viernes, 30 de diciembre de 2016

Ya es historia

libre del pecado
Estoy escribiendo el penúltimo día de este año que ya es historia... En Octubre he escrito el artículo "Matar la Verdad" en el que comentaba lo popular que es la mentira en el "reino" del "príncipe de la mentira". Hoy, cuando estamos a punto de finalizar otro retazo de la historia, contemplo otro artículo publicado en el País el 16 de Octubre de este año en el suplemento "ideas" y escrito por Javier Pérez Andújar con el triste título "La verdad es de mal gusto", que además comienza con la frase "La verdad es algo muy ligero." Es un inicio triste para los que seguimos la Verdad, pero no deja de ser una observación para ponerse alerta incluso con lo que nos llega de la historia, la cual, en muchas ocasiones, nos llega totalmente manipulada (otra vez la mentira campando a sus anchas...). 
Me ha parecido un artículo muy interesante porque hay algunas frases que dan pie al comentario siguiendo nuestra línea de observación de la sociedad actual y a lo que llega el sutil trabajo de Satanás, lento pero seguro.
Por ejemplo: "Se espera de lo escrito que sea cierto; pero eso era antes de que nos volviéramos unos descreídos." ¿Nos hemos vuelto descreídos? ¡Lógico! El bombardeo diario sobre la corrupción de algunos políticos, el descubrimiento de timos, engaños, incluso en personas que salen en las televisiones pidiendo ayuda para sus enfermedades o las de sus familiares, niños incluidos; los escándalos que se destapan en confesiones religiosas de todo tipo, el desengaño que recibimos de una persona de la que pensábamos que era totalmente diferente a como finalmente se descubre que es... ¿cómo no nos vamos a convertir en descreídos? Lo he escrito en otras ocasiones: el hombre, en general, no es fiable, precisamente por el efecto corrosivo que ha efectuado en su corazón el pecado, la separación de Dios y todas las terribles consecuencias: "Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal" (Génesis 6:5); "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" (Jeremías 17:9).
De manera ligera, el señor Pérez Andújar menciona una frase de Jesucristo: "Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:32). Digo de manera ligera porque él está hablando de "la verdad" en general, ("la verdad humana, la verdad de la gente" dice el escritor),  y utiliza la frase de Jesús, del que dice: "el Hijo de Dios y a la vez Dios hecho hombre", algo que es verdad basada en la Biblia, para acompañar el desarrollo de su artículo respecto a la relación entre la verdad y la libertad; llega a decir un poco más adelante: "La verdad es ligera y nos hace libres. Eso es lo que nos enseñaron los dioses a orillas del desierto: que para ser libres no debemos atarnos a las verdades." Como podéis comprobar, no tiene nada que ver con lo que está hablando Jesús en el pasaje dónde encontramos ese texto en donde Jesucristo está hablando de Él. 
Las afirmaciones que Jesús hace sobre la Verdad son tremendas porque afirma que Él es la Verdad (Juan 14:6). ¿A que se refiere? Claramente está diciendo que Él es la Verdad personificada, Él es el Alfa y la Omega, principio y fin (Apocalipsis 22:13), de ahí que en Él tengamos todas las respuestas ciertas y exactas sobre todo lo creado, visible e invisible, sin errores, sin falsedad, así que si buscamos la auténtica Verdad, la encontramos en Jesucristo porque Él "nos ha sido hecho por Dios sabiduría" (1 Corintios 1:30).
Entonces, ¿que quiere decir que al conocer la Verdad, nos hará libres? En primer lugar "conocer" aquí significa tener la experiencia por tanto conocer la Verdad con mayúsculas implica que hemos conocido a Cristo, tenemos comunión con Él y con el Padre, tenemos la revelación divina y directa de la auténtica Verdad: "Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él." (1 Juan 4:15-16). Permanecer en Dios y Dios en nosotros. Así que ¡Gloria a Dios! tenemos acceso directo con la sabiduría de Dios, guiados por Él, enseñados por Él. Cuando el Sabio escribió toda su experiencia de la vida en el libro de Eclesiastés, finalmente llegó a la conclusión: "Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre" (Eclesiastés 12:13). Dios es Todo a lo que podemos aspirar que le da sentido y propósito a la vida; Él es Verdad y teniendo comunión con Él tenemos todo el conocimiento necesario para entender por qué estamos aquí, qué nos ha llevado a esta situación y a dónde vamos, con Dios tenemos las respuestas suficientes, por tanto, conociendo eso, somos enteramente libres del príncipe del mundo que solo nos controla con mentiras y engaños, con luces de feria que por delante son muy bonitas y brillantes pero que vistas por detrás descubren parches, apariencias, suciedad y oscuridad. "Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios." (Juan 3:21). El que está con Dios practica la verdad, su vida está en la luz, es visible, no tiene nada que ocultar, tiene una conciencia transparente ¡Eso también nos da libertad! "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad." (Juan 17:17). En la oración intercesora de Jesús al Padre pidiendo por sus discípulos, pidiendo por nosotros, le pide que nos santifique, que nos aparte para la auténtica verdad, y a continuación dice que Su Palabra es Verdad. No hay engaño, no hay mentira, no hay nada que ocultar: el que quiera hallar la verdad y ser verdaderamente libre, tiene que acercarse a Dios y oír lo que Él tiene para nosotros; será la forma de que la esclavitud a la que nos tiene sometidos el pecado y la muerte (aunque lo neguemos o lo ignoremos), sea rota y seamos verdaderamente libres. Ese conocimiento nos dará la perspectiva adecuada de Dios, del mundo e incluso de uno mismo.
¡Que el Señor nos bendiga en este nuevo año que empieza!

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Tiempo de amar

Bendiciones del Altísimo para esta Navidad
Leo en el libro de Eclesiastés: "Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora: Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado... tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de estar de duelo y tiempo de bailar... tiempo de abrazar y tiempo de dejar de abrazar... tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo de aborrecer..." (Eclesiastés 3:1-2, 4-5b, 7b-8).
Cuando llega la Navidad pienso: "A la Navidad se le ha "asignado" su tiempo" y ha llegado y yo no he escrito nada sobre ello. Pues vamos a ver que escribo que no haya escrito ya en las mismas fechas en años anteriores, porque siento esa repetición de tiempos asignados para cada cosa marcado tercamente por la publicidad de los comercios que aprovechan los "tiempos asignados" para insistir en que para esa fecha tenemos, siempre, que comprar algo. Es como si no pudiésemos disfrutar de cada momento sin comprar... ¡Qué manera de hacer sufrir a los que no pueden comprar, por el crudo hecho de que, sencillamente, no pueden! ¿Lo habrán pensado? Creo que no. Los que buscan vender piensan en los que pueden comprar, no en los que no pueden. Yo lo he comprobado cuando he formado parte de la cifra abusiva del paro. Alguien que quiere vender te llama, muy jovialmente, con mucho entusiasmo comercial, artificial empuje y, de repente, baja la voz, tartamudea, reduce su impulso y su empuje y finalmente con un 'comprendo' se despide muy rápidamente... ¿Que ha pasado? Le he dicho que estoy sin trabajo y cuando estas sin trabajo cambia la imagen que ellos se hacen del comprador potencial, automáticamente te conviertes en un indigente, en alguien que no les vales, y no se puede perder el tiempo con un parado.
A mi siempre me ha gustado el tiempo de Navidad, ya lo he dicho en otras ocasiones, pero comprendo a aquellos que aseguran que no les gusta, a veces porque les recuerda problemas familiares, otras porque están hartos de tanto anuncio y tanta compra y otros, tal vez los menos, porque les parece un tiempo cruel, un tiempo que se emplea para tapar con papel de colores las injusticias, tristeza y pobreza que se esconde en las zonas oscuras de los soportales. Pero ¿acaso la historia que origina la Navidad, no es una historia similar que encierra injusticia, tristeza, pobreza...? ¿O cómo la queremos ver? O tal vez ni la queremos ver, ni nos interesa salir de la maraña en lo que se ha convertido la historia original.
Cuando leemos la historia en la Biblia, y lo hacemos sencillamente, quitando prejuicios, desenmarañándonos de la parafernalia que se vende hoy, es cuando entendemos qué es realmente lo que pasó y qué diferente es de lo que nos cuentan. Fíjate, unos 700 años antes de que naciera Jesús, el profeta Isaías escribió: "He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel" (Isaías 7:14) (Emanuel significa "Dios con nosotros"). Este anuncio inusitado, sorprendente y milagroso, el que una virgen conciba y de a luz un hijo, se corrobora en la historia de Jesús registrada en los cuatro Evangelios y, más concretamente, en Mateo 1:18-23, se nos relata como José, el futuro marido de María, se entera del cumplimiento de esta profecía por la explicación que le da un ángel. Nosotros, que hemos oído la historia muchas veces, ya no nos sorprendemos de nada, pero imaginaros José que llega al punto de pensar en abandonar a María al ver que está embarazada. No creo que fuese una historia muy fácil para él (no era nada sencillo tampoco para ella), hasta que las huestes celestiales empiezan a tomar protagonismo para ir explicándoles y preparándoles para todo lo que iban a tener el privilegio de vivir.
Así que podemos pensar que el inicio no fue tan tranquilo. Si seguimos el relato en el capítulo 2 de Lucas vemos que la historia todavía se complica más: el César Augusto proclama un edicto para que la gente se registre en un censo en la ciudad donde han nacido y José, ya como esposo de María (Lucas 2:5), se embarca en un duro viaje de unos 115 kms. de distancia, posiblemente a pie, posiblemente llevando a María en algún medio de transporte, un animal, una carreta, y, posiblemente haciendo el viaje en compañía de otros viajeros para protegerse mutuamente de los ladrones, o de los posibles animales salvajes que buscasen a quien atacar para alimentarse; total, de 4 a 6 días de viaje en unas condiciones muy duras. José era del linaje del rey David, de la ciudad de Belén y allí tenía que inscribirse con su esposa para cumplir con la ley del censo promulgado; todo era complicado pero se estaban cumpliendo las profecías que muchos siglos antes se habían pronunciado sobre el Mesías, el Cristo prometido: descendiente de David (Isaías 9:7 con Lucas 1:32-33); nacido en Belén (Miqueas 5:2); nacido de una virgen (Isaías 7:14).

lunes, 28 de noviembre de 2016

Textos seleccionados de JOB

poor boyJob 1:21a.- "Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá". Job como modelo de integridad, confianza en Dios y fe. No reacciona airadamente sino como un hombre sabio, un hombre que controla sus actos (rasgó su manto y rasuró su cabeza (1:20) en señal de que había perdido todo, hijos y riquezas), y luego adora a Dios, demostrando su fe y su confianza en él, no en las riquezas que son algo temporal, incluso la familia personal lo es aunque lloremos y suframos su pérdida"Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano" (Ecle.5:15), mostrando que espera en Dios sea cual sea la situación a su alrededor, como también había aprendido el apóstol Pablo: "Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Fil.4:12-13). ¿Todo lo puedo en Cristo? La reacción de Job nos muestra que él todo lo podía en Dios que lo fortalecía.

Job 1:21b.- "Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito".  Job espera tanto en Jehová que no se extraña que haya tenido y ahora no tenga, lo ve como algo natural, como algo que fluye de una comunión tan viva e intensa.
Satanás había asegurado que Job maldeciría a Dios cuando le atacase de esa manera tan cruel; por supuesto perdió su reto, no lo maldijo, lo bendijo y reconoció su soberanía y la acató como un siervo fiel, como se ve en el gesto de “postrarse en tierra en adoración”. Dios aprobó su comportamiento reconociéndoselo y registrándolo en la Escritura: "En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno" (v.22).

Job 2:10.- "Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios." Cuando oímos hablar a la mujer de Job es como si nos doliese a todos ¡qué decepción! No esperábamos ese golpe posterior después de todo. Job, en su sabiduría, responde pacíficamente porque la conoce: posiblemente sea una persona no creyente o con una fe muy endeble; ha sufrido un golpe terrible: ha perdido a todos sus hijos, y en consecuencia está sufriendo un desgarro y una amargura terribles. No creo que esa mujer sea desleal, es una madre destrozada (¿Cómo reaccionaríamos nosotros? Pongámonos en su lugar), y como suele suceder en las personas poco piadosas, o religiosas nominales, cuando les sucede una desgracia muy grande, se desahogan echándole la culpa a Dios, ¿dónde estaba Dios? ¿Veis como no existe? Eso es lo que oímos siempre cuando hay un accidente, un terremoto, o cualquier desgracia en la que muere gente.
Job así lo ve y le recrimina: Tenemos que aceptar lo que nos ocurra en la vida si es que de verdad nuestra vida está en Cristo: "Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría" (1 Pe.4:12-13).

Job 13:15a.- "He aquí, aunque él me matare, en él esperaré;" Siempre he elegido este texto como la máxima expresión de fe en Dios. Podría ser la continuación a las palabras de su esposa como broche de oro, pero está en otro contexto: sus “amigos” lo acusan en lugar de consolarlo y Job, casi en el límite de sus fuerzas, todavía les demuestra que él es inocente y que confía plenamente en Dios… hasta la muerte. ¡Sublime! Por esa razón dice en el siguiente versículo: “Él mismo será mi salvación”, pase lo que pase, sea culpable o no, mi vida, lo que soy, lo que tengo es suyo ¿qué más puedo decir? “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento.” (Sl.23:4).

Job 19:25-27.- "Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios; Al cual veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mi corazón desfallece dentro de mí". Job demuestra su fe y su confianza en Dios una vez más, diciendo que cree en que va a ser redimido por el mismo Dios y que resucitará para verlo. El pobre Job destrozado física y espiritualmente no recibe más que reproches, falsas acusaciones, condenación, así que se tiene que girar y dirige su mirada hacia Jehová y hacia un futuro que él cree más esperanzador porque confía en que algún día, Dios mismo mostrará su inocencia, inocencia que corrobora confiado en que si alguien escribiese su historia, las generaciones futuras lo reconocerían: "¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas! ¡Quién diese que se escribiesen en un libro; Que con cincel de hierro y con plomo Fuesen esculpidas en piedra para siempre! (Job 19:23-24). Es como una profecía que se ha cumplido como una bendición más de la divina providencia al consentir que la historia de Job llegase hasta nosotros.

“En mi carne he de ver a Dios”, "En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza" (Sl.17:15); "Ahora vemos por espejo, oscuramente; más entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido" (1 Co.13:12). Máxima certidumbre imposible y, a considerar en qué situación lo dice Job. Pero hay certeza (¡gloria a Dios!) y esas palabras nos llenan de gozo y amamos y admiramos a Job por decirlas y por creer en ellas a pesar de estar sufriendo de esa manera tan atroz. Estas palabras han sido de gran consuelo a muchas generaciones y tienen que seguir siéndolo ahora. ¿Puedes tú afirmar lo mismo hoy?

sábado, 22 de octubre de 2016

Matar la verdad

Stop a las mentiras
Encuentro en el suplemento del País (16/10/16) este titular: "Cuando la verdad no importa", "En la era de Internet y del populismo, las mentiras cada vez pasan menos factura". Se trata de un artículo de Javier Ayuso en el que comenta realidades que son para ponerse a recapacitar de a dónde está abocado el mundo contemporáneo. Leo en el subtitulo interior: "Afirmaciones demostrablemente falsas se multiplican en las campañas electorales y en las redes sociales. El valor de las certezas se ha esfumado en manos de demagogos". Es una alarma más de algo que estamos viviendo diariamente, y que ya he comentado en este blog en más de una ocasión; la mentira se ha introducido diabolicamente en la sociedad como una forma de vida "normal", pero cual bola de nieve deslizándose por una pendiente, ha adquirido dimensiones enormes que están empezando a mostrar consecuencias dañinas, consecuencias que ya no quedan ocultas, sino que, como si de un cáncer se tratase, están mostrándose de una manera tan violenta que la misma sociedad se está dando cuenta de lo que supone haber caído en esa trampa, y si no, fijémonos en lo que afirma el Sr. Ayuso en el inicio de su artículo: "La mentira y la falacia son los dos grandes enemigos de la política, del periodismo y, en general, de la convivencia humana... las medias verdades y las medias mentiras se han convertido en los ejes del debate público, agitadas por la mayor maquinaria de propaganda jamás conocida: la Red." A mi me consuela un poco el que, al menos, se reconozca. Por lo menos, desde la misma prensa, una de las propagadoras, se reconoce a la mentira y a la falacia que es más de lo mismo, como grandes enemigas... de la convivencia humana. El mismo trabajo satánico, sutil y persistente, se vuelve contra ellos mismos por excesivo. Más adelante podemos leer: "Pero la mentira no es solo patrimonio de la política. Muchos medios de comunicación también han sucumbido ante la seducción de crear una realidad que sirva a sus intereses. No todos, por supuesto." Ahí está lo que decía antes, también los medios de comunicación "han sucumbido". O sea, casi todo lo que llega a cualquier ciudadano, está contaminado del mismo veneno de manera que, aún sin pretenderlo, llega a parecer tan normal y corriente mentir porque ¡no pasa nada! que, ¿por que no? Si hace falta, yo también la uso...
Por contra, en la Palabra de Dios encuentro que la mentira es una de las cosas que Dios aborrece (Proverbios 6:16-17; 12:22), que es algo que todo cristiano debe evitar (Isaías 63:8; Sofonías 3:13) e incluso odiar (Salmo 119:163), "El justo aborrece la palabra de mentira" (Proverbios 13:5), porque el padre de la mentira es el propio diablo como así lo señaló el mismo Jesucristo: "Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira" (Juan 8:44). El mismo mal que el periodista denuncia en el siglo XXI respecto a algunos políticos, lo denunció igualmente Dios 700 años a. C.- "Si un gobernante atiende la palabra mentirosa, todos sus servidores serán impíos" (Proverbios 29:12); igualmente a lo referente a los testigos falsos: "El testigo verdadero no mentirá; más el testigo falso hablará mentiras" (Proverbios 14:5).
Quiero finalizar con una advertencia que me parece vital con respecto a la eternidad que nos aguarda; está en Apocalipsis 21:8 y dice así: "Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda." Y como dice el Señor: "El que tiene oídos para oír, oiga."

martes, 11 de octubre de 2016

Amad a vuestros enemigos

amad a los que os aborrecen"Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestro enemigos y haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen y orad por los que os maltratan." (Jesús).
He sentido la necesidad de escribir cuando leí estos textos esta mañana. El comentarista decía que hacer esto que pide Jesús se considera imposible: perdonar y amar a los enemigos. El Señor lo hizo y nos dejó ejemplo para que siguiéramos sus pisadas pero, ¡qué difícil es ponerlo en práctica!
No me considero una persona que tenga enemigos, pero si es verdad que en el trabajo, cuando no le haces un favor a alguien y no le respondes como él espera, esa persona pasa a ser alguien "que no te cae bien", a lo mejor no un enemigo en todo el sentido de la expresión, pero si no hay feeling, en el momento que te vuelvas a cruzar con ella, notarás que se ha creado una distancia y, por supuesto, ni hay amor, ni hay deseos de hacerle bien y muchos menos, intención de orar por ella. Todo nuestro "cristianismo" por los suelos. Como dijo Pablo: "¡Miserable hombre de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?"
El comentarista sigue diciendo: "Imagina el impacto sobre nuestros compañeros de trabajo y nuestros parientes si abrazáramos este principio. La gracia de Cristo reflejada en nosotros tiene un poder sorprendente." Al leer esto releí las primeras palabras que dice el Maestro: "A vosotros los que oís..." Da la sensación que muchas veces no pasamos de ser cristianos nominales, de que nos parece todo muy bien lo que ha dicho Jesucristo pero que fácilmente nos olvidamos que somos nosotros, los que nos decimos cristianos, los seguidores de Cristo, los que tenemos la obligación de oír, y oír significa escuchar las palabras, entenderlas, grabarlas en nuestro corazón y en nuestra mente y, cuando llegue la ocasión, ponerlas en práctica por encima de nuestras prioridades, nuestros gustos, nuestras preferencias...
Pero como nos olvidamos, nos arrepentimos cuando ya ha pasado la ocasión, le pedimos perdón al Señor totalmente acongojados y nos prometemos aprovechar la siguiente ocasión para que "la gracia de Cristo se vea reflejada en nosotros".
¿Qué fuerza necesitamos para poder amar a nuestros enemigos, a los que nos aborrecen, a los que nos maltratan? Yo, con las mías, no puedo. Si me hacen mal, respondo con mal; si me contestan ásperamente, lo considero una falta y lo tengo en cuenta "para la próxima"; si alguien no me cae bien, decididamente no me cae bien. ¿Qué diferencia hay entonces en mí con respecto a los no creyentes? Ninguna. Y las palabras de Romanos 5:5 gritan en mis oídos: "Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado." Y creo que es así, que Dios ha derramado su amor en nosotros por medio del Espíritu Santo que habita en los corazones de los que han creído... entonces ¿qué pasa? ¿como es que ese amor no fluye para con los enemigos?
Jesús conoce esta lucha y por eso dice: "Porque si amáis a los que os hacen bien, ¿que mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿que mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo". Ahí está, no tenemos mérito ninguno porque hacemos lo que todo el mundo y un cristiano es diferente a los demás porque actúa como Cristo actuó mientras estuvo en la tierra... o debería. El comentarista termina con esta frase que hago mía: "Señor, ayúdame a perdonar". Jesús nos da la instrucción: "Sed misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso." "Vestíos, pues... de entrañable misericordia" (Colosenses 3:12). Esas son las instrucciones que tenemos como cristianos y el ejemplo cumbre y supremo de misericordia lo tenemos en la cruz donde Cristo implora el favor de los que le estaban crucificando, pidiéndole al Padre que les perdonase, en una frase que en ocasiones se aplica tan vanamente pero que encierra el ejemplo máximo de amor por los enemigos: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen".
Cristo nos ha enseñado que es necesario que amemos a los demás sin límites porque esa es la verdadera expresión de la misericordia que Dios manifiesta y que debe manifestarse en los que se consideran hijos suyos. Forma parte de nuestra identificación con Cristo y debería ser nuestra forma natural de vida. Esteban aprendió bien el ejemplo de Jesús y cuando le estaban apedreando "clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado". 
La Biblia nos exhorta a que actuemos con los que nos rodean como "amados de Dios"; ese vestido de "entrañable misericordia", literalmente de un "corazón de compasión", debería expresarse en un sentimiento profundo hacia los demás, en el sentimiento de un corazón compasivo similar al que Jesús mostró, buscando desinteresadamente el bien del otro y no el propio. Los creyentes tenemos que manifestar al mundo el vestido de que estamos cubiertos, no un vestido que nos oculte, sino un vestido que nos muestre, para que nuestros actos le den la gloria a Dios y no lo contrario.
¡Que Él nos ayude para que así sea!

viernes, 30 de septiembre de 2016

La Verdad

Yo soy la verdad
Acabo de leer esta frase: "Europa y los Estados Unidos se están convirtiendo con mucha rapidez en sociedades pos-cristianas."(1) Lo de "con mucha rapidez" me ha producido vértigo y preocupación al mismo tiempo. Otra vez he vuelto a pensar en ¡que gran responsabilidad tenemos los cristianos! Si, los cristianos de verdad, no los nominales. ¿Responsabilidad sobre que? Sobre "contender por la fe" (Judas 3). 
Se rechazan muchas de las cosas por las que vivimos los cristianos cada día. Si obedecemos a la Palabra de Dios como debemos hacerlo se nos tacha de fundamentalistas o de memos, según. Se nos acusa de no haber avanzado. A veces leo alguna declaración de algún sacerdote católico que salta a la prensa porque sigue las directrices señaladas en la Biblia y claro, cae como una bomba, como si nunca estuviera escrito ahí y alguien lo hubiera destapado de repente como una novedad. Para muchos es novedad, lógico, no leen la Biblia, no la conocen y se escandalizan cuando se les dice algo respecto a Ella. "Se han quedado en la edad media", o lo que viene a ser lo mismo, ¡pobres ignorantes ilusos! En la edad media la iglesia dominaba a las gentes incultas porque ella tenia el poder gracias al conocimiento y podía hacer con la plebe lo que quisiese, porque la plebe era inculta, no tenía acceso a los libros (ni a la Biblia, porque estaba prohibido), y de esa manera podían hacer y deshacer a su antojo, pero hoy... Hoy la gente ha estudiado, es culta, puede opinar y opina, pero (no se si consciente o inconscientemente), lo hace subjetivamente y de ahí que puede considerar todo relativo, sin despeinarse. ¡Todo es relativo! y ¡ya está!, todo resuelto y decidido porque lo importante es que uno se sienta bien consigo mismo y con lo que cree y piensa. Para ello hay muchas verdades y aquel que trate de defender que hay una sola Verdad (como afirma Jesucristo en las Escrituras), es un necio. ¡Cuantas personas han dado su vida por defender esta Verdad! De momento, en este País no se mata por eso; por ahí fuera, en algunos se sigue matando por "contender por la fe que ha sido una vez dada a los santos". 
Esa fe ha llegado hasta aquí y para la gente es algo rancio, huele a antiguo, en la sociedad de hoy indefendible. Pero para el auténtico seguidor y servidor de Cristo, es la única fe que le da un propósito y sentido a la vida porque es la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios, muerto y resucitado, al que estamos aguardando porque ha prometido que volverá "y todo ojo le verá", y en esa espera tenemos que vivir contracorriente, porque no seguimos la corriente de este mundo que es por donde va la mayoría. Se nos llama fundamentalistas porque no vamos con la mayoría, entonces ¿porqué se nos llama nada si ellos dicen ser tolerantes? Tolerantes ¿con quien, con quien les lleva la corriente y les da la razón? No se entienden algunos modernismos. Pero ante todo esto que estamos viviendo, el creyente en Cristo tiene que luchar y perseverar con humildad. Humildemente, si, porque la actitud humilde es la única que le va a dar la gloria a nuestro Señor. Él fue manso y humilde cuando fue acusado injustamente; y fue manso y humilde cuando fue azotado, golpeado y humillado con las burlas, los escupitajos y los insultos que le profirieron; y fue manso y humilde cuando fue clavado en una cruz de madera como malhechor. y Él hoy nos dice: "Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón" (Mateo 11:29).
¡Cuánto nos cuesta Señor! Porque somos orgullosos, nos cuesta mostrar la otra mejilla, nos duele que se burlen, no nos gusta que nos desprecien... y sin embargo, todo eso se lo hicieron a nuestro Maestro, aquí, en la tierra donde vivimos. No fue en otro planeta, fue aqui con gente como la que tenemos ahora a nuestro alrededor, gente que si se encontrase hoy con Jesús lo acusaría de nuevo ante los tribunales por defender la única Verdad: "Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí." (Juan 14:6). Jesús dice que Él es la verdad, no una de las verdades. Entonces ¿qué hacemos con él? La mayoría ya lo ha decidido: ¡ni caso! Una minoría, una "manada pequeña" como dice Jesús, ha decidido perseverar siguiéndole, obedeciéndole y, tratando de imitarle. ¡Que Él nos de fuerzas para llegar a la meta!

(1) Benton, John. "La contienda por la fe". Ed. Peregrino, 2001.

sábado, 17 de septiembre de 2016

HOY

“¿Qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempoLa semana pasada leía esta historia en la hoja de La Buena Semilla:
“Ese mismo día, poco antes de que iniciara el gran incendio que devastó la ciudad de Chicago (del 8 al 10 de octubre de 1871), el evangelista Moody hizo la siguiente pregunta ante una multitud de 2.500 personas: “¿Qué decisión van a tomar con respecto a Jesús?”. Y para terminar su predicación, añadió: «Ahora les invito a reflexionar y a darme una respuesta el próximo domingo». Minutos después sonó la sirena y toda la ciudad se vio envuelta en llamas. Cientos de personas murieron en el incendio. Muchas de ellas habían oído el mensaje de salvación, y quizá no tuvieron tiempo para pensar en él, como se les había invitado. El incendio dejó a unas 100.000 personas sin casa.
A partir de ese día el predicador, conmovido por aquella tragedia, nunca más habló de esperar cierto tiempo antes de tomar la decisión de aceptar a Cristo. Apremiaba a su auditorio a decidirse inmediatamente por Cristo, como la Palabra nos invita a hacerlo: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 4:7). ¡Quizá mañana sea demasiado tarde!”
El texto del enunciado era el de Santiago 4:13-14: “Decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.” 
Hoy es normal esta forma de hablar. Alguna vez ya lo he comentado: no hace muchos años, escuchando la radio, cuando terminaba un programa y el locutor se despedía solía decir: “Hasta mañana, si Dios quiere”. Hoy ya no se dice, es más, se asegura que mañana estarán ahí sí o sí. 
Dios no está en contra de que planifiquemos. Jesús enseñó que es aconsejable: “Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.” (Lucas 14:28-30). Lo que a Dios no le gusta es que hagamos planes sin contar con Él. “Hoy haré, mañana iré… sí o sí”. Dios no aparece, lo que demuestra que el que habla así no cuenta con Él y si lo planificado no sale como estaba previsto, se va a olvidar de que en su momento dijo mañana iré, mañana compraré, etc., y achacará a la mala suerte el no poder cumplir sus objetivos o a otras influencias, dependiendo de lo que crea.
Esto sucede incluso entre los cristianos. En muchas ocasiones se elaboran proyectos, campañas evangelísticas, cualquier tipo de proyecto de construcción de locales, campamentos, etc., cualquier cosa planeada sin tener en cuenta en Dios, sin orar previamente respetando Su soberanía y Sus proyectos que, en muchas ocasiones, suelen ser totalmente distintos de los nuestros. Esto conlleva a que se produzcan auténticos fracasos y se achaca a otras cosas, nunca a nuestra propia arrogancia.
Nosotros no podemos conocer el mañana, por eso el Señor nos recuerda: “¿Qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” Pero nos rebelamos a esta realidad y nos ilusionamos con la idea de que tenemos todo controlado. ¡Cuántas veces la realidad nos ha demostrado que nuestro “control” es efímero! Cada día llega cargado de sucesos y circunstancias con las que no contábamos en nuestros arrogantes proyectos. El Señor destaca que, a su lado, somos como nada, como un vapor, una neblina, como una sombra dice el salmista: “Ciertamente como una sombra es el hombre; Ciertamente en vano se afana; Amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá.” Este pensamiento lo ilustró Jesús con una parábola: “La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?”  O lo que es lo mismo, mañana es tu último día en la tierra y no lo sabías ¿para qué tanta planificación sin contar con Dios? En este caso es más una denuncia de amor al dinero, a las posesiones aquí, al acumular más sin prever cuánto tiempo las vamos a disfrutar sabiendo que para allá no las podemos llevar y que aquí no sabemos de cuánto tiempo disponemos.
Y esto aplica a nuestra eternidad, porque es hoy cuando tenemos que tomar la decisión de contar con Dios o no, de creer que Jesucristo es quien dijo ser o no, de que la Biblia contiene la Palabra de Dios o no. La hoja de La Buena Semilla terminaba con estas palabras: Para todos los que desean ponerse en regla con Dios, hoy todavía es el tiempo en que Dios persona. Basta reconocer en la persona de Jesucristo al Salvador que necesitan. ¡El mañana no nos pertenece!

miércoles, 31 de agosto de 2016

Otro Agosto

Se acaba Agosto y con él un mes de vacaciones más que, al menos, ha conseguido que no pueda entrar en el blog desde finales del mes pasado y no ha sido porque no me apeteciera sino porque en donde hemos estado no tenía "facilidades" para conectarme y, bueno, ha sido una buena disculpa para relajarme y dejarme llevar por las felices circunstancias que me deparaban un mesito destinado a la relajación, el buen yantar y el disfrute de la familia que siempre viene bien.
Es curioso cómo se desconecta uno durante las vacaciones y que rápido se adapta a su nueva vida y su "nuevo" entorno, aquel que se sale de la rutina para que nuestros cerebros se oxigenen y nuestros nervios se relajen dentro de lo posible, que no siempre se consigue. El hecho de estar muchos días fuera de tu ámbito te convierte, a veces, en una persona insegura y ansiosa, sobre todo si son muchos los familiares que tratan de que "disfrutes" intensamente de su cercanía vacacional.
En fin, nosotros lo hemos pasado bastante bien, hemos tenido buenos y regulares momentos y, al terminar, ya estamos pensando en cómo y dónde será el próximo Agosto, si Dios quiere y llegamos allá.
De lo que no me he despojado ha sido de lo que se da en llamar "estar informado", por lo que he estado más o menos al corriente de la mal llamada actividad política, mal llamada digo porque más se parece a una inactividad por la de vueltas y tejemanejes que se traen los políticos en nuestro País, además de ponerme al día de las actividades locales con las que solo me identifico como un turista despistado que se pasea por ahí a ver lo que hay para conocer o para degustar por un precio razonable. Es lo que tiene estar de vacaciones en Galicia, en donde no hay esquina en la que no se celebre una fiesta gastronómica a cualquier alimento conocido: percebes, mejillones, langostinos, empanada, sardinas, cualquier cosa que suele estar bien regada por los caldos gallegos como el ribeiro, el albariño o cualquier otro siempre interesante al paladar. También se puede pedir una coca-cola pero ya "pierde" un poco.
Sea como sea, Septiembre aparece como un capataz, látigo en mano, con cara de malas pulgas para que nos pongamos las pilas y nos preparemos para trabajar como si nos fuera la vida en ello, como si el mes disfrutado fuese un regalo mal merecido que ahora tenemos que recuperar.
Pues nada, pilas puestas, ¡que sea lo que Dios quiera!

lunes, 18 de julio de 2016

La iniciativa y la prudencia

confianza“Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos; guarda la iniciativa y la prudencia, y serán vida para tu alma y gracia para tu cuello.” (Proverbios 3:21-22)

“…guarda la ley y el consejo…” se lee en la versión Reina-Valera del 60 que coincide con la versión más antigua de 1909.
“…conserva el buen juicio; no pierdas de vista la discreción”, leo en la Nueva Versión Internacional.
“aprende a tomar buenas decisiones y piensa bien lo que haces.”, se traduce en el lenguaje actual

Iniciativa: Proposición o idea que sirve para iniciar alguna cosa. Capacidad para idear, inventar o emprender cosas.
Es curioso como las versiones más recientes de la Biblia parece como si le “quitasen contenido” al texto. La Iniciativa, tal y como la encuentro en el diccionario sugiere algo que sale de la persona ‘proposición’, ‘idea’, ‘capacidad’; el ‘buen juicio’ y la discreción parece que van en la misma línea, salen de nosotros. Sin embargo, en las versiones más antiguas dice: “guarda la ley y el consejo”, ¿la ley y el consejo de quien? Si leo el versículo 1 de este capítulo dice: “…no te olvides de mi ley… guarda mis mandamientos;” ¡Que diferencia! ¿Verdad? Para mí no tienen el mismo valor mis decisiones y mi prudencia que la Ley y los mandamientos (instrucciones) de la Sabiduría que es la protagonista en estos primeros andares del libro de Proverbios.
“¿Sabiduría o insensatez?”, escribía Derek Kidner. En otro comentario leo: “Proverbios es la colección más exquisita del mundo en cuanto a sentido común sano y santificado, y escrito con el propósito de que los jóvenes no tengan que repetir algunos de los vergonzosos errores que sus antecesores han cometido.” (William MacDonald). “Vergonzosos errores…”, de ahí la insistencia para que no perdamos de vista, jóvenes y no jóvenes, estos consejos y guías que nos traerán la bendición de Dios, un privilegio demasiado grande que producen vitalidad interior (“vida para tu alma”), y belleza exterior (“gracia para tu cuello”). ¡Qué hermosa descripción! Puede parecer antiguo, pero es la descripción de la vivencia de la piedad sincera, de la pureza de la relación con el Señor del universo, con nuestro Dios de donde mana toda la sabiduría y el conocimiento. Esta relación íntima y segura nos provee de cosas que parecen increíbles e imaginarias, pero que son una realidad en la vida del creyente de tal modo que la certeza y la seguridad nos llevan de la mano:
“Entonces andarás confiadamente por tu camino, y tu pie no tropezará.” (Pr.3:23). Toda la Biblia insiste en esta promesa; un ejemplo: “En sus manos (se refiere a los ángeles de Dios), te llevarán, de modo que tu pie no tropiece en piedra” (Salmo 91:12). Un paso tras otro paso, firmes, no refiriéndose a accidentes o pruebas de los cuales nadie estamos libres, si refiriéndose a la rectitud y firmeza del destino, a la seguridad de que estamos con el Sabio Rey, el Todopoderoso, el Señor de nuestras vidas. No es lo mismo caminar por la vida con mis pobres argumentos y débiles seguridades, que bajo la protección de la gracia divina, guiados por el Rey, “puestos los ojos en Jesús” (He.12:2), Jesús, “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn.14:6). Si estamos en ese Camino estamos en el de la seguridad, andaremos confiadamente, veamos lo que veamos a nuestro alrededor, si no nos desviamos, si no “picamos” con los cebos que pongan a nuestro alcance para que desviemos la mirada a la meta de la Puerta Celestial y nos expongamos al peligro, llegaremos a la meta gozosos, porque “el que venza será vestido con vestidura blanca; y nunca borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles.” (Ap.3:5).
“Andarás confiadamente por tu camino” El camino del deber es el camino de la seguridad. La compañía del Señor no da esa confianza. Fíjate lo que dice a continuación: “Cuando te acuestes, no tendrás temor; más bien, te acostarás, y tu sueño será dulce. No tendrás temor del espanto repentino, ni de la ruina de los impíos, cuando llegue, porque Jehová será tu confianza y Él guardará tu pie de caer en la trampa.” (vs.24-26). No es lo mismo vivir enfrentando sólo cada día con lo que pueda traer que con la certeza de que Dios está de mi parte (Romanos 8:31). La intervención divina siempre está ahí, aunque nosotros muchas veces creamos que no. Gracias a Dios pocas veces he perdido el sueño, casi siempre por la ansiedad de tener que enfrentarme a un problema que después Dios me demostró no era tal. El no poder dormir es un problema no saludable. El hombre sabio puede esperar un sueño dulce y reparador, no así el que tiene mala conciencia. Preguntadles a las personas cuánto dinero se gastan en medicinas para poder dormir, muchas veces porque están preocupadas por las cosas de la vida. Claro, se están enfrentando solos al futuro, al mañana, a lo que va a suceder, a la inseguridad, a la muerte… Terapias de relajación, toda una industria pensada para ayudarnos a dormir, es la consecuencia de querer vivir la vida solos, sin Dios.
El escritor del proverbio describe una escena de la que nadie estamos libres: “espanto repentino”, una situación que produce auténtico temor, pánico, porque está describiendo la destrucción de los hombres que, en el lado opuesto, no siguen a Dios ni obedecen sus mandamientos: lo contrario a la piedad es la impiedad y eso es lo que anuncia: “cuando llegue la ruina de los impíos; más tarde, más temprano, el hombre tendrá que dar cuenta de lo que ha sembrado y recoger el fruto, fruto amargo que tendrá que tragar; por el contrario, el sabio fiel puede tener confianza en Su Dios protector, “será tu confianza, guardará tu pie de caer…”.

lunes, 4 de julio de 2016

No me averguenzo

nadie te arrebatará de Mi mano
Hace unos días leí esto en la hoja del calendario de La Buena Semilla:
Aprovechar la ocasión
En una consulta, el médico me hacía preguntas sobre mi forma de ver el futuro. Ese día le dije sencillamente que era cristiana y que mi confianza estaba en Dios. Esas palabras provocaron un efecto que nunca imaginé. Desde hacía tiempo, el Señor Jesús había despertado su corazón y su conciencia a la fe, de modo que al final fue él quien me animó.
¡Esta experiencia fue toda una lección para mí! A veces somos complicados e incluso tenemos vergüenza de dar testimonio de nuestra fe. Esperamos grandes ocasiones, preparamos argumentos, deseamos tanto que llegue el momento oportuno... y ese momento nunca llega, pues simplemente no supimos discernirlo.
Creyentes, quizá tengamos la mala tendencia a fijarnos solo en nosotros mismos, incluso en cuanto a nuestro testimonio cristiano. ¿No nos ha sucedido, para vergüenza nuestra, que después de haber sido negligentes para hablar de nuestra fe a una persona, nos tranquilizamos diciéndonos que tal vez habrá otra ocasión? Para un cristiano, dar testimonio de su vida con Dios debería ser algo natural y primordial. Mostrar mediante nuestros actos, palabras y comportamiento en la vida cotidiana que Jesús es nuestro Maestro, que es el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, es el privilegio y la responsabilidad de aquellos que dicen ser cristianos. ¡No nos avergoncemos del Evangelio! Estemos siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que nos demande razón de la esperanza que hay en nosotros (1 Pedro 3:15).”
Creo que ya he comentado esto en otras ocasiones, es una lucha continua para aprender a aprovechar las ocasiones de testimonio, como dice en el texto “de decir sencillamente”, de no avergonzarse que “mi confianza está en Dios”. Porque mi problema, y a lo mejor el de mucha gente, es que cuando queremos hablar de nuestra “religión”, de lo que creemos, de lo que decimos “vivir diariamente” (vivir a Cristo ¡nada menos!), dejo de hablar ‘sencillamente’, con naturalidad para pasar a un tono más serio, tenso, no natural, ¿forzado?... Como dice Rebecca Manley, una escritora que admiro por lo natural que es hablando de estas cosas que nos preocupan a tantos creyentes, dice hablando de sus propias problemas: “Me importaba más cómo me veía la gente que cómo me veía Dios.” O como podemos leer en el texto: “A veces somos complicados e incluso tenemos vergüenza de dar testimonio de nuestra fe”. Rebecca sigue diciendo: “No podía hablar de Dios de una manera natural… pensaba que necesitaba sonar “espiritual” y en vez de escuchar, me entraba el pánico porque no podía recordar ningún versículo. Me sudaban las manos. Miraba de un lado a otro, esperando que nadie estuviera escuchando. Cambiaba el tono de voz y empezaba a hablar “religiosamente”… Yo no tenía una visión del mundo cristiana e integral: había metido a Dios en el cajón de “lo religioso”, separado de la “vida normal”… Luego todo cambió.” Qué bueno ¿no? ¡Hay razones para la esperanza!, siempre parece surgir la esperanza en todo lo que escribo. Las experiencias que Rebecca fue viviendo la hicieron cambiar. Yo creo que Dios permite que vivamos esas experiencias para mejorar esa faceta de nuestra vida que tanto nos preocupa a algunos. En el caso de Rebecca su vida cambio cuando escuchó contar su experiencia a una amiga atea que se hizo cristiana. Lo que más le impactó a esta amiga fue comprobar que Rebecca también cometía errores, que a pesar de ser cristiana no era perfecta y que era lo suficientemente sencilla y humilde como para reconocerlo. A propósito de esto Rebecca escribió: “Siempre había pensado que debía ocultar mis dudas y problemas, creía que si ella me conocía de verdad no se convertiría. Sin embargo, cuanto más real y transparente fui (incluso con mis debilidades) más real fue Jesucristo para ella… no estoy disculpando el pecado. Dios nos llama a la pureza moral y a la integridad. No estoy sugiriendo que compartamos nuestras debilidades como si ser auténtico fuera un concurso de “a ver quien ha hecho el pecado más gordo”. El pecado no es lo que Dios quiere de la humanidad, sino obediencia y una confesión humilde cuando fallamos. Nuestra meta debe ser buscar el equilibrio entre la obediencia absoluta y la necesidad también de ser vulnerables.” (Del libro “Cómo hablar de Jesús sin sonar religioso” de Rebecca Manley Pippert, Publicaciones Andamio).
Como leemos, creamos “miedos” que generan barreras absurdas que impiden que nos portemos con naturalidad de nuestro día a día con el Señor. Al igual que se hacen celebraciones de ‘orgullo’ por la tendencia sexual que tienen algunas personas, nosotros debería celebrar diariamente nuestro orgullo de ser hijos de Dios, creyentes evangélicos, protestantes, cristianos. Porque lo curioso es que todos esos miedos desaparecen cuando conseguimos hablar sencillamente, con naturalidad, sin complicarnos, sin “sonar religiosos”; nos complicamos, como comenta la hoja de la Buena Semilla, buscando grandes ocasiones, nos ponemos tensos (y hablo por mí), analizando el momento oportuno para decir el texto o la palabra adecuada… y ese momento ¡es verdad!, nunca llega, porque con tanta ansiedad y tanto nervio, al final no vemos ‘el hueco’, pasa el momento y luego nos lamentamos de “no haber aprovechado la oportunidad”.
Mi deseo es lo que se expresa en ese artículo: “Para un cristiano, dar testimonio de su vida con Dios debería ser algo natural y primordial.” Hay una frase que me mandaron por WhatsApp que la he tomado casi como una norma para mi vida: “Alimenta tu Fe y tus miedos morirán de hambre”. En eso estoy, en alimentar mi pequeña Fe para que crezca al mismo tiempo que mis miedos se debiliten y así pueda servir con mi vida y mis palabras para la gloria de Dios. Amén. 

sábado, 11 de junio de 2016

Jesús es la luz del mundo

"Yo soy la luz del mundo. El que me sigue nunca andará en tinieblas." (Juan 8:12)

Jesús es la luz del mundo

El mundo perdido en pecado se vio;
Yo Soy la Luz del mundo
¡Jesús es la luz del mundo!
Más en las tinieblas la gloria brilló,
¡Jesús es la luz del mundo!

¡Ven a la luz; no debes perder
gozo perfecto al amanecer!
Yo ciego fui, más ya puedo ver,
¡Jesús es la luz del mundo!

La noche se cambia en día con Él:
¡Jesús es la luz del mundo!
Y andamos en luz tras un Guía tan fiel,
¡Jesús es la luz del mundo!

¡Oh, ciegos y presos del lóbrego error!
¡Jesús es la luz del mundo!
Él manda lavaros y ver su fulgor,
¡Jesús es la luz del mundo!

Ni soles ni lunas el cielo tendrá,
¡Jesús es la luz del mundo!
La luz de su rostro lo iluminará,
¡Jesús es la luz del mundo!

Philip P. Bliss (1838-1876)
Trad. Henry C. Thompson

miércoles, 8 de junio de 2016

Relación

Hay una ceguera, Padre, que penetra en lo más hondo del alma humana, opacando tu rostro. El mundo está en mi contra. Mi carne conspira contra mi alma. Y el enemigo de mi alma lucha por alejarme de la bendita luz del evangelio. Te ruego que mi corazón se vea inundado por el fulgor de tu sonrisa. Que tu luz expulse por siempre la oscuridad espiritual que entorpece mi relación contigo. En el nombre de Jesús, amén.

(A.W.Tozer, de su libro “El poder de Dios para tu vida”, Ed. Portavoz)

Es verdad. Mi carne, es decir mi yo, esa personita rebelde y orgullosa que habita en mí, conspira contra mi alma en una lucha desesperada, creo que inútil, para evitar que mi relación con mi Padre vaya en aumento, se materialice, se palpe.
Cuando los pensamientos bullen en mi inquieta mente, salta como un resorte la amonestación “¡No deis lugar al diablo!” de Efesios 4:27. ¿Qué significa esto para mí? Una forma de activar el freno, un esfuerzo para que no se disparen todos los pensamientos impuros que se acumulan por salir, los malos recuerdos, los pecados de la vida pasada, todo aquello que ensucia mi mente y trata también de ensuciar la pureza de mi relación con el Señor.
Estoy cultivando esa relación. Tengo más tiempo para estar a solas con Él y he aprendido que me falta mucho para buscar la presencia de Dios en esos momentos de intimidad que describe tan bien Apocalipsis 3:20: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo.” Creo que ya hace tiempo que he oído la llamada pero, por unas razones o por otras, he tardado en abrir esa puerta. Tal vez estuve preparando el espacio, limpiándolo, acondicionándolo para que mi Señor entrase. Por unas razones y por otras ese momento ha llegado, pero todavía no estoy muy consciente de la situación. Creo que falta algo por mi parte en esa preparación para ese encuentro. Todavía veo borroso, a lo mejor falta algún detalle, mi carne, esa personita rebelde y orgullosa que habita en mí, no está satisfecha; le cuesta deshacerse de ese semi-poderoso yo. Ese yo es insaciable, quiere más, más de todo lo efímero, más de sus caprichos, de sus deseos materiales… Enseño a los demás que la lucha contra ese yo dura toda la vida. Soy plenamente consciente que es así, pero también lo es el Señor; lo sé porque lo repite muchas veces en Su Palabra lo cual, para mí, es una evidencia de la importancia de esa lucha. No es solamente cosa mía, nos pasa a todos los creyentes. “Con respecto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos del viejo hombre que está viciado por los deseos engañosos;” (Efesios 4:22). En el comentario a los Efesios de Samuel Pérez Millos encuentro una definición muy precisa: “La potencialidad de la obra de Dios en la Cruz de Cristo, revierte el poder del viejo hombre, con su yo arrogante y opuesto a Dios, de modo que surja la realidad del nuevo hombre, que es una creación en Cristo, de manera que vive a Cristo (Filipenses 1:21), y se sustenta en el poder de Cristo (Filipenses 4:13).” Y un poco más delante leo: “No debe olvidarse que en el creyente, creado en Cristo Jesús para buenas obras (Efesios 2:10), permanece la vieja naturaleza, que solo será separada de él en la glorificación… En ocasiones, la vieja naturaleza hace su aparición con su poder de atracción y arrastra al creyente que ha dejado de depender de Jesús, por medio del Espíritu, lo que Pablo llama “vivir en el Espíritu” (Gálatas 5:16), a las pasiones y concupiscencias propias de la carne, elemento potencial de la vieja naturaleza (Santiago 1:14). Esa es la razón por la que el apóstol exhorta a despojarse, que expresado mediante un aoristo de infinitivo indica una acción completada hasta llevarse a cabo plenamente, de otro modo, podría considerarse la idea de ir despojándose de la forma propia de vida de la naturaleza caída… La perfección plena, no se logra en esta vida, sino en la glorificación, cuando el creyente sea separado de la presencia del pecado. Mientras tanto, hemos de decir con el mismo apóstol: “No que lo haya alcanzado ya, ni que sea perfecto;… Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3: 12a-14). Bajo esa verdad se comprende la demanda de “despojarse” del viejo hombre, para permitir la renovación progresiva y continua del nuevo hombre hacia la perfección (Colosenses 3:10).”
Yo sólo no puedo pero el Espíritu Santo que mora en mí, que mora en cada uno de los que hemos recibido al Señor Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, me ayuda en esa batalla.

“Señor, es una batalla que quiero ganar porque necesito vivir tu presencia en santidad. Tú conoces mis pensamientos. Tú sabes mis defectos y los problemas que tengo que vencer. Tu Santo Espíritu me guía y me ayuda, lo sé. Quiero crecer en nuestra relación personal. Quiero hacerlo con humildad, con reverencia, consciente de mi pequeñez y mi debilidad, consciente de todo aquello en lo que te fallo pero que, con tu ayuda, quiero superar. Sé por Tu Palabra que ese también es Tu deseo porque todo lo que nos rodea nos encamina a esa victoria, lo que me dices en Tu Palabra lo corrobora; quieres un ejército de valientes decididos y convencidos del poder de su Rey. Quiero formar parte de ese ejército. Aumenta mi confianza. Quiero vestirme cada día del nuevo hombre que ha sido creado a semejanza de Dios en justicia y santidad. Te lo pido en el Nombre de Jesús, amén.”

jueves, 12 de mayo de 2016

El Peregrino

El Progreso del Peregrino
Uno de los libros que más me impactó durante mi adolescencia (¡ya llovió!), fue "El Niño Peregrino"
(Editorial Moody). Recuerdo que lo leí como dos o tres veces y viene a cuento porque me he hecho con el original de dónde procede "El Niño Peregrino", el clásico "El Progreso del Peregrino" de John Bunyan. Comparando ambos libros me llama la atención de que "El Niño Peregrino" está escrito por Helen L. Taylor, una escritora que lo que hizo fue adaptar el original de Bunyan para lectores jovencitos y por lo que he encontrado en Internet, vendió más de 600.000 copias de esta adaptación.
Como digo, la lectura de esa versión me quedó grabada y, muy en especial, los gráficos que la acompañan, porque sí, esa adaptación venía ilustrado por un tal W. Lindsay Cable, según la Wikipedia, un ilustrador de libros infantiles y también colaborador de la revista de humor y sátira "Punch" allá por los 1840 - 1850. (Muy curiosas las informaciones que nos proporciona Internet).
En "El Niño Peregrino" el protagonista se llama, como no podía ser de otra manera, Cristianito, mientras que el original se llama Cristiano. Inolvidable la imagen de Cristianito ante la cruz mientras la carga que llevaba a su espalda cae rodando detrás de él por la pendiente abajo. También la de Cristianito con su armadura, su escudo y su espada; el ilustrador, que me parece muy bueno, consigue impregnar en su dibujo la idea de una armadura adaptada al protagonista y con la apariencia de flexibilidad y ligereza necesaria para que no represente la típica armadura pesada que llevaban algunos caballeros y que me recuerda a David, cuando siendo pastor decide enfrentarse al gigante Goliat y le ponen la armadura de Salomón consiguiendo que debido a su peso no se pudiese mover. Creo que el señor W. Lindsay era muy bueno en su trabajo.
Hay otros dos cuadros que siempre he recordado: en uno se ve a Cristianito junto a otro peregrino llamado Esperanza cruzando el río Oscuro antes de entrar en la Ciudad Celestial y otro muy parecido, ya en la segunda parte de la novela, en el que también se ve a Cristiana cruzando ese mismo río, con el agua hasta el cuello, pero con un rostro iluminado y sonriente mirando al frente, con seguridad, como guiada por una luz que viene del cielo...
Cuando ojeo ese viejo libro ya amarillento por el paso del tiempo, recuerdo como me impresionaban esas sencillas imágenes, a la vez que me cautivaba el relato, por eso, he decidido volver a leer este relato del viaje de alguien llamado Cristiano, una alegoría creada por John Bunyan sobre el peregrinaje de los cristianos en todo el mundo que, escuchando y obedeciendo el mensaje de salvación que está en los evangelios, decide huir de la ciudad de Destrucción, que representa al mundo y marchar a la Ciudad Celestial cuyo constructor es Dios.
Según podemos leer en la biografía de John Bunyan, escribió este libro durante el período en el que estuvo encarcelado: doce años, por defender su fe cristiana y su ministerio como predicador. Escribió otras obras importantes durante su encarcelamiento pero "El progreso del Peregrino" ha sido la más famosa e influyente. En algunas ocasiones he utilizado alguno de los acontecimiento por los que pasaba Cristianito como ilustración y por eso estoy leyendo de nuevo la historia completa e íntegra para enriquecer mi base de ilustraciones, ya que, las vivencias que aquí se relatan son atemporales, son experiencias que seguimos viviendo en la realidad los creyentes que sabemos que somos peregrinos en este mundo, camino de la Ciudad Celestial.
Seguro que escribiré alguna vez más sobre este libro durante el tiempo que lo este leyendo.

viernes, 6 de mayo de 2016

Andar en la verdad


cual es la verdad

Acabo de leer este comentario del apóstol Juan en su tercera carta respecto el testimonio que tenía de Gayo, un hermano amado por él, un testimonio que venía a demostrar que “andaba en la verdad”, porque según palabras de Juan, “No tengo mayor gozo que el de oír que mis hijos (se entiende “hijos espirituales”, personas a las que se les ha guiado para que reconozcan a Jesús como su Señor y Salvador), andan en la verdad.”
Hoy es problemático hablar de “la verdad” porque hablamos de “una verdad” y, en consecuencia, se nos va a tachar de “fundamentalistas”, poco flexibles, no permisivos, etc., todas esas cosas que se nos llama por ser fieles al único y verdadero Evangelio, porque es de lo que se trata, cuando hablamos de la Verdad con mayúscula nos estamos refiriendo a la Verdad proclamada en el Evangelio, la que compartimos todos los hermanos en la fe y miembros, como el apóstol Juan, de la familia de Dios. Esa Verdad, como ya hemos comentado en este blog en varias ocasiones, es la que encarna Jesucristo cuando dice “Yo soy la Verdad” en Juan 14:6. Porque estoy hablando de la Verdad que se asocia a la naturaleza esencial de Dios, como se menciona en Romanos 1:25.- “Ellos cambiaron la verdad de Dios por la mentira”; estoy mencionando la Verdad que en toda la Biblia se asocia con Cristo (“la verdad está en Jesús” (Efesios 4:21)); estamos hablando de la verdad que está en el Espíritu Santo (“…el Consolador, el Espíritu de verdad…” (Juan 15:26)). Cuando Jesús habla de la Palabra de Dios afirma: “Tu palabra es verdad” (Juan 17:17) y, profundizando un poco más, sabemos que Jesucristo es “el logos”, la Palabra “encarnada” (“y aquel Verbo (logos) se hizo carne y habitó entre nosotros…” (Juan 1:14)), entonces se cierra el círculo y Jesús es la Verdad porque en Dios (Jesús) está la Verdad como afirma desde el comienzo la Biblia: “Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él” (Deuteronomio 32:4); “La suma de tu palabra es verdad” (Salmo 119:160).
El testimonio que los hermanos daban de Gayo era que lo que él hacía demostraba que “andaba en la verdad”, o sea, actuaba conforme a la Palabra de Dios, la obedecía y como ya he dicho que Dios es el Dios de la Verdad y su Palabra es la Verdad, entonces Gayo andaba en esa verdad que la Palabra de Dios declara única y encarnada en la persona de Jesús.
Transcribo un párrafo del libro “Hacia el conocimiento de Dios” de J.I.Packer sobre el tema.- “La verdad en la Biblia es una cualidad de las personas principalmente, y de las proposiciones solamente en segundo término: significa estabilidad, confianza, firmeza, veracidad; la cualidad de la persona que es enteramente consecuente, sincera, realista, no engañada. Así es Dios: la verdad en este sentido es su naturaleza, y no está en él ser de otro modo. Por eso es que él no puede mentir: “…Dios, que no miente…” (Tito 1:2); “Dios no es hombre, para que mienta” (Números 23:19); “es imposible que Dios mienta” (Hebreos 6:18). Es por eso que sus palabras son verdad y no pueden ser otra cosa que verdad. Constituyen el índice de lo real: ellas nos muestran las cosas tal como son, y como lo serán para nosotros en el futuro, según que acatemos o no las palabras de Dios para nosotros.”
“No tengo mayor gozo que el de oír que mis hijos andan en la verdad”, dice Juan, porque era la prueba de que sus “hijos espirituales” no sólo habían creído el mensaje de la salvación que él les había enseñado, sino que lo vivían diariamente; era una alegría para él porque sabía de la situación difícil por la que pasaban esos primeros cristianos que estaban sufriendo la persecución por, precisamente, seguir esa verdad, conociendo él como conocía que había muchos de esos supuestos cristianos que se habían apartado de la verdad por miedo o por no creer de verdad en el mensaje. La auténtica fe se demuestra en las obras que se hacen y en cómo se hacen, obras que generan un testimonio, testimonio que se ve y que es la evidencia a los demás que “algo” ha transformado a esa persona porque ha decidido seguir y obedecer a la Verdad y andar en ella. 

lunes, 18 de abril de 2016

Terremoto

terremotoAyer, domingo 17, nos hemos levantado con la noticia de un terremoto en Ecuador que, hasta el momento, llevaba registrados 270 muertos. También el sábado ha habido varios de menor intensidad en Japón; lo último que he podido saber es que había unos 40 muertos.
No puedo evitar recordar las palabras de Jesús cuando oigo estas terribles noticias: “Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores.” (Mateo 24:7-8); es parte de la respuesta que dio cuando sus discípulos le preguntaron sobre que señales habría del fin del mundo. Ya sé que los terremotos los ha habido siempre a través de la historia y no sé si se ha hecho algún tipo de estudios de estos estadísticos para saber si se han incrementado en los últimos años, pero cuando oigo de alguno me acuerdo de esas palabras de Jesús, palabras que, como cualquier profecía, generan muchas opiniones y teorías que se deben afrontar siempre con mucho cuidado y humildad desde nuestra ignorancia. No voy a entrar a diseccionar la profecía ni las mencionadas teorías porque ni es el momento ni el lugar para hacerlo, solo quiero dejar constancia del valor que tiene estar atento a estas “señales” que nos recuerdan lo vulnerables e indefensos que estamos ante las fuerzas descontroladas de la naturaleza cuando nos cogen por medio.
En lo que parecen coincidir los comentaristas es que las guerras, las enfermedades que éstas generan, así como el hambre y los terremotos, que supongo hacen referencia a cualquier tipo de catástrofe producida por la propia naturaleza, sucederán al final de los tiempos que es lo que le preguntaban los discípulos a su Maestro, un tiempo que Él denominó “principio de dolores”, dolores que muchas veces se traducen por angustia y otras veces por desesperación; se comparan estos “dolores” a los preliminares de un parto que no son tan fuertes que los que se tienen en el momento de dar a luz. Ese momento de “dar a luz” es el que en la Biblia se llama el tiempo de la tribulación del que se habla especialmente en el libro del Apocalipsis en el capítulo 6, donde habla de acontecimiento en un tiempo posterior a la Iglesia y que preceden a la segunda venida del Hijo de Dios. Me consta que hay otras teorías que creen que la Iglesia estará aún en este mundo cuando suceda la gran tribulación, pero yo sigo la línea comentada.
También es verdad que cuando ha habido las grandes guerras mundiales o grandes terremotos, en seguida se empezaba a especular si estábamos llegando al fin del mundo ya que la expresión “últimos tiempos” en la Biblia se refiere al tiempo que va desde que Jesús ascendió al cielo hasta ahora. Pero la profecía en palabras de Jesús habla de que el incremento de las guerras entre las naciones precederá a su segunda venida, ya que toda esa actividad militar culminará en una guerra final mencionada en el cap. 19 de Apocalipsis, la llamada “batalla de Armagedón”. La mejor descripción de todo lo que sucederá en ese tiempo es leyendo el libro del Apocalipsis y así se puede entender el alcance de las palabras del Maestro.
En medio de ese terrible ambiente de guerra, enfermedad y hambre, el planeta tierra se conmoverá de manera violenta produciendo los terremotos anunciados, una forma utilizada muchas veces por Dios para juicio “Porque las cosas invisibles de él [Dios], su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20). Pero el hombre nunca quiso saber nada de Dios ni tenerlo en cuenta, pero bien que se pregunta irónicamente “¿Dónde está Dios, si es que existe, para avisarnos de esta catástrofe?” La prueba de que lo necesitamos es que, cuando Él forma parte de nuestra vida diariamente, cuando llegan estas catástrofes o las de cualquier otro tipo, los creyentes nos agarramos de Sus promesas de manera que podemos decir con confianza: “¿Qué pues diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31). Como escribió el Doctor Lacueva: “Los discípulos eran hombres de poca fe, alarmados por la tormenta cuando llevaban consigo a Cristo en la barca. Si nuestra fe en Cristo es firme, la barquilla de nuestra alma no estará a merced de las olas”.


lunes, 11 de abril de 2016

¿Dónde está tu Dios?

“Mis lágrimas han sido mi alimento de día y de noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?... Mientras mis huesos se quebrantan, mis enemigos me afrentan diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios?” (Salmo 42:3 y 10)
buscando
Es fácil caer en la duda cuando las cosas vienen mal dadas, cuando no salen como nos gustaría, cuando hay enfermedad, cuando la situación es complicada, cuando… cuando… ¿cuántas situaciones podríamos describir? La duda es un aguijón que picotea con insistencia “¿Dónde está la ayuda de Dios? ¿Por qué no responde ahora que necesitas Su socorro?” Es un ataque a nuestra fe pero también lo es a Dios mismo. El Salmo que cito en su versículo 10 parece que estuviese recordándonos la experiencia de Jesús en la cruz mientras sufría este mismo tipo de ataque: “Ha confiado en Dios. Que lo libre ahora si le quiere, porque dijo: Soy Hijo de Dios.” (Mateo 27:43). Salvando la distancia es similar al maltrato verbal que pueda sufrir cualquier cristiano que ha asegurado que es hijo de Dios (Juan 1:12), que de repente se ve sometido a una fuerte crisis y que sirve de pretexto para que lo que lo conocen le hagan la misma pregunta: “¿Dónde está tu Dios ahora? ¿No confías en Él? ¿No tiene poder para librarte de esa situación…?”
¿Qué se hace en esta situación? ¿Nos callamos? Es una buena ocasión para probar nuestra fe. De hecho, Dios permite las pruebas y las tentaciones para enseñarnos a no confiar en nosotros mismos sino para que confiemos exclusivamente en el Señor Jesucristo, para enseñarnos lo que Él tiene en mente para nosotros. Son los momentos para poner en práctica la teoría que tenemos acumulada. Lo hemos dicho, lo hemos repetido: Mi vida, lo que tengo, lo que soy, está en manos de mi Dios. ¿Sí? Pues muy bien, ¡ahora es el momento de demostrarlo! ¿Confío en Dios o confío en mis fuerzas, en mis recursos?
Los acosadores estarán observándonos. Aquellos que observaban a Jesús no tenían ni idea de lo que estaba pasando en aquella cruz. No sabían que si Dios venía a ayudar a Jesús y lo bajaba de la cruz, toda la obra de salvación se vendría abajo con Él. Jesús estaba pagando el castigo de nuestra salvación. Sólo Él podía hacerlo. Si Él descendía de la cruz ¿qué otra solución tendríamos para nuestra vida, para nuestro encuentro con Dios? Ninguna. Él es la única puerta. Estaríamos condenados en nuestros pecados. No habría esperanza. Jesús había venido a eso a esta tierra: A revelar a Su padre y a cumplir el plan de salvación elaborado desde la eternidad por amor a la humanidad. Dios no podía estar con Su Hijo en aquel terrible momento porque Su Hijo llevaba el pecado de todos, y Dios no puede tener relación con el pecado. Pero aquellos que se burlaban de Él no lo sabían, no habían ni siquiera querido saberlo, no le oían, le odiaban, le despreciaban, como han seguido despreciando a todos los que han querido seguir al crucificado… y después resucitado. “¿Cristiano? ¿Dónde está tu Cristo ahora que lo estás pasando mal?”
¿Qué hizo Jesús? Sencillamente oró por aquellos que se burlaban: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. ¿Parece sencillo? No lo es. Jesús nos enseñó a amar a nuestros enemigos, pero a nosotros nos cuesta… y menos, perdonarlos, por eso, cuando se burlan, intentamos balbuceantes disculpas, o nos escondemos, o cualquier otra cosa… menos encomendarnos a Dios. ¡Es poner en práctica lo que ya sabemos! ¿Dónde está mi Dios? ¡Muy cerca! Y mucho más cerca cuando somos atacados, cuando soportamos el odio o la injusticia de los que se burlan… de los que se burlan por su propia inseguridad, porque necesitan saber si hay algo o no, y si nosotros parece que creemos en algo… “¡que lo demuestren!”
Y ahí está nuestra oportunidad. Si nos mantenemos firmes en la fe, seguros en las promesas divinas, si no cedemos bajo la presión, entonces les estaremos demostrando que Dios está vivo y nos sostiene porque siempre cumple sus promesas y nunca nos dejará solos… aunque a “ellos” les parezca que sí.
Una cosa es lo que a ellos les parezca y otra es la certeza de la realidad de Dios, Señor, Creador, Salvador y Padre.

lunes, 21 de marzo de 2016

Desesperación

huida
No he podido escribir todo este tiempo a causa de una operación que me ha dejado lo suficientemente
mermado… Gracias a Dios voy recuperándome, ya puedo hacer cosas, ya me queda menos para hacer vida normal. Es increíble la cantidad de cosas “normales” que hacemos que no nos damos cuenta hasta que, justamente, no las podemos hacer.
En todo este tiempo he leído, también he visto. La semana pasada quise ver y no fui capaz, no porque perdiese visión, sino porque no resistí las imágenes: se trataba de un reportaje sobre el éxodo de los refugiados que huyen de la guerra de Siria, un reportaje desde dentro de manera que prácticamente estabas a su lado… Entonces apareció una valla, una valla de alambres espinosos, cortantes, que impedía avanzar a un grupo que se movía de noche, con mujeres, con niños. Alguien vigilaba a las patrullas de soldados y alguien cortaba los alambres y hacía un agujero improvisado en esos alambres por el que se podía pasar con mucha dificultad. Dieron la voz: “¡Ahora! ¡No hay vigilancia, vamos, que pasen las familias juntas!” Y pasó una mujer, y dos niñitos. Dios mío, dos niños pequeños cruzando por aquel agujero, de noche, con miedo, en un lado su madre, en el otro aún, su padre, animándolos y ayudándolos para que no se cortasen o quedasen enganchados en los alambres… Y llegó una pareja de soldados. Las personas que estaban en este lado de la valla les imploraron que dejasen pasar al padre, era el único que faltaba, y le dejaron ¿Qué más les daba? No iban a llegar muy lejos.
No sé si fue esa misma noche o la siguiente, una multitud parece que consigue avanzar hacia la frontera para pasar a la tan ansiada Europa. Hay mujeres, hay niños, hay personas en carros de inválidos, hay muchos jóvenes arengando a los demás para animarlos a seguir… y de repente la multitud se frena: hay un cordón de militares que les impide seguir. Y empiezan las carreras, los gritos, los empujones de los que quieren seguir y no pueden porque los de delante están obligados a parar. Y los niños… Ahí fue donde no pude seguir. Dios mío, pensé, ¿Qué pasa con esos niños? Es de noche, se ven rodeados de hombres que gritan, de luces de linternas, golpeados, empujados, indefensos, cansados, hambrientos, mojados… ¡realidad desesperante!
Apagué la televisión, huí de la realidad, ¿Qué más podía hacer? Solo pedir por ellos, pedir que el corazón de los dirigentes que apagan sus televisores sea tocado, se sienta generoso, aparque su egoísmo, tenga misericordia de esos niños. ¿Qué culpa tienen ellos de la atrocidad del hombre que se sumerge en una guerra brutal como si no se supieran las consecuencias de este acto de barbarie?
¿Acaso nadie ve las consecuencias de una guerra? ¿Nadie ve la destrucción, la miseria, la necesidad de las personas inocentes de la animalidad a la que se llega cuando la guerra consigue adueñarse de las ciudades, de los campos, de un país? ¿Es que nos hemos vuelto tan insensibles?
Como leía el sábado pasado, “el problema del mundo es ante todo un problema moral”. No es un problema político, económico, ecológico o social. Es un problema de la condición del hombre, de su corazón, de nuestro corazón. El hombre no es capaz de lo mejor porque al final siempre estropeará todo por su orgullos, egoísmo y falta de rectitud moral.
Sólo Dios puede cambiar ese corazón, solo una vida en Cristo Jesús cambiará nuestra vieja naturaleza en una persona nueva, renovada, capaz de amar, capaz de sentir amor por los demás, capaz de tender una mano. Sólo la fe en Cristo, creyendo en Él, puede producir el cambio.
¡Que Él nos ayude para que así sea!


miércoles, 24 de febrero de 2016

Cifras engañosas

orador
Estoy leyendo el libro “Fuego extraño” de John MacArthur (Grupo Nelson), un libro que toca el tema de los pentecostales y carismáticos en el “mundo protestante”, y no dejan de asombrarme las cifras que se manejan sobre el “crecimiento” de las iglesias protestantes en los últimos años: Más de 500 millones de pentecostales y carismáticos en todo el mundo, repartidos en Norteamérica con 80 millones, 141 millones en América Latina, 135 mill. en Asia, 126 mill. en África y 38 mill. en Europa, de manera que “el cristianismo carismático representa una cuarta parte de la cristiandad mundial.” ¿Qué origina este impresionante crecimiento? ¿Hay “algo” detrás que lo produzca?
Efectivamente hay “algo”, lo que en Gálatas 1:6-7 se denomina “un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo.”
Está muy bien este libro para aquellos que se quieran asomar a la triste realidad de estos movimientos y lo haga con humildad, curiosidad y mucha prudencia. Seguramente ya sabes con lo que te vas a encontrar, lo que me sorprende es que haya tantísima gente que no lo sepa. “Evangelio de la prosperidad”, “lenguas”, “sanaciones milagrosas”, todo esto te puede resultar familiar pero para millones de ingenuos se trata de un cebo difícil de sortear porque se trata de un cebo muy apetecible porque, ¿a quién no le interesa conseguir dinero con facilidad, o abastecer los apetitos personales sin esfuerzo, o acercarse a una vida llena de experiencias espirituales totalmente impensables en una vida normal de las que, además, se puede sacar beneficio, a veces material, a veces de satisfacción espiritual (temporal)?
A mí lo que me apena es el concepto que se genera en la calle respecto a los “protestantes”, porque la gente en la calle no va a entrar en detalles: para ellos son protestantes y ahí entran todos en el mismo saco. Cuando Jesús estuvo en la Tierra pasaba algo muy parecido: si había más de 5000 personas siguiéndole y alimentándose gratuitamente, para los observadores podrían tratarse de más de 5000 cristianos (seguidores de Cristo). Pero cuando Jesús empezó a hablar de compromiso, de tomar la cruz para seguirle, de empezar a actuar conforme a lo que predicaba, la gran mayoría dio media vuelta y ¿Cuántos seguidores de verdad quedaron? Poco más de 100 auténticos creyentes de verdad.
La pregunta surge rápidamente: ¿Qué sucede? ¿500 millones de personas en todo el mundo están equivocados? Pienso que a lo mejor los 500 millones no, pero sí la gran mayoría, y no quiero pecar de creerme el amo absoluto de la verdad como en seguida nos acusan cuando que no de cosas peores como integristas o radicales, pero es la lucha que el verdadero cristianismo ha tenido desde el principio y que seguirá teniendo mientras estemos en este mundo. Cuando Jesús habla de Sus seguidores les llama “manada pequeña” y cuando se refiere al acceso a su discipulado lo describe como un camino angosto o una puerta estrecha por el que entra muy poca gente porque seguir a Cristo no tiene como objetivo la felicidad material y el éxito en el mundo, sino el gozo interno y la victoria contra lo que nos rodea imitando a Jesucristo en su victoria en la cruz, la más grande imagen de humillación y obediencia para obedecer a Su Padre y conseguir así romper la barrera que impide al hombre reconciliarse con Dios desde el capítulo 3 de Génesis, ese capítulo en el que se narra la triste historia de la caída del hombre y la mujer en el pecado y la separación consiguiente con Dios el cual no puede tener comunión con el pecado.
“Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.” (1 Corintios 2:1-5) Ésta es la actitud que tenía Pablo a la hora de presentar el Evangelio del Reino de los Cielos a sus contemporáneos, mensaje que no se parece en nada al de los telepredicadores y apóstoles y profetas que de repente han aparecido en los últimos tiempos predicando éxito, salud, riquezas y no sé cuántas cosas más. ¿En que se parece eso al mensaje de la cruz que habla de sufrimiento, tortura, dolor, humillación, obediencia? En nada. Esta gente ha quitado la cruz de sus mensajes porque, como dirían los contemporáneos de Jesús “Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?” (Juan 6:60).
Si lees la Biblia deberías estar avisado de que todo esto ocurriría, todo esto me refiero a la aparición de “falsos profetas” y “falsos maestros”: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas.” (2 Pedro 2:1-3). “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.” (Judas 4). “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.” (Mateo 7:15-16).
Como también dice el Señor: “El que tenga oídos para oír, oiga”.