domingo, 29 de noviembre de 2015

El Último Tramo de la Vida

los últimos instantes de la vida con compañía amada
El pasado sábado 21 de Noviembre, he asistido a la Conferencia que organiza la FIEIDE, conferencia que tenía un título muy sugerente: “Árbitros en el último tramo de la vida” tocante a un tema de actualidad como es la eutanasia y las decisiones que se toman, en situaciones críticas, antes de morir. El conferenciante fue el Dr. Rodolfo E. González, quien con su experiencia en el campo y el ambiente hospitalario, pudo aportar y enriquecer la conferencia con historias reales vividas por él que hicieron que las cerca de tres horas que dedicó a tan importante asunto me parecieron muy cortas. En este comentario quisiera exponer algunos detalles que me parecieron interesantes de su intervención y del coloquio que siguió a la misma.

Hoy en día, por lo general, no gusta hablar de la muerte. No hace tantos años estaba más presente en la sociedad: se guardaba luto, se anunciaba por medio de campanas en las iglesias, esquelas, recordatorios; se asistía a los velatorios; hoy en día casi ni se ve al difunto: o está en un lugar aislado, o pasa directamente al crematorio y solo se ve la caja, cuando se ve, etc. Hoy no se quiere hablar de la muerte.
¿Qué actitudes encontramos ante este tema?
Es extraño, no se sabe que se experimenta ni que se encuentra después (en el caso de los creyentes tenemos una idea aproximada por lo que nos revela la Biblia).
Vemos varios tipos de reacciones: se lucha contra la muerte; se niega su realidad; otras veces produce desesperación ante su llegada; en general se desea que cuando llegue sea cómodamente (todo aquel a quien se le pregunta cómo le gustaría morir llegado el momento suele contestar: “que me coja durmiendo, en paz, sin dolor”); otros quieren tener el control (eutanasia). La eutanasia básicamente es que otro provoque mi muerte. Después está el suicidio asistido que consiste en que otro me ayude a morir. Las razones que se aluden para tomar alguna de estas decisiones suelen ser la compasión y el miedo. Miedo al dolor, a la dignidad perdida (no controlo mis actos fisiológicos, no me valgo por mi mismo para nada, etc.), miedo a la dependencia.
Hay una serie de conceptos actuales en la sociedad que influyen en estos razonamientos cada vez más extendidos:
El utilitarismo: Vale si me sirve. El utilitarismo es una teoría ética que asume las siguientes tres propuestas: lo que resulta intrínsecamente valioso para los individuos, el mejor estado de las cosas es aquel en el que la suma de lo que resulta valioso es lo más alta posible, y lo que debemos hacer es aquello que consigue el mejor estado de cosas conforme a esto. De este modo, la moralidad de cualquier acción o ley viene definida por su utilidad para los seres sintientes en conjunto. Utilidad es una palabra que refiere aquello que es intrínsecamente valioso para cada individuo.
El Hedonismo (ya se hablaba y se practicaba en la antigua Grecia): Lo fundamental es disfrutar. El dolor no se tolera en absoluto: intolerancia al dolor.
La Autonomía: Yo soy dueño de mi. La persona cuida y le da mucha importancia al YO.
El Naturalismo: Soy uno con la naturaleza. El naturalismo rechaza la existencia objetiva de algo sobrenatural, viendo todas aquellas cosas "sobrenaturales" como explicables en términos naturales.
Además de los conceptos también destacan factores sociales influyentes:
La ruptura de las hasta hace poco, estructuras sociales firmes (divorcio, falta de relaciones, soledad, etc.).
Una mayor esperanza de vida.
La legislación en otros países, por ejemplo de la eutanasia legalizada.
Respecto a esto último el doctor expuso algunas cosas que se van viendo fruto de la experiencia de otros países, en este caso EE.UU y Holanda, cosas que van delatando los diferentes estudios estadísticos que se hacen sobre estos temas:
(EE.UU)
Es difícil predecir el tiempo que a uno le queda de vida por lo que cuando se da un plazo, no siempre se acierta, lo que puede producir que se provoque la muerte a alguien que va a vivir más tiempo del previsto.
En un alto porcentaje se detecta falta del sentido de vivir, una vida sin propósito y esto sin tener una enfermedad terminal.
Con el paso de unos meses, muchas personas cambiaron su idea de morir, por cambios en su vida, circunstancias…
Está disminuyendo la evaluación mental de base, especialmente afecta cuando la persona tiene depresión, en un 1,5% no se evalúa seriamente y se da el visto bueno a la provocación de la muerte sin tener en cuenta que no se ha hecho un análisis profundo y serio de las condiciones físico-mentales del paciente.
(Holanda)
Cada vez están muriendo más personas sin dar el consentimiento (ancianos, discapacitados, bebés, etc.). Se calcula que unas 1000 personas al año.

lunes, 9 de noviembre de 2015

El carácter de Cristo

Colaboración de Manuel José Díaz Vázquez

“En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra,
Busquemos con todo nuestro ser la comunión íntima con nuestro Divino Salvador
porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. (Mateo 11:25-30)
Con unas palabras llenas de reverencia y reconocimiento, que es lo que envuelve la alabanza, señala el Hijo la total autoridad del Padre, quien reina sobre todas las cosas. Su poder es algo maravilloso e inefable: es el Creador, hace milagros, juzga con total justicia, para Él no hay nada imposible, todo está bajo su control…, y oculta con celo la verdadera sabiduría de aquellos que quieren apropiársela por caminos no dispuestos por Él (el único camino es Cristo) y se extravían. Porque es Dios mismo quien establece las normas para adquirirla. Él y solamente Él, estipula las reglas que rigen todo lo concerniente al verdadero conocimiento. Fijémonos en el contraste: “porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos…”. La palabra “esconder” conlleva un ocultamiento, un cubrimiento con defensa activa. Podemos hacernos una idea si pensamos en la espada encendida dispuesta para guardar el camino del árbol de la vida que se nos narra en el Génesis. El verdadero conocimiento está protegido, oculto, inaccesible, y es revelado solamente a aquellos que tienen una actitud adecuada para con Dios, en contraposición con los sabios y los entendidos, que representan, en líneas generales, a las personas soberbias y arrogantes en su propia opinión y que no tienen en cuenta a su Creador, que viven de espaldas a Él, y se creen sabios y entendidos en sí mismos.
Frente al Evangelio, todo hombre y mujer se encuentra en igualdad de condiciones, sea cual sea su grado de inteligencia, su nivel de estudios, su posición social, la educación recibida, el tiempo en el que ha vivido…, lo que determina si adquieren o no la verdadera sabiduría es la sencillez de corazón para aceptar de buen grado lo que Él tiene a bien decirles por medio de Su Palabra encarnada en Su bendito Hijo Jesucristo. 
Con el término “niños”, se  hace referencia a este grupo de personas, las sencillas de corazón, que creen en Él. Cristo representa el punto álgido, insuperable, de sencillez y nobleza de corazón, de madurez espiritual, que no está reñida con las otras características, porque la madurez se adquiere, aunque parezca una contradicción, de esta manera, porque son los “niños” (y no se refiere a los infantes), es decir, los sencillos de corazón, los pobres en espíritu, los que reconocen su necesidad delante de Dios, y son los que, (¡bendito sea el Señor!), alcanzan la verdadera madurez, dicho de otra manera, los que tienen conocimiento y discernimiento de estas cosas, porque les son reveladas. Padre e Hijo componen una unidad de amor y conocimiento, unidad a la cual se nos invita a unirnos…
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Este llamamiento, esta invitación (algún comentarista dice que es general, a todos los hombres, y pudiera ser, aunque por el contexto se vislumbra otra cosa), da la impresión de que es a los “niños”, aquellos que están dispuestos a aprender porque saben o intuyen de sus carencias, son los que quieren ser enseñados y están dispuestos a oír la enseñanza, por eso el Señor dice después: aprended de mí, a diferencia de los sabios y entendidos que confían en sí mismos y en su propio criterio. Evidentemente como se dice en Juan 6:37, “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene no le echo fuera”, cualquiera, en un determinado momento, puede ser susceptible de aceptar esta invitación, y pertenecerá al grupo de “niños”, o las personas que son dadas de antemano por el Padre al Hijo, las que sola y exclusivamente tienen el privilegio de conocer estas cosas. El Padre ya las conoce y se las da al Hijo. (Léase Juan 17).
Los sencillos de corazón sufren ante las vicisitudes de la vida, porque son conscientes de su naturaleza que tiende al pecado, porque se llenan de dudas, perplejidades y temores, porque se agitan por las circunstancias tan cambiantes, porque se turban ante la presión legalista de la religión oficial, porque ven que la hipocresía, la mentira, la impiedad…, campan a sus anchas. “En el mundo tendréis aflicción…”, dice el Salvador, pero no estáis solos, es un compromiso personal mío el haceros descansar “yo os haré…” y os digo cómo, hacedme caso, sed como yo. Jesucristo es la persona más cercana al creyente, la más asequible… El alma se turba, los afanes de esta vida os acongojan, pero podéis descansar, haced lo que yo os digo: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Es en la comunión con Él como se aprende, y como se adquiere su carácter, recordemos ese dicho: “Dime con quién andas y te diré quién eres”; el yugo es el símbolo de esa comunión. Es el maestro y tenemos que tener claro que la relación con Él es lo más importante de nuestra vida. La verdad nos libera, y nos indica la clave: la mansedumbre y la humildad, el tener claro que somos hechura de Dios, que dependemos absolutamente de Él; el tener una opinión cabal de nosotros mismos, ya que la mansedumbre y la humildad expresan una concepción de Dios y una concepción de uno mismo, de poner a cada quien en su lugar. Entramos en esa relación, en una disciplina amorosa, literalmente, se puede decir, que Él quiere domarnos, que nos refrena, que nos enseña a entrar y a vivir de una manera completamente diferente, elevada, en una nueva esfera que deja atrás todo lo anterior, conforme al ejemplo de Su Hijo. 
Estas cosas están escondidas, pero si miramos a Jesucristo y aprendemos de Él, hallaremos, encontraremos estas cosas que son especial tesoro. Algo esencial en la vida humana es el descanso del alma. La vida la agita continuamente, los afanes y las ansiedades la perturban… Y la receta es la humildad y la mansedumbre que llevan a confiar en Dios y en Su Hijo para encontrar la verdadera y genuina paz… Los padres enseñan a sus hijos a hacer muchas cosas en la vida. El Señor nos enseña las más importantes, las esenciales. Él es el creador de la vida y nos enseña a vivir, a vivir la vida eterna, que es el conocimiento de Dios. 
No se puede ser cristiano y no ser humilde. Porque la mansedumbre es una de las características del carácter cristiano. Un cristiano arrogante es una contradicción. Todos, no cabe duda, podemos tener malos momentos, pero la estela que debemos dejar, si nos decimos cristianos, es la de la humildad y la mansedumbre a imagen de Aquel que nos está enseñando a vivir la nueva vida. Si nos decimos cristianos, y no somos humildes, lo dejamos a Él en mal lugar. Al contrario, si somos como Él, demostramos quienes somos, teniendo Su propio carácter, estando en comunión con Él y damos, así, verdadero testimonio del Evangelio, y no olvidemos que la verdadera mansedumbre es fruto del Espíritu Santo, no un don natural…
Busquemos con todo nuestro ser la comunión íntima con nuestro Divino Salvador para mostrar al mundo la realidad de esta experiencia. Que Él nos ayude a ser sencillos, humildes y mansos de corazón a imagen de Su carácter, porque solamente los que son como Él, heredarán la tierra. 
Manuel José Díaz Vázquez

** Manuel es autor de las novelas "Queso fresco con membrillo", "A las vacas de la señora Elena no les gusta el pimiento picante" y "La calavera de Yorick" (Ediciones Atlantis).

domingo, 1 de noviembre de 2015

Oye Mis Consejos

los consejos de mi papá
“No se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello. Escríbelas en las tablas de tu corazón” (Proverbios 3:3)
Hay palabras como “misericordia” que hoy apenas se oyen y otras como “verdad” que parece se han quedado relegadas en el olvido.
“La misericordia es la disposición a compadecerse de los trabajos y miserias ajenas.”, leo en la Wikipedia, pero ¿quién se compadece hoy en día de las miserias ajenas? Gracias que alguno aún lo hace, especialmente aquellos que se esfuerzan por ayudar a los demás por los diferentes medios (ONGs, Médicos, Grupos Misioneros, etc.). Pero las instrucciones que se reproducen en el texto de Proverbios son para todos, son el consejo de un Padre amantísimo hacia su hijo con un objetivo muy claro: “…y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres.” Este Padre se desvive por guiar a su hijo para que reciba los mejores consejos, las mejores instrucciones de comportamiento, los valores y la dignidad que parece se hayan perdido entre las brumas del olvido.
El llamado es muy especial para los creyentes, para los hijos de Dios, porque se espera que ellos actúen así: “Oíd la palabra de Jehová, oh hijos de Israel: “Jehová tiene pleito con los habitantes de la tierra, porque no hay en la tierra verdad, ni lealtad, ni conocimiento de Dios.” (Oseas 4:1). Para ser escrito esto unos 700 años antes de Cristo, suena muy actual. Algunas versiones traducen misericordia donde leemos ‘lealtad’. En ese tiempo el profeta denunciaba con palabras inspiradas lo que Dios no hallaba en la tierra ¿y qué de hoy?
Estoy escuchando las respuestas: “¿Misericordia? Suena muy sensible ¿no? Hoy esos conceptos se han quedado anticuados, es verdad que hay ongs y esas cosas, pero la mayoría vamos a lo nuestro.”
El corazón del hombre, estemos en el siglo que estemos, sigue igual. Solamente Jesucristo puede producir ese cambio en las personas, un cambio que introduce el amor de Dios en el corazón de la persona y la transforma de tal forma que la misericordia y la verdad fluyen del interior, así como otros frutos como el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre y el dominio propio (Gálatas 5:22). La Biblia dice que estas cosas son fruto del Espíritu Santo que entra en la persona cambiada por Jesús.
El padre que escribe a este hijo debe tratarse de una persona así y por eso quiere lo mejor para su hijo. Desea que su hijo halle gracia ante Dios y buena opinión ante los hombres.

“Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia inteligencia” (Proverbios 3:5) El escritor inspirado va desgranando perlas cultivadas para ayudarnos en nuestro crecimiento madurez espiritual de forma que agrademos a Dios, los hombres tengan buena opinión de nosotros, y la vida nos sea de bendición… ¡pero para eso, debes confiar en Dios, no en tus fuerzas! Un poco más delante en este pasaje, se le va a reiterar: “No seas sabio en tu propia opinión” (Pr.3:7)
A la gente le cuesta mucho aceptar esto. Nos consideramos muy inteligentes y nuestra opinión se pone por delante de cualquiera que quiera ocupar ese lugar… incluso aunque ese lugar lo quiera ocupar Dios mismo.
Es curioso echar un rápido vistazo a este capítulo 3 para ver cómo se va repitiendo, como se va insistiendo, en este principio: “Confía en Jehová” (v.5); “Teme a Jehová” (v.7); “Honra a Jehová” (v.9); “No deseches la disciplina de Jehová” (v.11). No son exhortaciones vanas, pueriles, obsesivas, de un padre obstinado y enfermizo con la religión. Son las exhortaciones de un Padre que ama y que tiene argumentos de experiencia personal que le han ido demostrando a lo largo de su vida que esas condiciones tienen bendición, y si no, veamos unas cuantas en el mismo texto: “hallarás gracia ante los ojos de Dios” (v.4) (esta ya la habíamos visto); “Él enderezará tus sendas” (v.6); “será medicina para tu carne y refrigerio para tus huesos” (v.8, o sea, salud física); “tus graneros estarán llenos con abundancia y tus lagares rebosarán de vino nuevo” (v.10); “Jehová disciplina al que ama, como el padre al hijo a quien quiere.” (v.12).
Casi podríamos hacernos un manual de estos de “Cómo conseguir una vida de éxito” ¿verdad? Las librerías están llenos de estos manuales prácticos pero sólo la Biblia está inspirada directamente por el único y sabio Dios ¿De quién nos vamos a fiar?


sábado, 10 de octubre de 2015

¿Convertirse?

se ha convertido en alguien distinto
Entre los creyentes usamos términos hablando que “a los de afuera” les deben sonar a chino, lo digo porque me ha pasado de decir “se ha convertido” como si fuese lo más normal, y entre creyentes lo es porque todos me entenderían, pero en la calle esto no es así. Es como cuando te reúnes con colegas aficionados a "algo", lo mismo que tú,  y hablando utilizas términos de una jerga que tú y ellos conocéis perfectamente pero que para el que no está en “la línea”, no significan nada.
Es por eso que el pasado domingo hablé en la iglesia sobre lo que es convertirse. En el diccionario dice que “convertir a alguien” es “hacer que una persona llegue a ser algo distinto de lo que era”. Así, en plan general, se puede referir a algo bueno o a algo malo, por ejemplo: “El horario de trabajo lo ha convertido en una persona intratable”, “Su estancia en el extranjero lo ha convertido en una persona distinta”. Uno de los casos más drásticos que se conocen es el del apóstol Pablo. En el Nuevo Testamento, en el libro de los Hechos, hay tres relatos de la conversión del que hasta ese momento de su historia se llamó Saulo de Tarso (Hch.9, 22 y 26). En los tres podemos deducir que Pablo, cuando se convirtió, pasó a ser una persona distinta de lo que era.
En muchas predicaciones he oído aplicar el sinónimo “cambiar radicalmente” a lo que es una conversión según lo entendemos por la Biblia y siempre se nos ha explicado por un giro de 180º ßà La persona iba en una dirección, tenía unas prioridades, unos objetivos, le gustaban unas cosas, llevaba una forma de vida y… “cambia” y ahora va en la dirección opuesta: posiblemente si trabajaba siga en su mismo trabajo; si tenía familia sigue con su familia, la quiere más, la cuida y la protege con más amor, sigue con ella pero sus prioridades son otras, sus objetivos son otros, de repente le gustan otras cosas distintas y lleva otra forma de vida, se ha convertido, ha cambiado… ¿Por qué? ¿Qué le ha hecho cambiar de esa manera tan drástica? ¿Con qué se ha encontrado para dar un giro de 180º de un día para otro?
Pablo se encuentra con la Luz (Hch.22:6). “Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” Según su opinión, Saulo era una persona perfecta, impecable, un judío leal, obediente a la Ley de Dios al milímetro, con los mejores estudios de las mejores universidades de la época, tenía tanto celo por las cosas de Dios que, convencido que los que seguían a Cristo eran miembros de una secta maligna y contraria a la Ley, los persiguió desde que vio a Esteban morir apedreado hasta su experiencia en el camino a Damasco, una experiencia en la que se encontró con Cristo mismo, el crucificado y ahora resucitado. Saulo tiene su encuentro con Jesús. Ante la Luz, todos los estudios y méritos y cosas que delante del mundo eran el no va más, delante de la Santidad de Dios quedaron reducidas a… nada.
Cuando el Señor se cruza en nuestra vida, lógicamente surgen preguntas. El encuentro de Saulo fue espectacular pero igualmente lo es el de cualquier persona aunque no haya una luz más potente que el sol al mediodía por medio. El Señor lo llama: “¡Saulo, Saulo! ¿por qué me persigues?” Saulo perseguía a los seguidores de Jesús de Nazaret, la Iglesia…entonces “¿Quién eres, Señor?” Primer reconocimiento: “esta aparición es sobrenatural, es divina, el poder que denota me ha hecho caer al suelo, los que vienen conmigo se han espantado, ¿Quién eres, Señor?” Muestra que Saulo reconoció la autoridad de quién lo halló en el camino. Entonces la voz se identifica con Jesús de Nazaret. Saulo empieza a sumar: “¿Jesús de Nazaret? ¿el crucificado? ¡Yo estoy persiguiendo a los seguidores de Jesús de Nazaret! Pero ¿no estaba muerto?... (sigue sumando…) ¡va a resultar que es verdad lo que dicen sus seguidores, ha resucitado, está vivo!... entonces, claro, si persigo a sus seguidores, en cierta forma, lo estoy persiguiendo a Él… Jesús… el que dijo que era Hijo de Dios… ¡Dios mío! ¿Qué he estado haciendo?”
“Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte.” (Pr.16:25).
Saulo comenzó a analizar las evidencias; aquella luz del cielo no solo lo había iluminado y deslumbrado, también le había abierto el entendimiento a la Verdad. Se sintió sucio ante la Santidad de Dios, se sintió pecador al darse cuenta que perseguía al mismo Hijo de Dios, cabeza de la Iglesia, se sintió arrepentido y con ganas de corregir lo que había hecho mal y ¡clamó al Cielo! “¿Qué haré Señor?”
¡Qué haré Señor! ¿Os fijáis? Estaba comenzando un cambio. Antes perseguía a los seguidores de ¡aquel Jesús!... ahora está llamando Señor al líder de los que perseguía… ¿Cambio? ¿Transformación? ¡Conversión! Cuando reconocemos a Cristo como nuestro único Salvador, el fuego que nos consume por agradarle es impresionante. El Señor perdona al corazón arrepentido y el Espíritu Santo entra en nuestro corazón operando en nosotros un cambio radical: 180º ¿Qué quieres Señor que haga?
Es a partir de ese momento que empiezan a mostrarse las evidencias de una verdadera conversión. El Señor lo ve en el corazón de Saulo y le da instrucciones y lo envía a quién lo va a guiar en su primera ceguera, física y, todavía, espiritual. Como el bebé en sus primeros días de vida, empieza a ver… ¡pero aún no ve claramente! Su vista tiene que irse moldeando, su vista y su vida. La primera evidencia que muestra a los demás que aquel hombre se ha convertido es que se pone a orar (Hechos 9:11): “Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora,”. Ya no es aquella persona que conocíais antes y que os asustaba sembrando el terror llevándose a los cristianos a las cárceles. Ahora está orando y necesita ayuda para dar sus primeros pasos como creyente. ¡Ah cambiado! ¡Se ha convertido! Comienzan a verse las evidencias de su conversión en el cambio que se va operando en su vida por medio del Espíritu Santo.
Una persona convertida, un creyente honra al Señor cuando en su vida diaria manifiesta claramente, como Saulo de Tarso, que es un hijo de Dios y reconoce humildemente “que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1 Ti.1:15).

lunes, 5 de octubre de 2015

¿Estado laico o aconfesional?

laico o constitucional
De momento, esta pregunta no debería suscitar discusión alguna, aparte de las definiciones de diccionario y ciertas sentencias del tribunal constitucional. Puede parecer que la Constitución cierra las puertas a un estado laico, pero reniega también de su aconfesionalidad. El artículo 16.3 establece el principio de la aconfesionalidad del Estado al declarar que “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”. Sin embargo continúa con: “Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones”. Así de claro. La Carta Magna española excluye la posibilidad de un estado laico o independiente de cualquier organización o confesión religiosa. Pero a la vez, no puede ser indiferente ante el hecho religioso y además está obligado a cooperar con las distintas confesiones. Muy en particular con la Iglesia católica.
Esa declaración explica que, después de casi cuarenta años, todavía nos estemos preguntando qué se entiende por estado aconfesional. Porque la realidad diaria, lo cotidiano en las vidas de los ciudadanos, refleja la clara hegemonía de una confesión, que además alardea de su capacidad de vetar al resto cada vez que hay ocasión. Ello más bien apoyado por parte de quienes ostentan la más alta representación ciudadana y del estado. Alcaldes, presidentes de comunidades autónomas y hasta la casa real, preservan y apoyan sin titubeos la imposición de una sola confesión, la del obispo de Roma, en toda clase de actos oficiales. Como clara muestra de la confusión que al respeto propician y que sólo la realidad clarifica, proclamaciones, nombramientos, conmemoraciones de todo tipo y hasta funerales de estado dejan buena constancia de la situación.
Si un Estado aconfesional es aquél que no reconoce como oficial a ninguna religión y un estado laico el que aboga por la independencia de cualquier confesión religiosa, nada de ello se da en nuestro país donde la omnipresencia de una sola confesión en multitud de actos institucionales y hasta en la declaración de la renta, la convierte de facto en la religión oficial del Estado.
Aunque el artículo 16.3 diga: “ninguna confesión tendrá carácter estatal”, en España, una ministra pide en público ayuda a una virgen para salir de la crisis o un ministro le concede a otra virgen la más alta condecoración al mérito policial. Mientras se sigan celebrando misas en los funerales de Estado y otros actos institucionales tanto civiles como militares, no hay discusión posible: España no es laica ni aconfesional.
‘Mini Editorial’ publicado en la revista Edificación Cristiana, nº 269, Mayo-Agosto 2015.