miércoles, 9 de diciembre de 2020

Solo

¿Alguna vez te has sentido solo aún en medio de mucha gente?

En 1990, la NASA junto con la Agencia Espacial Europea, pusieron en órbita el telescopio Hubble cuya órbita circula alrededor de la Tierra para poder captar imágenes del espacio sin los obstáculos que hay en la atmósfera que impiden una buena visión. Hubble nos acerca un poco más a la inmensidad del cosmos, un cosmos que nos produce vértigo cuando intentamos calcular su dimensión… Solamente el pensar que nuestra galaxia, la Vía Láctea, contiene más de cien mil millones de estrellas y que ella es solo una pequeña parte de esa inmensidad, podemos imaginar qué es nuestro planeta dentro del universo, apenas un minúsculo punto en el espacio y qué somos cada uno de nosotros ante todo esto ¿No es para sentirse realmente solo? Un astrónomo se hacía esta pregunta: ¿Cómo puede Dios preocuparse por un hombre o una mujer que es menos que un grano de arena en una inmensa duna? Este mismo astrónomo, que había perdido su fe investigando la inmensidad del espacio, se dedicó en sus ratos libres a mirar por un microscopio ¿y qué es lo que vio? En una insignificante gotita descubrió otro mundo vivo, con animales de todo tipo que crecían, se reproducían, morían… Al ver esto, su fe comenzó lentamente a volver. Razonaba que si Dios, como Creador de todo, podía ocuparse de detalles tan insignificantes y hacer abundar la vida en el mundo microscópico, mundo que muchas veces aplastamos simplemente con nuestra pisada ¿cómo no va a ocuparse, con más razón, del hombre que es su criatura más compleja, creada para señorear sobre todo ser viviente y creado, además, a imagen de Dios? Poco a poco, aquel astrónomo se tuvo que inclinar y humillarse ante la sabiduría revelada de Dios. No lo sé, pero seguramente tuvo que decir como el salmista: “Semejante conocimiento es demasiado maravilloso para mí, ¡es tan elevado que no puedo entenderlo! (Salmo 139:6).

En una ocasión, hablando con una anciana en una residencia, me dijo que no encontraba a nadie con quien hablar, especialmente con quien poder compartir cosas de la Biblia, alguien con quien “conectar”… ¿alguna vez te has encontrado tan solo?

La persona que ha creído en Jesús como su Salvador y Señor de su vida, puede que en algún momento de su vida se sienta solo por las diferentes circunstancias de la vida; todos necesitamos la compañía de otras personas, pero esa persona nunca se va a encontrar sola porque Dios nos dice y promete que vayamos donde vayamos, estemos en la circunstancia que estemos, Él siempre estará presente.

Cuando surge el tema de la soledad, en la mente de los creyentes salta como si de un resorte se tratase, la promesa de Jesús en Mateo 28: “… y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” O esta otra donde dice Dios: “No te desampararé ni te dejaré” (Hebreos 13:5).

El rey David, en el salmo 139 que he mencionado antes, hace un experimento con la imaginación, alejándose a los lugares más recónditos como diciendo: “¡A ver si puedo escapar de la presencia de Dios! Por ejemplo, se plantea, si fuésemos capaces de llegar a la esquina más lejana de ese inmenso universo de un tamaño que no podemos ni imaginar y que solo de pensarlo nos mareamos y nos duele la cabeza, él responde: “Si subo al cielo, allí estás tú”. Como Dios también está allí, plantea lo contrario y se va al sitio más abajo, al Sheol que en el Antiguo Testamento se menciona generalmente como el lugar a donde van los muertos y esta es la respuesta: “si desciendo a la tumba (o al Sheol), allí estas Tú”. Luego el escritor nos lleva a la costa y allí, ante la inmensidad del mar, cuando el sol comienza a aparecer en el amanecer de la mañana, en aquel lugar donde antiguamente se pensaba que se terminaba la Tierra por el efecto que hace la distancia y la línea majestuosa del horizonte marino, en aquel lugar se presenta la imaginación del salmista y con preciosas palabras señala: “Si cabalgo sobre las alas de la mañana, si habito junto a los océanos más lejanos, aún allí me guiará Tu mano y me sostendrá Tu fuerza” (Salmo 139:9-10). Leo los don siguientes versículos: “Podría pedirle a la oscuridad que me ocultara, y a la luz que me rodea, que se convierta en noche; pero ni siquiera en la oscuridad puedo esconderme de ti. Para ti, la noche es tan brillante como el día. La oscuridad y la luz son lo mismo para ti.” ¿Qué nos está diciendo? Que es imposible esconderse de la presencia de Dios, porque incluso ante Su presencia “la noche resplandece como el día”. Dios es omnipresente, es uno de sus atributos. Jesús también prometió que donde estuviésemos dos o más creyentes reunidos en Su nombre, allí estaría Él en medio (Mateo 18:20). ¿Qué nos asegura esto? Que si creo en Él, puedo contar con Su presencia y Su compañía esté donde esté y por muy solo que parezca que me encuentre, sé que si le hablo a través de una sencilla oración, Él estará ahí oyéndome y dispuesto a consolarme y socorrerme, según lo que necesite.

Para Dios “contamos” en medio de Su gran Creación, somos importantes, tan importantes que ‘nos ha examinado’ (“Oh Señor, has examinado mi corazón y sabes todo acerca de mí” (Salmo 139:1)), y nos conoce perfectamente y no solamente por la apariencia porque Dios lee el corazón, nos conoce a fondo mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos. Hay ocasiones en las que tenemos reacciones o hacemos cosas que ni nosotros mismos entendemos cómo o porqué las hacemos, como dice el apóstol Pablo: “¡Lo que no quiero hacer, eso hago! Dios sí lo sabe, sabe de nuestra situación (“Sabes cuando me siento y cuándo me levanto; conoces mis pensamientos aún cuando me encuentro lejos” (Salmo 139:2)), sabe a dónde vamos, qué dirección tomamos (“Me ves cuando viajo y cuando descanso en casa. Sabes todo lo que hago” (Salmo 139:3). Al meditar sobre esto, reconozco que muchas veces no he caído en la cuenta que lo que estoy pensando, sea en lo que sea, está siendo conocido por Dios “desde lejos” y debería producir en mi ( en nosotros), un temor reverente y al mismo tiempo un sentimiento de adoración sin límites al saber que el Dios todopoderoso y Creador nos conoce tan íntimamente.

“Vas delante y detrás de mí. Pones tu mano de bendición sobre mi cabeza” (Salmo 139:5). Me parece solemne lo que dice este versículo porque, por amor a nosotros, por gracia de Dios, nos tiene como rodeados y, aún si intentásemos escapar, por causa de nuestra debilidad, Él tiene Su mano puesta sobre nosotros.

A veces he oído comentarios negativos sobre las cámaras de vigilancia que se ponen en las calles para aumentar la seguridad de los ciudadanos. Los creyentes tenemos esa cámara puesta, la mirada de Dios, las 24 horas del día. ¿Esto nos produce miedo o nos alegra? Creo que la respuesta de Filipenses 2:12-13 es perfecta: “Queridos amigos, siempre siguieron mis instrucciones cuando estaba con ustedes; y ahora que estoy lejos, es aún más importante que lo hagan. Esfuércense por demostrar los resultados de su salvación obedeciendo a Dios con profunda reverencia y temor.  Pues Dios trabaja en ustedes y les da el deseo y el poder para que hagan lo que a él le agrada.” Creo que sobran motivos para adorar a nuestro Padre celestial por su previsión y ternura para con nosotros.

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