¿Qué opinión nos merece esta lista? Fe, virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, devoción, afecto fraternal y amor. A primera vista, tres de ellos los asociamos con “vida religiosa”: Fe, virtud, devoción (o piedad). Otros tres podrían tener que ver con nuestro carácter: Dominio propio, paciencia, afecto fraternal. Por supuesto el amor lo corona todo: Amor de pareja, amor a los demás, amor para dar y tomar, amor de madre, ¿amor a Dios? Y finalmente, el último concepto es el que queremos todos: Conocimiento. Conocimiento de la verdad, de todas las cosas, del futuro, ¿del pasado?, el saber no ocupa lugar, tener mucho conocimiento, consultar con el que sabe… nos parece un concepto amable, que nos compromete a poco pero que nos da mucho… en principio, nadie lo rechaza, aunque hay veces que se oye decir: ¡prefiero no saberlo!
¿Por qué esta lista de valores concretamente? Porque es la lista de valores cristianos que podemos encontrar en el primer capítulo de la segunda carta de Pedro para que nos ocupemos con diligencia del desarrollo de nuestro carácter, o lo que es lo mismo, una forma de invertir sabiamente en nuestro futuro espiritual. Después de confiar en Cristo como Salvador, el Señor nos propone acceder a la nueva “forma de vida”, la nueva naturaleza divina, que nos va a marcar con estos valores que desarrollarán nuestro carácter siguiendo el modelo de nuestro Maestro: Jesucristo.
En unos tiempos en los que oímos comentar que determinados valores se están perdiendo (respeto en las aulas, civismo en nuestra relación con los demás, educación básica, etc.), Dios se preocupa de que Sus hijos reciban todo lo necesario para la vida y la piedad, de manera que no se trata de un esfuerzo exclusivamente nuestro, ya que Él nos concede los medios y ayuda por medio de Su divino poder, con un objetivo: ser hechos participantes de la naturaleza divina.
(Es impresionante comprobar la nueva posición que Dios nos da dentro de Sus planes, por aceptar a Cristo como nuestro Salvador personal).
Así que tenemos los medio, tenemos la ayuda del poder de Dios, ¿Cuál es ahora nuestra parte? Poner todo nuestro empeño. Nuestra actitud es agradarle, obedecerle, que nuestra vida le de gloria, así que tenemos que esforzarnos en que realmente nuestra vida sea un fiel reflejo de Aquel a quien queremos seguir e imitar.
¿Y por donde empezamos? Pues siguiendo las indicaciones de 2 Pedro 1:5 y siguientes, donde primero dice que añadamos a nuestra fe, virtud. Para que una fe pueda mostrarse firme, necesita estar en crecimiento constante. Por tanto, añadamos a nuestra fe, virtud que en esencia en esta ocasión de traduce por valor, valentía, coraje. Y luego sumémosle conocimiento, de manera que teniéndolo, teniendo la capacidad de discernir, conociendo el equilibrio, con coraje, evitaremos quedarnos encerrados, solos, simplemente con nuestro conocimiento. Saldremos a mostrarlo, lo transmitiremos, lo viviremos. Y luego, sumémosle al conocimiento, dominio propio, ¡ah, el control de la irritabilidad!, el no dejarse llevar por cualquier pasión, el saber reaccionar equilibrada y cristianamente (¡cuantas veces fallamos en esta asignatura!).
“Al dominio propio, paciencia (o perseverancia), porque la palabra original no se refiere a la paciencia que es el fruto del Espíritu, sino que se refiere más bien a la perseverancia, a la persistencia, resistencia; como decía Pablo, a terminar la carrera resistiendo el ritmo, como buen corredor, dosificando pero llegando a la meta, como un buen atleta cristiano. Y sumemos a la perseverancia, devoción (o piedad), en el sentido de tener a nuestro Dios como centro total de nuestra vida.
El sexto valor es el afecto fraternal, el amor entrañable que se respira en las reuniones con los hermanos cuando hay unidad, armonía, cariño fraternal.
Y finalmente, añadamos a todos estos valores, Amor: Amor con todo el mundo, amor al enemigo, amor sincero.
Nuestra actitud para crecer en la Fe tiene que ser la de buscar y añadir estos valores y poco a poco veremos cambiar nuestro carácter, notaremos ese crecimiento y esa madurez propia de los justos. Amén.