poder acceder al Reino divino es no poder tener la verdadera vida.

Como nos dice el testo, eso sucederá inevitable y repentinamente, “como los dolores de parto a la mujer en cinta”, algo que sucede sí o sí a menos que haya un accidente o un aborto voluntario pero el ejemplo viene a mostrar lo que pasará con aquellos que eligen ser rebeldes a Dios: no podrán huir del juicio de condenación que les está prometido. Solo el obedecer a la Palabra de Dios y seguir sus instrucciones nos puede evitar de ese juicio de la condenación, como sigue diciendo el texto: “Pero ustedes, amados hermanos, no están a oscuras acerca de estos temas y no serán sorprendidos cuando el día del Señor venga” (1 Tesalonicenses 5:4), nosotros estamos avisados por la Palabra de Dios: Jesús volverá a por su Iglesia y mientras no llega ese día, el Señor nos amonesta para que estemos en guardia, velando y orando; así nos avisa Jesús: “Manténganse siempre alerta. Y oren para que sean suficientemente fuertes para escapar de los horrores que vendrán y para presentarse delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:36).

Así que esa es la actitud que como hijos de Dios nos toca asumir: una actitud de espera en alerta, no preocupados ni tensos ni con ansiedad, sino con la esperanza de saber que pronto estaremos en ese lugar que el propio Jesús dijo que iba a preparar para nosotros y mientras esperamos, podemos estar tranquilos sabiendo que Dios cumple sus promesas, que nunca nos va a dejar solos, que nada ni nadie nos puede separar de Su amor y que nadie nos puede arrebatar de su mano: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco, y ellas me siguen. Les doy vida eterna, y nunca perecerán. Nadie puede quitármelas, porque mi Padre me las ha dado y Él es más poderoso que todos. Nadie puede quitarlas de la mano de mi Padre.” (Juan 10:27-29). Anímense unos a otros con estas palabras.

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